Antonio Gershenson
La Cámara de Diputados había aprobado, por unanimidad, un paquete relacionado con la Ley de Ingresos que incluía dos medidas que, muy diferentes en cantidad, tenían algo en común: aumentar lo que se tenía que pagar por impuestos u otros gravámenes por artículos de gran consumo y que, sin embargo, causan daños a la salud. Se trataba de los cigarros y de los refrescos que contienen endulzantes, principalmente azúcares.
Era mucho más lo que se planteaba aumentar al tabaco: de un impuesto especial para producción y servicios (IEPS) de 110 por ciento, se aumentaba de inmediato a 140 por ciento y, luego de dos aumentos espaciados entre sí en el tiempo, se llegaría a 160 por ciento. A los refrescos se les gravaba con el 5 por ciento de su precio. Para fines de comparación, el aumento inmediato a los cigarros era de poco más de 25 por ciento, mucho más que a los refrescos.
Esto permitió que se hicieran más o menos públicos algunos de los daños causados por la creciente ingestión de refrescos, especialmente los de cola, que son los más consumidos en México. El aumento del porcentaje de personas con obesidad es una de las consecuencias. Y la obesidad hace que las personas sean más propensas a enfermedades cardiovasculares y a otros problemas. También se observa, entre los resultados del creciente consumo de refrescos, la mayor incidencia de diabetes, enfermedad degenerativa que hoy cobra bastantes más víctimas que antes. Sobre los daños del tabaco ya se había hablado mucho antes, no así sobre el de los refrescos, de modo que esta discusión tuvo, por lo menos, esa utilidad.
Cuando las iniciativas de reformas legales llegan al Senado, se empiezan a hacer públicas inconformidades con estos gravámenes, especialmente el de los refrescos. El PRI, que inició esta corriente, ponía como pretexto el daño a la industria azucarera e incluso a los campesinos cañeros. Nunca aclaró cómo era que un 5 por ciento de aumento podría provocar semejante crisis. Pero tampoco aclaró por qué nunca se metió con el aumento, mucho mayor, en el precio de los cigarros, ni a defender a los campesinos que cultivan el tabaco.
Total, que por causas no muy claras, y en medio de la incongruencia que mencionamos, en la que se deja pasar un aumento mayor a los cigarros y se frena un aumento mucho menor a los refrescos, el Senado acuerda por mayoría devolver esa parte de la reforma a la Cámara de Diputados. Y esta última cambia su posición y acepta la cancelación de ese cinco por ciento de aumento a los refrescos.
¿En qué medida ocupaba o preocupaba a los legisladores la salud de los consumidores? Buscamos más datos en la polémica internacional entre, por un lado, la Organización Mundial de la Salud y numerosas instituciones médicas o que se ocupan de la salud, y por otro, las grandes empresas internacionales ligadas a los azúcares. Y vemos que el del azúcar de caña, o la fructosa extraída del maíz o de otras plantas, no es el único problema para la salud con el creciente consumo de refrescos.
La Coca-Cola, el refresco de mayor consumo en Estados Unidos, en México y en muchos otros países, contiene, además del endulzante, que no siempre es el mismo, ácido fosfórico. Los ácidos son agrios; el mencionado lo es más que otros por ser químicamente más activo. Entonces, eso se compensa con grandes cantidades de azúcar u otro endulzante (se mencionan, según la fuente, entre 10 y 13 cucharaditas de azúcar por lata). El ácido fosfórico causa daño en especial a los huesos y a los dientes; también al estómago y otros órganos relacionados con la digestión. Otro ingrediente es la cafeína. Mientras que el que toma café sabe que este ingrediente está presente, y si le afecta el sueño puede dejar de consumirlo o tomarlo sólo en la mañana, con el citado refresco es común tomarlo en la comida, en la cena o entre comidas.
Si la preocupación eran los cañeros, ¿por qué nadie en las cámaras resucitó la discusión sobre el necesario uso del alcohol de caña (etanol) como oxigenante de la gasolina? ¿Por qué nadie planteó ir eliminando el venenoso MTBE que hoy se usa y en su lugar usar con la gasolina el etanol?
En otros países, incluso Estados Unidos, hay procesos acelerados de introducción de alcoholes para mejorar la calidad de las gasolinas y su efecto ambiental. Los tecnócratas quieren copiar a ese país en muchas otras cosas, pero nunca en sus niveles salariales ni en su proceso de sustitución de químicos venenosos por alcohol. Ya ni hablamos de Brasil, que es el país que más porcentaje promedio de alcohol usa con la gasolina.
De modo que no está claro por qué los mismos que habían aprobado ese pequeño impuesto a los refrescos por unanimidad, luego acordaron dejarlo fuera. Y por qué el pretexto de los cañeros fue usado por el PRI en el Senado, pero no en la discusión inicial en la Cámara de Diputados.
¿No será que la Coca Cola se maiceo a las Cámaras? De que puede, puede. La burra no era arisca la hicieron.
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