Gustavo Esteva
"¿Por qué no se ha producido", pregunta Carlos Monsiváis, "una gran movilización nacional en defensa de Oaxaca y su gente agredida, golpeada, vulnerada tan vastamente?... ¿Por qué se ha decidido sin deliberar que es mejor ver de soslayo o no enterarse de los agravios bárbaros a los derechos humanos?" (La Jornada, 21/1/07).
Estamos frente a "una estrategia jurídica, policiaca y militar... cuyo objetivo último es lograr el control y amedrentamiento de la población civil", como documentó el informe preliminar de la Comisión Civil Internacional de Observación de los Derechos Humanos. Callarse es insensato. Es preciso actuar en defensa propia, no solamente por solidaridad. Se trata de escarmentar en cabeza ajena, pero en sentido contrario al que pretende el gobierno, que receta en Oaxaca lecciones que quiere enseñar a todos los descontentos, para amedrentarlos.
Monsiváis aprecia las críticas de la Comisión a "algunas acciones de la APPO", pues exhiben "métodos que no son admisibles en circunstancia alguna". Piensa que "hizo falta una protesta mucho más decidida de la izquierda, porque estas acciones la agravian" y que deben exigirse "las autocríticas que hagan falta de parte de un movimiento social que en momentos y por grupos ha sido también muy irresponsable, por decir lo menos".
Sí pero no. Tomemos esto con un grano de sal. La Coordinadora Provisional de la APPO se deslindó de los hechos que menciona Monsiváis y condenó públicamente a sus autores. Son condenables y deben ser explícita y tajantemente condenados, pero evitando al hacerlo la criminalización de los movimientos sociales que forman parte de la estrategia denunciada por la comisión.
Ni la Coordinadora Provisional ni el actual Consejo representan a la APPO. Nunca tuvieron la capacidad de controlar lo que hacían quienes participaban en acciones realizadas bajo el manto de la APPO. Nadie, en el seno de esta convergencia de movimientos, puede expulsar a otro o aplicarle cualquier castigo. No podemos condenar al movimiento ambientalista o al lésbico-gay por lo que algunos de sus miembros o participantes realicen. Esto no implica callar. Significa solamente dar precisión y eficacia a la crítica.
Esbirros de Ulises Ruiz cometieron todo género de tropelías en nombre de la APPO, cuyas acciones fueron siempre objeto de provocación por parte de todas las policías. En la APPO participan organizaciones que abogan abiertamente por la violencia y pregonan o realizan diversas barbaridades. No logran predominar, pero no hay procedimientos para deshacerse de ellas.
Algunos piensan, con cierto fundamento, que son grupos infiltrados o controlados por el gobierno: su discurso es a menudo tan primario y obsoleto que puede atribuirse al entrenamiento que todavía se da en algunas esferas del gobierno a los cuadros que infiltran a las organizaciones sociales, para que actúen como informantes o las conduzcan al desastre.
Finalmente, aunque hay comportamientos que "no son admisibles en circunstancia alguna", deben ponerse en contexto algunos que no menciona Monsiváis: los que son producto de la rabia desesperada e incontenible que provocaron y siguen provocando los agravios bárbaros documentados por la comisión en jóvenes agraviados previa y largamente por los mismos actores que ahora los cometen.
Aclarar estos aspectos podría nutrir la movilización urgente que debe suscitar la documentación pública de los agravios. Eliminaría las reservas que han suscitado actos que se atribuyen genéricamente a la APPO y quizás han limitado las reacciones públicas ante la represión. Pero necesitamos, además, apelar a la imaginación. En muchos sectores de la izquierda no hay más recurso contra el atropello y la injusticia que la marcha y el grito. Hemos llegado al punto en que las marchas conducen a la parálisis y generan una sensación de impotencia. Sólo tienen efecto contundente en el tránsito. Requerimos nuevas formas de movilización, como las que en estos días anunciarán los oaxaqueños y demuestran la vitalidad de sus movimientos. Darán mucho de que hablar la asamblea de la APPO del Istmo, que tuvo lugar este fin de semana, y las iniciativas que se preparan para febrero.
Mientras tanto, los agravios bárbaros continúan. Los caciques priístas y cuadros de Ulises utilizan agresivamente los certificados de impunidad que le sigue otorgando el gobierno. Como dice Monsiváis, su perduración "es un enigma profundo y, además, un insulto muy severo a la lógica republicana". Pero no cabe alzarse de hombros. Somos parte del enigma y del insulto.
Negar lo que ocurre es parte de la estrategia oficial. Necesitamos negar esa negación, mostrando pública y fehacientemente que equivale a tapar el sol con un dedo. Pero necesitamos también negar la negación propia, la que no quiere ver los agravios o se deja paralizar por ellos. No queda mucho tiempo.
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