lunes, noviembre 13, 2006

Nadie tiene que temer que sea un México con Calderón

Sique

Los "Viajes con Heródoto" de Ryszard Kapuscinski me acompañaron en el viaje a España y el regreso a México, por lo cual tuve la magnífica oportunidad de viajar con ambos, doblemente afortunada. Este libro versa sobre las enseñanzas que tuvo Kapuscinski, del padre de la historia, durante sus primeros viajes como corresponsal de un periódico polaco. Tanto estuve traspolando los sucesos históricos que ahí se narran a nuestro presente que quisiera compartir algunas reflexiones.


¿Qué sabrían las siguientes generaciones sobre el movimiento de Andrés Manuel López Obrador si los libros a los que tuvieran acceso los hubiesen escrito los antipejistas? O bien, ¿qué sabrían si sólo fueran libros escritos por sus fervientes admiradores? La respuesta es sencilla, tendrían una visión unilateral de estas circunstancias históricas y prácticamente no sabrían nada de lo que aquí ocurrió, sólo estarían aprendiendo una historia personal de los autores.

Kapuscinski señala que "las personas recuerdan aquello que quieren recordar y no lo que en verdad ha sucedido. Pues cada individuo tiñe del color que más le conviene y prepara en su crisol particular su propia mezcla. De ahí que sea imposible desentrañar el pasado tal como realmente fue; sólo podemos acceder a sus muchas variantes, a versiones más o menos verosímiles o que mejor se ajusten a nuestras expectativas. El pasado no existe. Sólo existen sus infinitas interpretaciones".

Los historiadores adoptan una serie de técnicas y metodologías para ser objetivos en sus investigaciones pero ese riguroso orden científico, las más de las veces sólo sirve para convalidar la postura personal del historiador según su ideología disfrazándola de objetividad pues muy pocos pueden deshacerse sin más ni más de su visión particular.

Las investigaciones de Heródoto sobre la historia anterior a la palabra escrita están basadas en las descripciones de lo que ve, incluyendo sus suposiciones pero nunca dando por ciertas dichas presunciones, y en el relato verbal de los habitantes de cada lugar al que viajaba, pero con preámbulos que indican el carácter de la fuente y anticipando aquello que según él deduce pero que no por ello tiene que tomarse como cierto. Ejemplos: hablando sobre la isla de Quemis, dice, "los egipcios pretendían que era una isla flotante; más puedo afirmar que no la vi nadar, ni moverse, pero..."; "me limito a referir los que dicen los propios libios..."; "según cuentan los tracios, la margen izquierda está tomada..."; "todo cuanto he dicho hasta este punto es producto de mis observaciones, averiguaciones y juicios personales; pero a partir de ahora voy a atenerme a testimonios egipcios tal como los he oído, sin dejar de mezclar en la narración lo que por mi mismo he observado...".

Tiempos remotos aquellos en los que este primer historiador, reconociendo que lo que dicen puede estar en tela de duda así como sus propios juicios personales, transmite una imagen del mundo. Ahora los historiadores se basan más en documentos que supuestamente dan cuenta de la verdad de un hecho, lo cual es totalmente falso porque éstos tienen el mismo valor que la palabra hablada: si el documento que emitió el Tribunal validando la elección presidencial a favor de Fecal cayese en manos de un futuro historiador, éste diría que Fecal fue presidente electo en las urnas, por tanto resulta importante toda la documentación que hay sobre la elección presidencial para contar con una fuente "científica" que pruebe el fraude.

Según Kapuscinski mismo dice los sucesos de Asia y Africa en 1950 sobre los cuales él tenía que informar no eran tan diferentes de los que el mismo Heródoto relataba en el 450 A.C. De tal forma que Kapuscinski viajaba el espacio y por el tiempo. Por consiguiente yo viajaba triplemente en espacios y tiempos: los de Heródoto que comprendían parte de Asia y Europa en 450 A. C., los de Kapuscinski, India, China y Africa, en 1950; y España y México en 2006.

Una de las semejanzas en todos los tiempos aunque en diferentes espacios se refiere a las dos fuerzas de las que hablé hace algunos días: siempre ha existido una fuerza que tiende a conservar las estructuras políticas, económicas y sociales y otra que puja por cambiarlas para progresar. Así pasaba en la antigüedad, así en India, China, Irán y los países africanos que visitaba Kapuscinski y así pasa en España y México. Otra de ellas es que siempre existe un país que quiere dominar a los demás y explotarlos cohartándoles su libertad y sus derechos; también siempre ha habido valientes y traidores.

