lunes, mayo 05, 2008

Con un continente por corazón


Michel Balivo

(Generosidad y reciprocidad)

Esta semana “celebramos” a nivel mundial el día del trabajador. En Venezuela estamos de fiesta porque pese a las múltiples dificultades, llevamos los diez años de la revolución bolivariana aumentado cada año el salario a los trabajadores en esta fecha, por encima de la inflación. Al punto de que ya estamos casi en los 400 dólares de salario mínimo, en el primer lugar de Sudamérica. Esta vez el aumento es del 30%.
Este aumento es para empleados públicos y privados e incluye a todos los jubilados que están homologados con el sueldo mínimo, así como a todos los beneficiarios de las misiones que reciben becas o ayudas referidas al salario mínimo. Pero además se decretó el mismo aumento del treinta por ciento para todos los empleados públicos, sea cual sea su sueldo.
Sumándole los “cesta ticket” llegamos entonces a los 550 dólares, y hoy en día disponemos de acceso a estudios, atención médica y medicamentos totalmente gratuitos. La nacionalización de la electricidad y teléfonos permitió bajar el costo de los servicios e ir ampliándolos a las zonas que por exigir inversiones no tenían cobertura. Algo similar ha sucedido con el agua que ya está muy cerca de la cobertura total, cuando en 1999 había siete millones de excluidos. En dos años erradicamos el analfabetismo.
Se están sustituyendo los ranchos por casas dignas, construyendo por sobre las cien mil soluciones habitacionales anuales. Este año se están nacionalizando las compañías productoras de cemento, piedra picada y acero, por lo cual es de esperar que ahora que ya no se exportará la producción y se racionalizarán los precios, se pueda elevar el número de viviendas que se construyen anualmente, dándole prioridad a la industria nacional.
Todo esto se ha logrado creando nuevas alternativas al estrangulamiento económico impuesto por el neoliberalismo y sus instituciones, el FMI, BM, OMC, etc. Pese a todos los profetas del desastre que no teniendo nada que decir en contra de lo que se está haciendo, bombardean mediáticamente a la población con amenazas sobre el oscuro futuro que se cierne sobre el país, exagerando cada problema que hace diez años invisibilizaban, el país sigue creciendo y desarrollándose con sorprendentes números.
No solo económicos, sino sobre todo sociales. Por ejemplo medio país está estudiando y casi todos tienen ya acceso a la salud. La pobreza ha bajado desde el 60 al 30% y la más crítica está ya por debajo del 10%, igual que el desempleo. Pese a toda esa enorme inversión social, las reservas internacionales están por encima de 30 mil millones de dólares, más altas que nunca jamás.
La producción agrícola e industrial está creciendo consistentemente apoyada por créditos con bajos intereses sobre todo a pequeñas y medianas empresas, (hasta veinte años para el campo), y por la asistencia técnica de países amigos, como Irán, Argentina, Brasil. Cuba, China, etc.
Esto se complementa con la Misión Mercal que reparte 150 mil toneladas mensuales de alimento a precios subsidiados, muchas veces por debajo del 100% y más del precio de mercado. Contra los repetidos jueguitos de desabastecimiento de la oposición se creó la Misión PDVAL, que reparte otras 150 mil toneladas de alimento mensuales a precios regulados.
Se están realizando además planes de producción conjunta preventiva de alimentos, que seguramente a breve plazo, junto con la ecuación energética, se extenderán a toda Latinoamérica, ya que con la alteración climática son los más graves problemas que enfrentamos y exigen ineludibles y veloces respuestas para evitar el caos y la barbarie.
Seguramente muchos amigos se estarán preguntando, o tal vez sintiendo hasta sin darse demasiada cuenta, dónde estará la falla dentro de este tan positivo paisaje o qué les estaré queriendo vender disfrazado. Lo se porque he vivido el escepticismo de las últimas décadas y también porque veo a la organización que va quedando atrás, que va muriendo, preguntarse lo mismo intentando descubrir los puntos débiles para poder atacarlos, magnificarlos.
