viernes, marzo 07, 2008

A Pesar de Pesares, AMLO Es el Líder Político de México

Este es EL PRESIDENTE
Ante denuncias de corrupción --una dirigida, otra evidenciada-- se contrastan las acciones de un verdadero líder político como AMLO, sin cola que le pisen, y un pelele "inflado" por los medios, que se hunde en la defensa inútil de su paje Mouriño.

Casi todos los comentaristas y locutores de radio y televisión (salvedad excepcional de Carmen Aristegui, Ricardo Rocha y hasta Jacobo Zabludovski) han insistido y siguen insistiendo machaconamente en "las continuas derrotas" y el abandono en que se encuentra Andrés Manuel López Obrador y sus "menguadas" huestes de simpatizantes más radicales.

Muerto, muerto (como lo quieren exhibir)... y sin embargo se mueve.

López Obrador no sólo reúne miles de apoyadores cada vez que los convoca (no son todos los que asisten, pues cientos de miles más no tienen igual disposición de tiempo o recursos propios para viajar grandes trechos), sino que todo lo que dice, aunque trata de ser igrnorado y silenciado por el aparato "institucional", trasciende por la fuerza de su razón que sus detractores y enemigos no logran combatir ni contrarrestar, más que con insultos y calificativos. Pero sigue marcando la agenda política de México, igual que durante su tiempo de Jefe del gobierno capitalino..

La denuncia que AMLO hizo sobre los ilícitos de Juan Camilo Mouriño, bisoño y torpe íntimo de Felipe Calderón habilitado de secretario de Gobernación, fue un disparo seco y certero a la línea de flotación de la "reforma energética" que Calderón le encargó a su gallego alfil (o reina, vaya usted a saber, por la libertad de movimientos que le dio), difundida como "salvadora del país" cuando sólo auspicia el desmedido enriquecimiento de bribones --como Mouriño y otros connotados panistas-- que se han adueñado de las empresas paraestatales Pemex y CFE como patrimonio propio y familiar, con derecho exclusivo al uso y abuso de éstas.

El golpe de López Obrador fue tan contundente y demoledor que dejó "groggy" no sólo a Juan Camilo, sino a su inepto jefe y a toda la camarilla del PAN, lo mismo del Congreso que de la sede partidista. Todos sabían de la transa, muchos participaron en ella, pero ninguno pensó que Andrés Manuel la descubriera, y menos que la exhibiera con papeles y firmas irrefutables.

Pillado (como dicen en su tierra natal) con las manos en la misa dominical, Mouriño no atinó más que a proferir insultos contra López Obrador, sin poder aportar una sola y triste prueba en su descargo. Ni siquiera fingió demencia, algún océano mental donde olvidara lo que hizo entre 2003 y 2007. Comprensivos y cómplices, la mayoría de medios "institucionales" de comunicación arropó de inmediato a Mouriño con "el beneficio de la duda", mientras se deshacían también en insultos contra el único y verdadero líder político nacionalista que hoy tiene México (antes de cualquier reclamación, Salinas no es un líder, es un capo mafioso)..

Muy a su pesar, políticos y comunicadores debieron ceder a la fuerza del escándalo --porque las evidencias son irrefutables-- y participar en el mismo para tratar de aminorarlo y salvar algo de la hundida fama del delfín felipillado y, sobre todo, de la pretendida "reforma energética". Los patrocinadores externos e internos de la usurpación, que confiaban en "la extraordinaria capacidad de maniobra" de Mouriño, ven decepcionados cuán frágil resultó su adalid de pacotilla. A las primeras de cambio, no resistió un enfrentamiento con un peso completo de la política. Por eso rehuía el debate, alegando que AMLO sólo buscaba reflectores. De todos modos los obtuvo... sobre Mouriño quien quedó exhibido en todo su esplendor. Muy bonito, bien guapito... pero muy pendejo.

