El ex secretario de Defensa de EEUU, William Perry, ha expresado preocupación por el hecho de que se mantenga el peligro del estallido por casualidad de una guerra nuclear. |
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9 de agosto (Desde Rusia) No puede menos que alarmar el que los misiles estadounidenses y los rusos sigan en régimen de puesta en marcha. "La situación se torna más peligrosa, porque desde el fin de la Guerra Fría ha empeorado el estado del sistema de alerta ruso", sostiene Perry. Desde luego, persiste el peligro del estallido casual de una guerra nuclear y es poco probable que el sistema ruso de aviso sobre ataque misilístico haya mejorado después de la desintegración de la URSS. Pero también es necesario señalar que el peligro en cuestión está relacionado con el régimen de disuasión nuclear mutua, heredado por Rusia y EEUU de la época de la Guerra Fría. Mientras que en sus arsenales y en los de otros países nuclearizados quede arma nuclear - aunque sea en pequeñas cantidades - ese peligro no podrá ser eliminado, a pesar de existir sistemas de aviso superseguros. El principio clásico de la disuasión nuclear funcionaba sólo en las relaciones mutuas entre dos superpotencias: la URSS y EEUU, en estado de confrontación. Pero actualmente Rusia ya no es superpotencia y tiene relaciones de partenariado con EEUU. La disuasión nuclear mutua - aunque sea de proporciones mínimas - contradice obviamente tanto la idea de partenariado proclamada como la de seguridad internacional. A pesar de desarrollarse colosales esfuerzos al más alto nivel político, la disuasión nuclear en teoría es capaz de reproducir en cualquier momento todo el conjunto de relaciones confrontacionistas. La doctrina de disuasión lleva en sí la concepción de tener que ver con un enemigo rabioso, la idea de intimidación mutua y la competición en el aumento de arsenales de armas nucleares. Esa doctrina parece haber absorbido toda la desconfianza recíproca, todos los recelos y las nociones caricaturizadas de la contraparte, acumulados durante largos años. La eliminación paulatina de esas nociones estereotipadas supone enfocar de un modo nuevo la doctrina de disuasión nuclear y transformarla radicalmente. En el mejor de los casos, la disuasión nuclear garantiza un peligro igual como sustituto de una seguridad auténtica. Incluso de lograr reducir a la nada la amenaza de una guerra nuclear premeditada, quedará el peligro de su estallido por casualidad o como resultado de una provocación, si sigue existiendo el arma nuclear. El sentido común dice: no debe tratarse de disuadir con la ayuda del arma nuclear, sino de renunciar al aumento de sus arsenales y su perfeccionamiento e ir reduciendo sus existencias, hasta su total liquidación y la prohibición de fabricar tal arma. Durante los últimos años EEUU da pasos en dirección opuesta. Primero, precisamente por culpa de EEUU el régimen de control sobre el armamento nuclear - que garantizaba en general lo predecible de la situación militar-política, el aviso estratégico suficiente y, en esencia, eliminaba el peligro de un ataque por sorpresa - actualmente está de hecho destruido. El plazo de vigencia de los dos tratados más importantes ruso-estadounidenses en materia de limitación y reducción de las armas estratégicas se vence en 2009 (el Tratado de las Armas Ofensivas Estratégicas, START) y en 2012 (el Tratado de Reducción de las Armas Ofensivas Estratégicas). Las inspecciones que se realizaban a tenor con el Tratado de los Misiles de Alcance Medio y Más Corto cesaron, porque en mayo de 2001 se venció el plazo acordado de 13 años de la actividad inspeccionista (pero la prohibición de fabricar los misiles en cuestión sigue vigente, porque es un Tratado sin plazo fijo). No cabe esperar la firma de nuevos convenios de importancia en esa materia con EEUU y la OTAN. A pesar de que el Tratado de la Prohibición Universal de las Pruebas Nucleares fue ratificado por tres potencias nucleares: Rusia, Gran Bretaña y Francia, no existen perspectivas de su entrada en vigor (debido a la posición mantenida por EEUU, China, Israel, Irán, la India, Pakistán, Corea del Norte y algunos otros países que poseen tecnologías nucleares). El Tratado de Reducción de las Armas Ofensivas Estratégicas era, probablemente, el último concertado sobre el particular entre Rusia y EEUU. Las sucesivas reducciones de los armamentos nucleares van a realizarse, en el mejor de los casos, adoptando medidas unilaterales paralelas, probablemente sin realizar coordinaciones recíprocas, según la conveniencia técnica y económica, la que cada una de las partes va a determinar de modo independiente, sin consultarlo con la otra parte. Segundo, precisamente EEUU está destruyendo también otro régimen muy importante de la seguridad internacional, el de no proliferación nuclear. El país asestó tres golpes fuertes contra ese régimen durante los últimos años. Primero, EEUU abandonó el Tratado de Defensa Antimisiles (1972), por lo cual quedó afectado todo el sistema de convenios, que fue elaborado gracias a colosales esfuerzos durante la Guerra Fría. Segundo, surgió una nueva doctrina nuclear estadounidense, la que además de bajar el umbral de un eventual empleo del arma nuclear, la dejó de catalogar entre los arsenales de disuasión políticos y la colocó entre los de campo de batalla. Tercero, EEUU reconoció de hecho ser la India una potencia nuclear y concertó con ella un convenio de amplia cooperación en materia nuclear. Como resultado, perdieron todo su rigor los últimos argumentos políticos y morales que se solía erigir contra la proliferación nuclear, quedando, en esencia, sólo la amenaza del empleo de la fuerza. Pero ésta no funcionó, por ejemplo, en el caso de Corea del Norte. De ahí que dentro de 10 años Rusia y el mundo entero pueden verse en una situación de desarrollo preventivo de unos focos de crisis nucleares, de propagación en avalancha de arsenales nucleares en ciertos países, incluidos los de regímenes autoritarios e inestables. Las condiciones de almacenamiento seguro del arma nuclear y las garantías de excluir el acceso a tal arma y su empleo no sancionado estarán al más bajo nivel. Todo ello, junto con la posibilidad real del terrorismo nuclear, puede crear un peligro tan grande para la seguridad regional y la global, que todos los demás retos y amenazas: ecológicos, energéticos y otros, se relegarán a un segundo plano. Desde que la Humanidad entró en su "primer siglo nuclear", ella vive en una situación en que el mecanismo de destrucción está bien ajustado y el disparador se encuentra a un pelo de ponerse en acción, entre ello por una casualidad. El raciocinio se resiste a creer que tanto depende de algo ínfimo, que toda la naturaleza que rodea al ser humano, igual que la propia civilización, la que completó los prodigios de la evolución con sorprendentes logros del arte, la ciencia, la organización social y la eminencia del espíritu, en un abrir y cerrar de ojos pueden verse sumidas en la inexistencia. La mera comprensión de ello no basta para corregir la situación. La comprensión de lo inaceptable de la amenaza nuclear debe plasmarse en los respectivos tratados sobre el desarme nuclear. Pero EEUU no está preparado para ello.
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