Pero la respuesta es simple. Hoy en Venezuela el crecimiento no genera deuda social, o en otras palabras, no crecen los números mientras el ser humano es crecientemente esclavizado y explotado en múltiples tipos de cárceles. Por el contrario, “es el crecimiento del ser humano en todas sus dimensiones el que produce todas las riquezas posibles”.
Nuestra historia es un testimonio viviente de ello, o si se quiere somos ese testimonio, esa historia viviente y operante, esa maravillosa aventura de descubrimiento de leyes y tecnologías que generó la revolución económica y cultural por acumulación de experiencia y conocimiento. Pero en lo que a libertad y disfrute de la vida se refiere el camino ha sido inverso.
El mismo conocimiento que utilizamos para liberarnos de determinismos naturales y transformar esas limitaciones acorde a nuestras necesidades, también lo usamos para crearnos viviendas zoológicas. Así como antes creábamos y adorábamos dioses, coloridas o abstractas entidades que representaban las poderosas fuerzas naturales o celestiales, hoy adoramos al dios dinero, a las entidades y autoridades institucionales.
Dándonos cuenta o no, aún nos regimos y/o justificamos nuestras conductas por supuestas leyes zoológicas como la supervivencia del más apto o fuerte, para conseguir el sustento y reproducir sus genes. Más en sencillo adoramos al dios dinero y su reino del libre mercado, y tenemos por ley el que cada cual se las arregle como pueda y los que vengan después ya verán que hacen.
Si lo que digo parece exagerado, vean como se alimentan insensibles tanques de vehículos en lugar de dolientes estómagos humanos. Miren un instante a Bolivia, como en la llamada Media Luna venden los terrenos con esclavos incluidos al mejor estilo feudal, mientras imponen la democracia a palos a los sucios e ignorantes indígenas inferiores.
Como gritan que la democracia, (la de mayor consenso democrático de los últimos tiempos en lo que a cantidad de votos se refiere), solo es democracia si sirve a sus intereses, o a los de sus amos. Ellos no están sujetos a esas tontas convenciones, ellos hacen lo que quieren y les conviene, sin importar si ello cuesta unas decenas de miles de vidas de criaturas que no parecen tener alma.
¿Y qué es esa tal alma? ¿Cuál es la democracia de esas supuestas almas que han de ganar el cielo por asalto? Tampoco es tan difícil de discernir si uno se observa atenta y sensiblemente con la actitud y en la profundidad apropiada. La misma libertad, la misma movilidad que tenemos respecto a las limitaciones naturales es la que nos hace vulnerables.
No sabemos realmente quienes somos ni adonde vamos. Tampoco sabemos si es necesario saberlo. Porque junto con esa movilidad en el horizonte temporal, junto con esa libertad de moverse entre la memoria y la imaginación a la que llamamos tiempo, surgen las incertidumbres y temores a no conseguir, a carecer de lo necesario a futuro.
Y con los temores surgen como contra cara los deseos de seguridad, de continuidad. Ese temor y deseo de asegurarse el futuro son la matriz de la posesión, que nos lleva a querer apropiarnos, a concebir la propiedad privada y heredable, que no solo posibilita la continuidad de nuestros hábitos posesivos, sino que se continúen en nuestros hijos y los suyos.
Todo esta visión trascendente que llega a imaginar cielos e infiernos, es posible porque se abren las puertas que nos permiten concebir un futuro, nos impulsan a explorar horizontes posibles más allá del placer y el dolor cíclicos, que exigen el movimiento necesario para la satisfacción de las necesidades inmediatas, es decir el trabajo.
Desde ese trasfondo anímico, cuya raíz es obviamente sicológica, (prueba de ello es que hasta los más ricos, dueños de medio mundo sufren y son motivados desapercibidamente por los mismos temores), se organizan entonces gradualmente las sociedades y sus instituciones. Es evidente que la posesión no está limitada a bienes materiales.
