Quinta carta: La resistencia
En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás".
El temor del desempleo, de no tener para comer, lanza a la humanidad a una carrera vertiginosa en la cual es imposible detenerse a meditar hacia dónde va y con qué objeto. Hombres y mujeres corren todo el día sin mirarse, enloquecidos ante la violencia en la que se ha convertido la productividad.
El ser humano no puede mantenerse como tal a esta velocidad. No vamos caminando, sino trepados a un vehículo atestado que se guía a si mismo y toma un rumbo que se define a control remoto por una entidad abstracta. Ya nadie sabe para quien trabaja, apenas conoce a su jefe inmediato, pero es notorio que el mundo parece manejado por figuras abstractas: cuando uno quiere hablar con el responsable de algún lugar o hacer una reclamación, los empleados responden que no hay con quien hablar, son las políticas de la empresa ¿la empresa? ¿y quién es la empresa? No se sabe, no se puede dialogar con ella porque la empresa carece de materia que la represente, cuando más nos deja una voz grabada que nos indica los números que hay que marcar para obtener respuestas standard, ahora el receptor es un ser electrónico sin pensamiento ni sentimientos.
Es necesario detenerse porque nos dirigimos a un abismo que marcará nuestro fin. Es necesario que nosotros tomemos el timón y lo viremos en otra dirección. Sobre una vía que nos dignifique y nos devuelva nuestra calidad de ser humano libre de elegir.
Sabato nos alerta: "La capacidad de convicción de nuestra civilización es casi inexistente y se concentra en convencer a la gente de las bondades de sus cachivaches, que por cientos de millones se ofrecen en el mercado, sin tener en cuenta la basura que se acumula hora a hora, y que la tierra no puede asimilar. La globalización, que tanta amargura me ha traído, tiene su contrapartida: ya no hay posibilidades para los pueblos ni para las personas de jugarse por sí mismos. Ésta es una hora decisiva no para este o aquel país, sino para la tierra toda. Sobre nuestra generación pesa el destino, es ésta nuestra responsabilidad histórica."
Durante cinco siglos se ha luchado por los valores del ser humano, la libertad, la verdad, la justicia,... y hemos llegado al punto en el que se les eche por la borda o se defienda aquello por lo que tantos dieron su vida para beneficio nuestro y de las generaciones siguientes. Resignarse a la debacle es cobardía, es indigno. ¿Nos resignaremos a que mueran ya los que aun no han nacido?
No, aunque el escepticismo y la frivolidad ha hecho presos a quienes se quedaron ciegos, hay multitudes que trabajan guiados por sus valores y sus convicciones y se han convertido en centinelas de la defensa de la vida. Ellos son la resistencia.
La resistencia creará los espacios de libertad, descubrirá la verdad e impondrá la justicia. La tenacidad y el valor son nuestras armas aunadas a la razón y al amor. Estamos embarazados ya no sólo de una nueva república sino de un nuevo mundo, el parto será doloroso pero al fin veremos que nace una nueva humanidad.
El epílogo de Sabato: La decisión y la muerte, es un texto que no me atrevo a interpretar por respeto a un hombre admirable y debe ser bajo su pluma que ustedes reciban su despedida.
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