Luis Linares Zapata/ III y última
Animado por la primavera que, con generosa ayuda de las jacarandas, pintó de morado frenesí las cúpulas de ciudades, formó redondos islotes a su derredor y coloreó camellones y banquetas; animado, repito, continúo este alegato desde la izquierda que se piensa necesario. El referente es un artículo de Denise Dresser (Proceso 1586) por ser un resumidero de los muchos preconceptos, ataques, endebles opiniones y consejas disfrazadas de buenos deseos para el perfeccionamiento de la izquierda, pero siempre enfocando la vista desde los intereses de arriba, poco, o nada, desde los de abajo. Se abordan también las recomendaciones que desde múltiples trincheras derechistas se enfilan contra Andrés Manuel López Obrador a quien incansablemente tildan sus denostadores con sonoros dejos despectivos, como redentor del pueblo, su fiel intérprete y otras adicionales falsedades que cubren, con profusión, el ámbito público.
Si alguna innovación tiene la citada disertación de Dresser es, dicho con largueza, su esquemático resumen. Usa, para tan feroz exposición, una serie de disyuntivas a cual más de ellas preñadas de simpleza, imposibilidades o denuestos para la izquierda. Pero, en especial, dedicadas a reducir al absurdo las posturas, la oferta, las pretensiones que López Obrador sostuvo o difundió durante su campaña en pos de la Presidencia. Campaña y competencia que, hay que decirlo de nueva cuenta también, ganó y que unos jueces por demás amedrentados y cómplices ayudaron a arrebatarle.
¿Cómo justifica la citada articulista la endeble razón empleada por el tribunal electoral cuando afirma que el presidente Fox estuvo a punto de invalidar la elección? ¿Cuál sería la medida exacta, el límite preciso que debía conducir a la anulación electoral? Porque para asentar debidamente tan veleidosa sentencia, el dubitativo juez debió precisar el punto exacto de inflexión si hubiera querido impartir justicia, si hubiera caminado por la ruta de la estricta legalidad que tantas voces rellena. ¿Podrá ésa, que debía ser nítida línea, medirse en millones de pesos empleados en propaganda, serán acaso cientos de millones? ¿Podrían ser miles de millones tal como en efecto fueron gastados por Fox a principios de 2006? ¿O tendrá que trasladarse a los miles, cientos de miles o quizá millones de votantes que fueron convencidos por una publicidad insidiosa, probadamente falsa pero machacona hasta lo indecible, para que los jueces dictaminaran, con la transparencia del crucial caso, si hubo transgresión punible con la nulidad? Sin embargo, esa cuantificación quedó flotando entre los haberes de los jueces, tan abultados como mal habidos. Ministraciones ilegales que ahora se conocen al dedillo, según relato de la Auditoría Superior de la Federación y que las autoridades toleran en sepulcral silencio.
Dresser califica a sus propias interrogantes a la izquierda como ineludibles, inescapables, incómodas aun cuando el mismo AMLO, si se atiende tanto a sus palabras como a los hechos, ha tratado una y mil veces de encauzar, de encontrar sus límites y concreciones. Cuestiones que retraen, de inmediato, las trapacerías de los que han pervertido a las instituciones y las predican intocables. ¿Cómo conciliar la protesta con la colaboración? ¿Cómo ser oposición sin doblegarse? ¡Oh sorprendente redondez de la dialéctica opositora! Muy sencillo, señora analista: entendiendo que hay principios innegociables, oyendo la grávida voz popular que es soberana, no sólo los gritos de los enojados, aunque sean éstos los que lleven primacía.
Los mexicanos, señora de la simpleza disyuntiva, no votaron por la continuidad, como usted tan salerosamente afirma. El PRI propuso un cambio de modelo y bajo esa consigna compitió, aun cuando tuviera poca o nula credibilidad. Eso, junto al porcentaje decretado para AMLO, sumaría 57 por ciento del total. Pero la cuenta no termina ahí. Del 35 por ciento asignado a Calderón habría que restar el voto de aquellos, millones quizá, que llenos de temor, de pánico infundido por las visitas domiciliarias de agentes disfrazados de encuestadores, de millones de llamadas a los hogares hechas al amanecer, a media noche, en todo tiempo y lugar, con voces airadas, anónimas, que intimidaban a todos los que declaraban sus simpatías por AMLO. Hombres frágiles y mujeres temerosas de las furias naturales y de aquellas otras desatadas por los poderosos que siempre los dejan llenos de penurias y sufrimientos. Esos ciudadanos que no resistieron el peso de imágenes difundidas tarde y día, de manera flagrante en espots indebidos, ilegales, ¿dónde están contabilizados? Es inocua la tarea para tratar de oír algún requiebro al particular proveniente de los analistas y críticos, políticamente correctos, que antes de ello, solicitan, imploran, exigen negociación en pos de salud para la nación.
Pero Denise afirma que el electorado, la ciudadanía toda, no quiso, ni quiere, la purificación de la vida nacional ni una nueva República. La razón esgrimida: la sociedad mexicana es conservadora. No, señora, salga y pregunte abajo, cuestione directamente en las plazas, entre la mayoría empobrecida, expulsada, enajenada (que es abrumadora mayoría) y la respuesta que oirá forma ya un alarido por el sí. En efecto, AMLO y el ahora Frente Amplio Progresista le apostaron a ello y le seguirán apostando. Las encuestas que ha leído, y otras más que de pronto verán la luz de los medios electrónicos, dirán que es una ruta extraviada, que por ello la izquierda ha perdido la mitad de su capital, que no propone programas específicos y que AMLO es un estorbo. No, señora, tal apuesta se está haciendo más profusa, más informada, más recia y urgente y AMLO peregrina por el país para recogerla. Ya pronto se empezarán a ver los resultados de ese trabajo comprometido, cotidiano, propositivo y concreto, generoso como la floración que, en espesos manojos, las jacarandas regalan este primaveral abril de color morado profundo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario