Estamos hartos de reportar ASESINATOS de luchadores sociales, como nuestro amigo chihuahuense Armando Villarreal Marta, de la Asociacion AGRODINAMICA, estamos llenos de indignacion por lo que sucede en el Pais y especificamente en nuestro abandonado campo mexicano.
La lucha de Armando Villarreal Martha
Víctor M. Quintana S.
Pocas horas antes del asesinato de Armando Villarreal Martha hubo gran presencia y retenes de la policía federal en Nuevo Casas Grandes, Chihuahua; pocas horas después, las cuadrillas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) recomenzaron a desconectar la corriente de muchos pozos agrícolas de ese municipio y del vecino Buenaventura. Que nadie se sorprenda, pues, de la leyenda garabateada en las decenas de tractores que acompañaron el multitudinario cortejo fúnebre el domingo 16: “Gobierno asesino”.
Los agricultores implacables a la hora de reconectar pozos, tomar instalaciones de la CFE y quemar tractores, ahora deambulan enfrente de la funeraria con la rabia contenida y los ojos llorosos. “El gobierno bien sabía que no podía someterlo”, “Era otro Pancho Villa, era un loco que a nada le tenía miedo”, comentan. Al rato, con la misma rabia se expresan de las tarifas eléctricas y del precio de los fertilizantes que en tres años se ha disparado de poco más de 3 mil a 8 mil pesos la tonelada.
La energía para el campo fue el centro de la lucha de Armando Villarreal desde 2001. Nadie comprendió y manejó mejor que él, entre todos los activistas rurales, el problema de este insumo estratégico para los pocos agricultores viables que ha dejado la política agropecuaria neoliberal: la energía eléctrica para riego agrícola, los combustibles, los fertilizantes, fueron temas recurrentes en sus ágiles y sorprendentes recorridos no sólo en la vastedad chihuahuense, sino hasta el centro y el sur del país, mismos que dieron origen a la organización Agrodinámica Nacional.
Gracias a su lucha, la Cámara de Diputados, ya presionada también por el movimiento El campo no aguanta más, aprobó desde noviembre de 2002 la famosa y nunca aplicada Ley de Energía para el Campo.
Cuando esta ley fue aprobada, Armando purgaba una condena de 18 meses en Ciudad Juárez, acusado de motín, lo que lo convirtió en el primer preso político del régimen foxista.
Ahora que se habla tanto de reforma energética, Villarreal fue quien más insistió en que el encarecimiento de los fertilizantes es consecuencia directa del cierre de plantas productoras de los mismos por parte de Pemex, como las plantas de Cosoleacaque y Camargo. Para él no se trata solamente de defender el petróleo, sino reconstruir la capacidad de la nación para producir agroquímicos: no hay soberanía alimentaria sin soberanía energética.
Las bases sociales de los movimientos que Armando dirigió no eran los típicos campesinos temporaleros: en su mayoría eran los agricultores de riego que alguna vez estuvieron capitalizados y que se debaten por seguir siendo viables en el contexto del libre comercio y las políticas neoliberales. Los que todavía dependen de la agricultura para la mayoría de su ingreso familiar. De ahí su gran disposición a la lucha y combatividad, que Villarreal supo captar muy bien y dirigir mejor.
En varios aspectos Armando discordó del grueso del movimiento campesino, al menos en Chihuahua: favoreció y demandó el cultivo de transgénicos; consideraba que no era tan importante demandar la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, sino hacer rentable al campo: defendió a productores que agotan los mantos acuíferos; entre sus representados en la lucha por tarifas justas de la CFE había algunos productores muy ricos, que, oportunistamente se colgaban del movimiento; no quiso unirse y acordar con los organizadores de la campaña Sin maíz no hay país…
Sin embargo, a la hora de la solidaridad, ahí estuvo Armando siempre, por encima de diferencias y rencillas. Hará un año en estos días que un dirigente del Frente Democrático Campesino fue encarcelado y se libraron órdenes de aprehensión contra otros cuatro. Al otro día, Villarreal bloqueó con tractores varias calles de Chihuahua para exigir su liberación.
Como toda persona, Armando tuvo sus claroscuros, pero en la percepción de los agricultores chihuahuenses, guanajuatenses, laguneros, zacatecanos que dirigió y de todos los que compartieron sus luchas, hay varias verdades: 1. Armando Villarreal fue un líder irreductible ante el gobierno, 2. Todas las luchas que encabezó fueron justas, 3. El gobierno le temía, pues en cualquier momento podía optar por métodos más radicales y mucha gente lo iba a seguir, 4. Armando representaba un dolor continuo de cabeza para el gobierno por su radicalismo en el fondo y en la forma. Por todo esto, el propio gobierno resulta para los campesinos el principal sospechoso del asesinato, al menos hasta que no aclare con satisfacción el crimen y castigue a los verdaderos responsables.