El PAN, regenteado por otro peón de FeCal, tampoco atina más que a hundirse en su propio estiércol. Plantarse Germán Martínez Cázares, con facha de nerd bravero, a declarar que Mouriño y la nueva casta de políticos ineptos, corruptos y entreguistas son "un orgullo del PAN", equivale a un harakiri político sin anestesia ni oración oferente. De haber actuado con más mesura y cacumen, sin las bravuconadas típicas del panismo yunquero, la dirigencia partidista habría controlado mejor el daño hecho, no sólo permitiendo, sino hasta alentando la denuncia formal de los hechos y su consiguiente investigación, para dilucidar responsabilidades y proceder a los castigos necesarios. Al cabo que todo el aparato justiciero está más doblado por la corrupción que un tallito de frijol bajo un tráiler, pero por lo menos habrían salvado algo de "las manos limpias" y las apariencias.

En este punto se impone la comparación que no resiste la ídem. Cuando a López Obrador se le quiso involucrar por rebote en los supuestos ilícitos de René Bejarano (ex secretario particular en la fecha de cometerlo) y Gustavo Ponce (secretario de Finanzas del GDF), no había constancia alguna que lo ligara directa o indirecta en los ilícitos, y la simple inferencia resultaba muy retorcida para resistir cualquier análisis imparcial. Pero se acusó principal y directamente a López Obrador y hasta se hizo mofa de su alegato sobre un complot o conjura fraguada desde Los Pinos (como después se vio que era cierto, aunque nadie admitió la equivocación). Sin embargo, tanto Bejarano como Ponce acabaron en la cárcel a disposición de un juez, que liberó a Bejarano por insuficiencia de pruebas en la configuración del delito. Ponce está en proceso.

En ninguno de ambos casos López Obrador pidió al PRD que saliera a defender la honorabilidad de ambos personajes, uno de los cuales --Bejarano-- recuperó medianamete la suya, por sentencia del juez. Por lo contrario, el PRD lo condenó y sacó de sus filas y hasta hoy, demostrada su inocencia, no le restituye su honor.

Qué contraste con Mouriño. Los documentos presentados tienen su firma, que él no ha podido desmentir, y su jefe (directamente implicado porque Mouriño actuó estando bajo su mando, con su conocimiento y consentimiento) se hace de la vista gorda y ordena al PAN defender al bribón a costa de lo que sea, para mantenerlo en el puesto que le dio, contra la Constitución y contra la lógica. Se mancha junto con Mouriño en otra oportunidad que pierde Calderón de rescatar algo de mínima dignidad.

A fin de cuentas, ambos comportamientos ante similares cargos delinean los liderazgos. El indiscutible de Andrés Manuel López Obrador, cada día, en cada torpeza del contrario, se consolida más y más, pese a las rabietas y entripados de Ciro Gómez Leyva, Eduardo Ruiz Healy, Leo Zuckermann, Jorge Menéndez, Ricardo Alemán y un tropel enorme de amanuenses oficiales. El otro "liderazgo", mediático y pagado, de Felipe Calderón, va de fracaso en fracaso, arrastrando y aumentando su desprestigio, aplaudido por Televisa, TV Azteca y medios electrónicos que exigen --como pago a su obsequioso servilismo-- más concesiones.

En el caso Mouriño, como en los que están por venir, Andrés Manuel López Obrador se destaca como una verdadero líder político. El otro, usurpador, es una triste marioneta que ni siquiera ejecuta bien el guión que le escriben.
Pos con quien creen estos rufianes que están tratando? ¿Con uno de sus iguales? Este PROTESTO defender LEAL Y PATRIOTICAMENTE el mandato constitucional, no ante una camarilla de rufianes como EL USURPADOR, sino ANTE MILLONES DE MEXICANOS que acudimos, aquel histórico 16 de septiembre de 2006, a refrendarle nuestro VOTO TIRADO A LA BASURA. La diferencia está a la vista. Aunque la telecracia se desgañite por querernos hacer creer lo contrario, NO PASAN. Lo que más les puede son las múltiples ocasiones que los ha exhibido como los viles mentirosos y cómplices de la oligarquía que pretende seguir saquendo las riquezas de México impunemente.

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