Grilla o Política: Falso Dilema de la Sociedad
Por lo común se confunde la noble actividad política con el quehacer ruin, servil y acomodaticio de la grilla, pues mientras la primera tiende al beneficio mayor de la "polis" o ciudadanía, la segunda sólo busca el lucro personal, el botín particular.
Por Dagoberto Márquez
Hace días, con motivo de una opinión relacionada con el comportamiento de la economía, se hizo un duro comentario que pudiera haberse mal interpretado, razón por la cual es necesario precisar, aclarar. El comentario quedó inmerso en la reflexión titulada “Signos de recesión” (análisis) y fue hecho cuando este opinante citaba enfáticamente lo relativo a un perfil profesional, el del doctor Rogelio Ramírez de la O, un prestigiado consultor en materia económica “El doctor Rogelio Ramírez de la O es analista económico profesional, no un grillo de la política”.
El asunto viene a cuento porque sería injusto dejar las cosas así, sin precisar ni aclarar nada, cuando en el artículo previo se utilizó esa dura expresión, una que pudo haber causado malestar o cierta indignación.
Estimado lector, Fina lectora, la política es más que una actividad. Se trata de una posición personal que se adopta en determinadas circunstancias llegado el momento, porque la política es un asunto de definiciones que tiene como punto de partida la convicción personal, lo cual no se reduce al oportunismo ni a la necedad. En esa lógica lo que habría que agregar es que la política no está circunscrita sólo a “los políticos”, sino a todo aquel que, haciendo un balance (de las cosas) y teniendo respeto por lo que sucede, decide fijar una postura de cara a los demás.
Algo difícil de entender incluso, porque no todos comprenden dicha necesidad de participar en su comunidad, preocupados porque los asuntos de gobierno mejoren para bien de todos, de la propia comunidad. Algo distinto de lo que se refiere a la participación de necios y advenedizos que sólo buscan beneficio propio y cierta notoriedad, importándoles un carajo que las cosas se degraden, porque en su interior no existe preocupación genuina, sino codicia, desmesura y fatuidad.
Y la postura política viene desde mucho muy atrás, desde la antigüedad, desde la época de los grandes filósofos y pensadores griegos, porque fue desde entonces cuando, preocupados por lo que ocurría, hombres como Sócrates, Platón o Aristóteles ya se pronunciaban por una vida mejor para los demás. Y las cosas evolucionaron hasta hoy día, aunque las mismas son a veces un revoltijo que tiende no sólo a no enaltecer, sino incluso a demeritar y a reducir la noble e importantísima actividad.
Y uno de los aspectos por los cuales las cosas son así, está visto en la grilla, en la politiquería, binomio sucio y deleznable que supone falta de juicio, corrupción y cierta mediocridad. Sí, obsolescencia y antigüedad, pero de la mala, si nos atenemos al hecho de que para quienes así la conciben no entienden la palabra EVOLUCIÓN, quedándose en la abigarrada esfera de la suciedad y del engaño de décadas antepasadas, cuando la actividad política fue vista como el solo y exclusivo escaño de poder mediante el cual, quien lo ejercía, podía enriquecerse y hacer lo que se le antojara, sin que importaran ni propósitos ni objetivos sociales que emanciparan y prodigaran mejoras al pueblo, reduciendo la actividad política a una actividad más bien vulgar. Un asunto tortuoso y asqueroso que parecía quedar atrás, pero que por diversas causas y gracias a la alquimia y al propio fraude se sobrepone para desgracia de todos, para desgracia de toda la sociedad. Y así las cosas, y por ello, la necesidad de precisar y de aclarar.
Estimado lector, Fina lectora, la grilla se entiende a juicio nuestro como la anti política, como la “actividad” propia de grillos y de pelafustanes, aquello mediante lo cual es posible treparse al poder sea éste el poder real o sólo un remedo del mismo. La grilla se entiende como la actividad propia de grillos, mediante la cual se enardece el estado de ánimo con lisonjas, servilismo y retórica, y desde lo cual no se avanza ni se arregla nada, asunto donde lo que importa es salir en la foto, ser tomado en cuenta, con méritos o sin ellos, pero donde lo que más interesa es enquistarse en las estructuras de poder, en las de gobierno, en las de los partidos políticos y demás. Por grilla política se entiende entonces a la actividad insulsa mediante la cual es posible hacerse de “un buen hueso”, sin estar preparado ni tener méritos, con el único propósito de hacerse de “algo”, sin que importen los demás. Un asunto repudiable, porque con eso sólo se logra corromper lo que de otra forma podría ser el instrumento idóneo para hacer avanzar a la sociedad. Y por grillo se entiende al hombrecillo que, despojado de escrúpulos, sólo se dedica a alardear y a alabar, a postrarse sin remedio ni nada en la lógica de que desde esa postura conseguirá lo que otros no, reduciéndose a sí mismo a la indignidad, en aras de volverse “importante”, convirtiendo la política en una olla de grillos que más tarde degradará y envilecerá la vida del partido, la organización política, el sindicato, las estructuras de gobierno, la procuración de la justicia, la construcción del presupuesto, la paz social de todo un pueblo y en general la tranquilidad de toda sociedad. Y por eso la necesidad de precisar y de aclarar.