Estos días de bíblicos ventarrones no es el polvo lo que más recorre las llanuras chihuahuenses, es la demanda de justicia para Armando Villlarreal y la certeza de que no ha muerto, pues su lucha está más viva que nunca.
Los agricultores implacables a la hora de reconectar pozos, tomar instalaciones de la CFE y quemar tractores, ahora deambulan enfrente de la funeraria con la rabia contenida y los ojos llorosos. “El gobierno bien sabía que no podía someterlo”, “Era otro Pancho Villa, era un loco que a nada le tenía miedo”, comentan. Al rato, con la misma rabia se expresan de las tarifas eléctricas y del precio de los fertilizantes que en tres años se ha disparado de poco más de 3 mil a 8 mil pesos la tonelada.
La energía para el campo fue el centro de la lucha de Armando Villarreal desde 2001. Nadie comprendió y manejó mejor que él, entre todos los activistas rurales, el problema de este insumo estratégico para los pocos agricultores viables que ha dejado la política agropecuaria neoliberal: la energía eléctrica para riego agrícola, los combustibles, los fertilizantes, fueron temas recurrentes en sus ágiles y sorprendentes recorridos no sólo en la vastedad chihuahuense, sino hasta el centro y el sur del país, mismos que dieron origen a la organización Agrodinámica Nacional.
Gracias a su lucha, la Cámara de Diputados, ya presionada también por el movimiento El campo no aguanta más, aprobó desde noviembre de 2002 la famosa y nunca aplicada Ley de Energía para el Campo.
Cuando esta ley fue aprobada, Armando purgaba una condena de 18 meses en Ciudad Juárez, acusado de motín, lo que lo convirtió en el primer preso político del régimen foxista.
Ahora que se habla tanto de reforma energética, Villarreal fue quien más insistió en que el encarecimiento de los fertilizantes es consecuencia directa del cierre de plantas productoras de los mismos por parte de Pemex, como las plantas de Cosoleacaque y Camargo. Para él no se trata solamente de defender el petróleo, sino reconstruir la capacidad de la nación para producir agroquímicos: no hay soberanía alimentaria sin soberanía energética.
Las bases sociales de los movimientos que Armando dirigió no eran los típicos campesinos temporaleros: en su mayoría eran los agricultores de riego que alguna vez estuvieron capitalizados y que se debaten por seguir siendo viables en el contexto del libre comercio y las políticas neoliberales. Los que todavía dependen de la agricultura para la mayoría de su ingreso familiar. De ahí su gran disposición a la lucha y combatividad, que Villarreal supo captar muy bien y dirigir mejor.
En varios aspectos Armando discordó del grueso del movimiento campesino, al menos en Chihuahua: favoreció y demandó el cultivo de transgénicos; consideraba que no era tan importante demandar la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, sino hacer rentable al campo: defendió a productores que agotan los mantos acuíferos; entre sus representados en la lucha por tarifas justas de la CFE había algunos productores muy ricos, que, oportunistamente se colgaban del movimiento; no quiso unirse y acordar con los organizadores de la campaña Sin maíz no hay país…
Sin embargo, a la hora de la solidaridad, ahí estuvo Armando siempre, por encima de diferencias y rencillas. Hará un año en estos días que un dirigente del Frente Democrático Campesino fue encarcelado y se libraron órdenes de aprehensión contra otros cuatro. Al otro día, Villarreal bloqueó con tractores varias calles de Chihuahua para exigir su liberación.
Como toda persona, Armando tuvo sus claroscuros, pero en la percepción de los agricultores chihuahuenses, guanajuatenses, laguneros, zacatecanos que dirigió y de todos los que compartieron sus luchas, hay varias verdades: 1. Armando Villarreal fue un líder irreductible ante el gobierno, 2. Todas las luchas que encabezó fueron justas, 3. El gobierno le temía, pues en cualquier momento podía optar por métodos más radicales y mucha gente lo iba a seguir, 4. Armando representaba un dolor continuo de cabeza para el gobierno por su radicalismo en el fondo y en la forma. Por todo esto, el propio gobierno resulta para los campesinos el principal sospechoso del asesinato, al menos hasta que no aclare con satisfacción el crimen y castigue a los verdaderos responsables.
Estos días de bíblicos ventarrones no es el polvo lo que más recorre las llanuras chihuahuenses, es la demanda de justicia para Armando Villlarreal y la certeza de que no ha muerto, pues su lucha está más viva que nunca.
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