Ricardo Andrade Jardí
Mientras los funcionarios del desgobierno usurpador intentan desaparecer, para luego repartirse, los excedentes petroleros, el narcotráfico, al que según Fecal “le estamos ganando –menos mal-- la guerra”, sigue con su sangrienta cuota en la lucha por el poder, económico, el político ya no interesa a nadie pues el elenco circense que la norma institucional requiere para poder ser franquicia de la trasnacional “Democracia Corporation S.A.”, no requiere competencia, ni despierta ya el menor interés, en un sistema global que únicamente responde a los dictados del mercado libre, es decir, al dinero.
En tanto el campo mexicano condenado al abandono y el hambre, está próximo a enfrentarse a la competencia desleal de las trasnacionales que como siempre exportarán a México sus productos agrícolas con todas las facilidades mientras la Secretaría de Hacienda implementa las fórmulas que le permitan cobrarle más impuestos a los pobres y menos a los ricos, impuestos que terminarán pagando los propios campesinos, hoy abandonados a la suerte dictada por la globalización.
¡Explotación o muerte! Es el grito de los nuevos capitalistas de la tecnocracia contratados para administrar desde el desgobierno los intereses usureros de los internacionales consorcios y los mediocres, pero reconfortantes, privilegios de los oligarcas apátridas y sus patanes (intelectuales clasemedieros) orgánicos, que se sienten iluminados, para repetirnos cada diez minutos lo bueno que será que los extranjeros empresarios y empresarios mexicanos exploten y comercialicen el petróleo, con la garantía de que todos (ellos por supuesto) se enriquezcan y que todos (nosotros) asumamos el riesgo de la deuda privada y la paguemos como si fuera pública, pero sólo en el supuesto de que algo salga mal, como siempre sale, cuando se trata de los negocios de la oligarquía con los recursos o patrimonios públicos.
Y ahí están los “debatientes” haciéndole el favor a la usurpación, opinando por todos los contras de la reforma energética fecalista, los a favores no son más que un manojo de slogans mal justificados, aunque en la realidad bastaría que recordemos el atraco del rescate carretero, del rescate azucarero, bancario (FOBAPROA) y TELMEX, para que sólo la mención de la propuesta de reforma energética que pretende abrir la inversión privada de nuestros recursos energéticos fuera suficiente para promover los juicios políticos contra el usurpador y todo funcionario que lo acompañe en el intento inconstitucional de que la familia del españolete secretario usurpador de Gobernación, siga haciéndose millonaria a las costillas de la pobreza mexicana y del petróleo nuestro, tan codiciado.
El debate real debería ser otro, el debate debería estar encaminado a terminar con la impunidad y la corrupción que se promueve desde el desgobierno usurpador, a buscar otras formas de energía más sanas ambientalmente y que dejen de hacernos dependientes del mercado global y la especulación usurera, a lograr también que el petróleo sea extraído por PEMEX para satisfacer las demandas de las necesidades internas y no para la exportación… el debate debería darse nacional y públicamente, lejos del circo legislativo, para evitar el Plan México-Iniciativa Mérida, que obligará a nuestras policías (las que deberían desaparecer ya) y fuerzas armadas a someterse al control y las órdenes de la milicia gringa y a nuestros desgobiernos a los caprichos de los cretinos y asesinos presidentes de la Casa Blanca. Como siempre, Estados Unidos pondrá las armas y nosotros los muertos, es ahí donde tendríamos que estar debatiendo y no en la parafernalia telecrática de un debate que de nacional no tiene nada y de público aún menos, debatir qué futuro queremos, el de los sepulcros o el de nuestra independencia con todas las ventajas y desventajas que eso implica, mientras “Los Chuchos” y el PRIAN aprueben lo que ya tienen pactado desde hace tiempo en su falso juego democrático. Es claro que la defensa de nuestra soberanía no se dará en las tribunas legislativas de la impunidad y la corrupción, sino donde siempre se ha defendido la soberanía de los pueblos, en las barricadas, que suelen cerrar las calles, pero también abrir los caminos.
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