Los relatos de la experiencia particular y colectiva de los que estamos participando en un lado y otro de esta crisis política, económica y social serán testimonios que cotejados con los que pudieran proporcionar los adversarios darán cuenta de lo que vivimos los mexicanos de esta generación para fundar una nueva república. Pero, sin duda, los progresistas serán considerados los que luchan en bien de la humanidad y los conservadores, los retrógradas.

El siguiente pasaje que resume una parte del libro es interesante en cuanto a que toca como diría López Obrador "lo mero principal" para nuestra causa.

Darío, el rey del imperio persa, muere antes de emprender la guerra contra Grecia para imponerles el yugo de la esclavitud, y Jerjes, su hijo, se dispone a hacerse cargo. Mardonio, uno de sus comandantes, supone que los griegos son en "la guerra la gente del mundo más falta de consejo, así por la impericia como por su cortedad..." que nadie saldría a su encuentro, cuando los vieran venir con las fuerzas del Asia por tierra y con todas las naves por agua, "¡No, señor, no llegará a tanto la temeridad de los griegos!"; sin embargo Artábano, el tío de Jerjes, opinaba que los griegos eran unos "hombres muy superiores en valor y que por mar y por tierra no tenían quien los igualase".

Jerjes decide lanzarse a la guerra contra Grecia, que en aquel tiempo la conformaban Atenas, Esparta y una serie de islas independientes que se embarcaban en discusiones y riñas sobre la democracia. Enfrascados en sus intereses creativos y productivos ni siquiera se percatan de que ya los ejércitos persas están rodeándolos. Después de una cruenta derrota sufrida por los griegos, éstos se unen con una valentía tal que apabullan a las huestes persas. Como el imperio persa aun cuenta con un gran prestigio sobre el poder de sus ejércitos, Jerjes envía a Alejandro, rey de Macedonia, que tenía buena relación con los griegos para convencerlos de que abandonen la guerra contra los persas, que más les vale pactar con Jerjes o de lo contrario sucumbirán a su poderío. Los atenienses responden que por más poderosos que sean los ejércitos persas, y pese a todo "prendados como estamos de la libertad, sacaremos esfuerzo de la debilidad, hasta tanto que no podamos más... La respuesta que deberéis dar será que le hacemos saber, nosotros los atenienses, que mientras gire el sol por donde al presente gira, nunca jamás pactaremos con Jerjes, a quien eternamente perseguiremos, confiados en la protección de los dioses y de los héroes cuyos templos y estatuas mandó él incendiar..."

Los espartanos temiendo que los atenienses fueran a negociar fueron a verlos pero quedaron muy tranquilos cuando los atenienses les dijeron: "Conocéis muy bien nuestra manera de pensar: ni encierra tanto oro en todas sus minas la tierra entera, ni cuenta entre todas sus regiones alguna ni tan bella ni tan fértil, a trueque de cuyo tesoro y de cuya provincia quisiéramos pasarnos con la infame condición de la esclavitud de la Grecia... Sabed de nuevo ahora que mientras quede vivo un ateniense, nadie tiene que temer que sea una Atenas con Jerjes".

A los que creen en el PRIAN les traduzco palabras del sabio Heródoto: Muchos son los panistas que no creen en Fecal; y, sin embargo, como arrastrados por la fuerza de lo imperativo, actúan como actúan. Y les aseguro que no cabe entre los seres humanos dolor igual al que sienten los que piensan bien sin hacer nada para impedir el mal.

A mis compañeros y compañeras de lucha, reemplazando lugares, tiempos y condiciones, sólo les agregaré: por más poderosos que sean los hombres del dinero, y pese a todo, prendados como estamos de la libertad, sacaremos esfuerzo de la debilidad, hasta tanto que no podamos más... nosotros los amantes de la justicia y la democracia, mientras gire el sol por donde al presente gira, nunca jamás pactaremos con los reaccionarios, a quien eternamente perseguiremos, confiados en el triunfo de la democracia y el bienestar para todos los mexicanos cuyas instituciones ellos mandaron incendiar... que conozcan muy bien nuestra manera de pensar, ninguna negociación aceptaremos a cambio de la infame condición de esclavitud en la que han mantenido al pueblo mexicano, que lo sepan de nuevo ahora que mientras quede vivo uno de nosotros, nadie tiene que temer que sea un México con Calderón."

Kapuscinski interpreta: "Tomad nota - parece decir Heródoto -: un insignificante grupo de pequeños estados griegos ha vencido a la gran potencia oriental, sólo porque los griegos se sabían libres, y por esa libertad estaban dispuestos a darlo todo".

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