José Antonio Rojas Nieto
Tengo una diferencia importante –sustantiva, me atrevo a decir– con la concepción gubernamental de renta petrolera que aparece en el diagnóstico oficial de Pemex. Pudiera parecer barroca pero creo –de verdad que lo creo–, no lo es. Trataré de explicar por qué. Aunque hay una veintena de citas en las que se habla de renta petrolera, la definición oficial se propone en la página 115, apartado 5.3 del documento de diagnóstico: “La renta petrolera está constituida por la diferencia entre el valor de los hidrocarburos extraídos del subsuelo a precios de mercado internacional, menos los costos de extracción eficientes”.
No. La renta petrolera sólo está constituida por el diferencial entre el costo de producción de México y el del productor de más alto costo, que produce el barril equivalente al de México, demandada por el mercado (con cierto cuidado llamémoslo marginal). Para descubrir quién es este productor marginal de más alto costo demandado por el mercado, ayuda diferenciar –muy a la manera ricardiana–, entre el precio natural del crudo y su precio de mercado.
Existe un amplio consenso entre los analistas petroleros internacionales de que la cotización actual del petróleo registra un sobreprecio especulativo de cerca de 20 dólares para el caso del WTI (un poco menos para la canasta estadunidense y para el crudo de México). Se trata de un sobreprecio que –efectivamente y de acuerdo a las razones en las que se sustenta esta especulación– puede aumentar o disminuir, incluso drásticamente.
¿De dónde sale esta idea? De otra muy simple. Si los productores de costos cercanos a 67 dólares (para el caso del West Texas Intermediate, 60 para el caso de la canasta de crudos importados por los Estados Unidos, o 50 para un crudo similar al de México), si estos productores –reitero– lanzan al mercado toda su producción, se satisfaría plenamente una demanda que en el invierno llegará a los 90 millones de barriles al día.
Es decir, un precio medio de 77 dólares para el caso del WTI, de 70 dólares para la canasta de crudos importados por los Estados Unidos o 60 para el caso de nuestra Mezcla (su precio natural, simplificando un poco) permitiría que estos productores con mayores costos, recogieran del mercado al menos –por ejemplo- 10 dólares como ganancia industrial bruta, convertida en ganancia neta luego de pagar parte de esos 10 dólares por barril a los que los financiaron y a los comercializadores.
Pero…siempre un pero, por efecto de las pujas bursátiles que hoy despliegan los fondos de pensiones y los fondos de inversión de todo el mundo, disputándose los futuros de petróleo (del gas natural, de carbón, del hierro, del estaño, del cobre, del níquel, de la naranja, del arroz, del trigo, del maíz, del la plata, del otro, en general de todas las llamadas commodities), los precios del petróleo en 2008 podrían promediar cerca de 97 dólares para el caso del WTI, 90 para la canasta de crudos importados por Estados Unidos, 80 para el caso de nuestro petróleo. Esos 20 dólares más (podrán ser más, incluso) son excedente petrolero extraordinario, en este caso especulativo.
Así (con estos números u otros similares) diferenciamos nítidamente los tres componentes del excedente petrolero total: 1) una renta petrolera, que en el caso de México sería de 45.50 dólares por barril para 2008; 2) un rendimiento industrial de 10 dólares por barril, a compartir con financieros y comercializadores; 3) y una excedente extraordinario de 19 dólares, fruto de la especulación. No debemos confundirlos. Jamás, so riesgo de administrarlos mal. Muy mal. Sumados –sólo sumados– darían lo que el gobierno llama renta petrolera. ¿Cuestión de semántica?
No sólo. Es muy riesgoso, extremadamente riesgoso, hacer planes a futuro con el excedente especulativo, que incluso puede ser negativo algún momento, y comerse parte de la ganancia industrial o –más aún– de la renta. Y más riesgoso aún, no discutir con cuidado qué hacer con este excedente especulativo, volátil, variable, incluso peligroso.
El Fondo de Estabilización Petrolera ha sido una excelente propuesta, siempre minimizada. Segundo, hay que exigir rigurosamente a Pemex Exploración y Producción (PEP), una productividad tal que le permita obtener costos que garanticen su rendimiento industrial (en mi ejemplo 10 dólares por barril), similar al que debe obtener Pemex refinación y Pemex Gas y Petroquímica. Y, finalmente, exigirle, por una parte y también a PEP, mayor cuidado en costos para obtener el máximo de la renta petrolera propiedad de la Nación. Y por otra parte al gobierno, una planeación cuidadosa de qué hacer con este componente, que pueden limitarse en el mediano y largo plazos por una elevación de costos mayor que la del marginal del mercado petrolero mundial. Ignorar o borrar estas diferencias nos conduce –como parece ya sucedió– a un manejo dispendioso e ineficiente de los tres componentes del excedente petrolero: renta, ganancia industrial y excedente extraordinario. Así parece.
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