La construcción de la coalición, para influir en la política real, estiman líderes
LUIS HERNANDEZ NAVARRO
Roma, 21 de junio. La constitución de la Izquierda Europea (IE) en Italia, con la participación de una parte de la sociedad civil antineoliberal y no sólo del Partido de la Refundación Comunista (PRC), supone un desafío importante: construir una coalición política capaz de influir en la política real, con experiencias que en su origen son distintas, en un momento político extraordinariamente complejo.
Don Tonino Dell'Ollio, de la asociación Libera, comprometida en la lucha contra la mafia, lo señaló con claridad en la asamblea constitutiva parafraseando al papa Juan XXIII. "No me interesa saber -dijo- si en el pasado chocamos. Me interesa saber si podremos ser capaces de emprender un camino juntos". Y añadió: "No me interesa sólo establecer puntos de contacto entre nuestras historias, me interesa proteger el futuro."
Esa unidad se topa, sin embargo, con un escollo. La posibilidad de formar un nuevo partido de izquierda sobre la base de una hipotética unidad entre el PRC, los comunistas italianos (PCI), los Verdes e Izquierda Democrática (ID). De concretarse, se modificaría sustancialmente el juego político.
Fausto Bertinnotti, presidente de la Cámara de Diputados y dirigente histórico del PRC, parece estar interesado en explorar ese camino. Oliviero Filiberto, secretario del PCI se muestra entusiasta con la idea. Sin embargo, Titti di Salvo, de ID, es mucho más escéptica. Su existencia como grupo con una identidad propia es demasiado reciente y una parte de sus integrantes prefiere aliarse con los socialistas.
Sin embargo, para el resto de las organizaciones la relación con los socialistas (que en realidad son social-liberales) es más compleja: coinciden con ellos en la defensa de los derechos sociales pero tienen diferencias fundamentales en cuestiones internacionales y de relación con los organismos financieros multilaterales.
No se trata de una cuestión secundaria. Una parte muy importante de esta nueva izquierda se construyó alrededor y desde el movimiento altermundista.
Así lo cree Vittorio Agnolletto. Médico desatacado en la lucha contra el sida, vocero del Foro Social durante las jornadas de protesta contra el Grupo de los Ocho en julio; eurodiputado elegido como parte de las listas del PRC, considera que este movimiento tiene en la lucha contra el neoliberalismo su paradigma principal. En él se expresa -asegura- la radicalidad que viene de las jornadas de Génova.
La situación se complica aún más porque las fuerzas que formarían el nuevo partido son parte de la coalición de centro-izquierda que gobierna el país, cuyo futuro podría estar en entredicho si sus integrantes no llegan a un acuerdo en torno a la cuestión social.
Además, desde su flanco izquierdo han recibido fuertes críticas -por ejemplo de los centros sociales del nordeste-, que cuestiona la participación italiana en la expedición militar en Afganistán.
Europa en la mira
En las últimas semanas se produjo un fuerte debate entre la militancia del PRC. Liberazione, el periódico del partido, publicó reportajes sobre Cuba y Venezuela sumamente críticos con sus revoluciones y sus liderazgos. La reacción fue explosiva entre quienes ven en esos procesos referencias fundamentales para la sociedad que se quiere construir. Los escritos pusieron a la orden del día el socialismo por el que se lucha y el papel de Europa en ellos.
Ramon Mantovani, actual diputado del PRC, conoce bien México. Ha estado allí en varias ocasiones, tanto para encontrarse con los zapatistas como en misiones parlamentarias. "América Latina -comenta en entrevista- siempre está presente en el imaginario y en el debate de la izquierda italiana".
Sin embargo, critica el esquema de relación basado tanto en el etnocentrismo europeo de suponer que la experiencia del viejo continente es superior a la latinoamericana, como el de considerar que lo que se hace en el nuevo mundo es superior o más avanzando que lo europeo y, por tanto, hay que subordinarse a ello. En su lugar, propone, hay que establecer nuevas formas de cooperación que permitan enfrentar de manera conjunto al neoliberalismo y la guerra.
Según él, Europa es la dimensión mínima de la política como expresión del conflicto de clase. El Estado de bienestar europeo -afirma- nacido de la derrota del fascismo y de las conquistas del movimiento obrero, supone un modelo civilizatorio que hay que defender, transformándolo, en contra de los embates del neoliberalismo. En él están las bases para un modelo económico y social alternativo, de democracia profunda y real.
Pero para que esto sea posible, debe cuestionarse la primacía del mercado, la competitividad y el crecimiento. Simultáneamente debe construirse la primacía del interés público y la participación pública, entendiendo lo público no solamente como lo estatal.
La referencia europea en la construcción de otra sociedad y otra política fue una constante en la constitución del capítulo de la IE en Italia. Fausto Bertinnotti lo explicó con claridad. Hay -dijo- una necesidad histórica cada vez más evidente: la de la creación de una sociedad alternativa. Los movimientos son conscientes de ello y lo han expresado con el eslogan "Otro mundo es posible".
Europa -afirmó- "está llamada a jugar un papel protagónico en este esfuerzo, pero no la actual Europa, sino otra. Una Europa que haga de la democracia la base de su papel en el mundo y con su modelo económico y social."
Europa es, desde su punto de vista, un espacio privilegiado para la integración de cada vez más países del este y el oeste, así como del norte y el sur. Pero no cualquier Europa y, ciertamente no, la Europa del capital, de los bancos y los mercados.
El viejo continente, asegura, es "la expresión mínima necesaria para el renacimiento de la política de las clases subalternas". Y la conquista de la paz y la transformación de la sociedad capitalista serán claves, serán los terrenos para hacerlo.
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