Por eso, en contraparte con lo anteriormente señalado --honor a quien honor merece-- y desde esa óptica el reconocimiento claro en el sentido de que, al margen de los bandos y partidos políticos, una cosa es cierta: existe gente, personas diversas y disímbolas unas de otras que, contra lo que se piense, sí dedican parte de su tiempo a reivindicar la actividad política, y esa gente, esas personas, son valiosas --indistintamente del partido en el cual militen-- porque con su preocupación genuina sí aportan lo que la política requiere realmente, refiriéndonos a una genuina preocupación por la misma, a la capacidad, conocimiento, mística y elementos que renuevan y oxigenan lo que con la “participación” de otros, nomás no. Y esas personas requieren apoyo y consideración, comprensión en muy diversos sentidos, porque con su esfuerzo las cosas sí mejorarán. Y a dicha gente la encontramos por aquí y por allá, en los partidos, en las organizaciones sociales, en los sindicatos, en la academia, en la cátedra, en las universidades, en el propio gobierno así como en la sociedad. Y esa gente es valiosa indistintamente y al margen de su posición social, capacidad económica y de su edad, algo medio complicado porque al participar en política y así sea con reconocimiento o sin él, hay otra gente que la bloquea, porque en su interior sabe que esa gente brillará, desbancándoles y desplazándoles de las estructuras de poder.
Por eso, a reconocer lo que sí vale y a reforzar los puentes de comprensión hacia los que oxigenan la política, que eso sí está ligado a los requerimientos de la sociedad y nada de eso va a lograrse si no existe, mínimamente, sensibilidad social de parte de los actores políticos, aunque también se requiere un mínimo de integridad.
Por eso hay que dejar atrás el falso dilema y mejorar todo lo que requiere la noble actividad política, pues esta necesita filosofía, vocación, mística y sensibilidad, todo lo cual --pero debidamente amalgamado-- permitirá el asenso de nuevos valores, la interacción de la política misma y con ello el avance verdadero del pueblo y, en su conjunto, de la sociedad.
Es todo
El asunto viene a cuento porque sería injusto dejar las cosas así, sin precisar ni aclarar nada, cuando en el artículo previo se utilizó esa dura expresión, una que pudo haber causado malestar o cierta indignación.
Estimado lector, Fina lectora, la política es más que una actividad. Se trata de una posición personal que se adopta en determinadas circunstancias llegado el momento, porque la política es un asunto de definiciones que tiene como punto de partida la convicción personal, lo cual no se reduce al oportunismo ni a la necedad. En esa lógica lo que habría que agregar es que la política no está circunscrita sólo a “los políticos”, sino a todo aquel que, haciendo un balance (de las cosas) y teniendo respeto por lo que sucede, decide fijar una postura de cara a los demás.
Algo difícil de entender incluso, porque no todos comprenden dicha necesidad de participar en su comunidad, preocupados porque los asuntos de gobierno mejoren para bien de todos, de la propia comunidad. Algo distinto de lo que se refiere a la participación de necios y advenedizos que sólo buscan beneficio propio y cierta notoriedad, importándoles un carajo que las cosas se degraden, porque en su interior no existe preocupación genuina, sino codicia, desmesura y fatuidad.
Y la postura política viene desde mucho muy atrás, desde la antigüedad, desde la época de los grandes filósofos y pensadores griegos, porque fue desde entonces cuando, preocupados por lo que ocurría, hombres como Sócrates, Platón o Aristóteles ya se pronunciaban por una vida mejor para los demás. Y las cosas evolucionaron hasta hoy día, aunque las mismas son a veces un revoltijo que tiende no sólo a no enaltecer, sino incluso a demeritar y a reducir la noble e importantísima actividad.
Y uno de los aspectos por los cuales las cosas son así, está visto en la grilla, en la politiquería, binomio sucio y deleznable que supone falta de juicio, corrupción y cierta mediocridad. Sí, obsolescencia y antigüedad, pero de la mala, si nos atenemos al hecho de que para quienes así la conciben no entienden la palabra EVOLUCIÓN, quedándose en la abigarrada esfera de la suciedad y del engaño de décadas antepasadas, cuando la actividad política fue vista como el solo y exclusivo escaño de poder mediante el cual, quien lo ejercía, podía enriquecerse y hacer lo que se le antojara, sin que importaran ni propósitos ni objetivos sociales que emanciparan y prodigaran mejoras al pueblo, reduciendo la actividad política a una actividad más bien vulgar. Un asunto tortuoso y asqueroso que parecía quedar atrás, pero que por diversas causas y gracias a la alquimia y al propio fraude se sobrepone para desgracia de todos, para desgracia de toda la sociedad. Y así las cosas, y por ello, la necesidad de precisar y de aclarar.
Estimado lector, Fina lectora, la grilla se entiende a juicio nuestro como la anti política, como la “actividad” propia de grillos y de pelafustanes, aquello mediante lo cual es posible treparse al poder sea éste el poder real o sólo un remedo del mismo. La grilla se entiende como la actividad propia de grillos, mediante la cual se enardece el estado de ánimo con lisonjas, servilismo y retórica, y desde lo cual no se avanza ni se arregla nada, asunto donde lo que importa es salir en la foto, ser tomado en cuenta, con méritos o sin ellos, pero donde lo que más interesa es enquistarse en las estructuras de poder, en las de gobierno, en las de los partidos políticos y demás. Por grilla política se entiende entonces a la actividad insulsa mediante la cual es posible hacerse de “un buen hueso”, sin estar preparado ni tener méritos, con el único propósito de hacerse de “algo”, sin que importen los demás. Un asunto repudiable, porque con eso sólo se logra corromper lo que de otra forma podría ser el instrumento idóneo para hacer avanzar a la sociedad. Y por grillo se entiende al hombrecillo que, despojado de escrúpulos, sólo se dedica a alardear y a alabar, a postrarse sin remedio ni nada en la lógica de que desde esa postura conseguirá lo que otros no, reduciéndose a sí mismo a la indignidad, en aras de volverse “importante”, convirtiendo la política en una olla de grillos que más tarde degradará y envilecerá la vida del partido, la organización política, el sindicato, las estructuras de gobierno, la procuración de la justicia, la construcción del presupuesto, la paz social de todo un pueblo y en general la tranquilidad de toda sociedad. Y por eso la necesidad de precisar y de aclarar.
Por eso, en contraparte con lo anteriormente señalado --honor a quien honor merece-- y desde esa óptica el reconocimiento claro en el sentido de que, al margen de los bandos y partidos políticos, una cosa es cierta: existe gente, personas diversas y disímbolas unas de otras que, contra lo que se piense, sí dedican parte de su tiempo a reivindicar la actividad política, y esa gente, esas personas, son valiosas --indistintamente del partido en el cual militen-- porque con su preocupación genuina sí aportan lo que la política requiere realmente, refiriéndonos a una genuina preocupación por la misma, a la capacidad, conocimiento, mística y elementos que renuevan y oxigenan lo que con la “participación” de otros, nomás no. Y esas personas requieren apoyo y consideración, comprensión en muy diversos sentidos, porque con su esfuerzo las cosas sí mejorarán. Y a dicha gente la encontramos por aquí y por allá, en los partidos, en las organizaciones sociales, en los sindicatos, en la academia, en la cátedra, en las universidades, en el propio gobierno así como en la sociedad. Y esa gente es valiosa indistintamente y al margen de su posición social, capacidad económica y de su edad, algo medio complicado porque al participar en política y así sea con reconocimiento o sin él, hay otra gente que la bloquea, porque en su interior sabe que esa gente brillará, desbancándoles y desplazándoles de las estructuras de poder.
Por eso, a reconocer lo que sí vale y a reforzar los puentes de comprensión hacia los que oxigenan la política, que eso sí está ligado a los requerimientos de la sociedad y nada de eso va a lograrse si no existe, mínimamente, sensibilidad social de parte de los actores políticos, aunque también se requiere un mínimo de integridad.
Por eso hay que dejar atrás el falso dilema y mejorar todo lo que requiere la noble actividad política, pues esta necesita filosofía, vocación, mística y sensibilidad, todo lo cual --pero debidamente amalgamado-- permitirá el asenso de nuevos valores, la interacción de la política misma y con ello el avance verdadero del pueblo y, en su conjunto, de la sociedad.
Es todo
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