Se desplaza a ideales abstractos de vida, a ideologías y hasta personas, generando no solo una esclavitud y explotación física, material, sino también una dependencia, adicción sicológica, emocional, afectiva, mediante la cual los esclavos sienten necesitar y defienden a las autoridades que los esclavizan. No en vano tenemos luchas de clases, géneros y razas que aspiran a ser tratados como iguales, no solo legalmente sino sobre todo como seres humanos.
Viendo así las cosas, resulta evidente que a medida que vamos conociendo y organizando en consecuencia, hemos convertido gradualmente nuestra libertad, nuestra movilidad temporal en cárceles y esclavitudes de todo tipo, principalmente de los hábitos y creencias desarrollados en tal ejercicio.
De ese modo la vida en sociedad se experimenta como un embudo en el que nos desplazamos cada vez más hacia la parte estrecha, cada vez menos libertad y bienes para la mayoría. Al punto de que hasta los sueños hoy se inducen a través de las tecnologías audiovisuales, estimulando ese trasfondo desapercibido pero operante de temores y deseos temporales, para direccionar hábitos y creencias acorde al deseo de seguridad y continuidad deseada del sistema imperante.
La libertad, la movilidad sicológica en alas del temor y el deseo, se convierte entonces en fijación sicológica, en cárceles de identificación con hábitos y creencias operantes que seducen, sugestionan e hipnotizan las conciencias. Expresándose en conductas egoístas, conflictivas, violentas en lo que a la libertad del otro se refiere.
Ese es sencillamente el mundo que hemos construido y que nada tiene que ver con leyes y limitaciones naturales, sino con mecanismos sicológicos. Una simple imagen plástica que ejemplifica todo este complejo trasfondo, es la del egoísmo.
Si logramos aprehender el proceso mediante el cual hemos vendido por un plato de comida caliente la libertad con que fuimos creados o nacemos. Si logramos reconocer en nuestra propia siquis como la sutil movilidad del aleteo de mariposas, por la vía del temor y del deseo de seguridad se va convirtiendo en una estática piedra, entonces las soluciones son obvias.
Y claro está, en época de acelerados y acuciantes hechos que exigen inmediatas y profundas, estructurales respuestas de cambios de dirección, si es que no queremos continuar ciegamente como ganado en estampida camino del abismo, no podemos ya limitarnos ni seguirnos regodeando en sueños e ideologías.
Es lógico que el creciente sufrimiento, que la creciente sensación de un mundo agresivo, insensible e inhóspito, nos lleve a soñar despiertos y desear extrañas y esotéricas felicidades. O tal vez simplemente a continuar deseando riquezas a costa de la esclavitud y sufrimiento de otros, mientras declamamos ideales de libertad, paz, justicia, igualdad, hermandad.
Pero si nosotros, si nuestros temores y deseos nos llevaron a construir este mundo que hoy resentimos y rechazamos. Si nuestro egoísmo fue lo que organizó de este modo el trabajo y la injusta distribución de los bienes producidos por la creatividad y el esfuerzo pretendiendo prevenir, asegurarnos el temido futuro. Si hemos convertido la vida en guerra preventiva, ¿qué dioses o extraterrestres vendrán ahora a cambiarlo y salvarnos mágicamente?
No deseo entonces venderles ningún nuevo paraíso virtual para mantenerlos dormidos y seguir alimentando las llamas de este infierno que hemos creado. Solo mostrarles con sencillez el camino que se va abriendo gracias a la revolución bolivariana y la solidaridad de los países amigos. Algunos de ellos desde la precariedad de recursos pero la grandeza de alma en que las mismas circunstancias y decisiones los han sumido.
Desde la incertidumbre del temor y del deseo nunca tendremos la suficiente fe en el futuro, en las fuerzas de nuestra propia libertad. Y si es ese mismo temor y sufrimiento quien preventivamente lucha e intenta, solo repetirá una vez más la triste historia de esclavitud y negación de los demás, los callejones de alienación, soledad, egoísmo y violencia en que hoy nos sentimos atrapados sin salida.
¿Qué sucederá por ejemplo en la coyuntura en que el hermano pueblo boliviano se encuentra?
¿Más discriminación, una vez más derramamiento inútil de sangre entre hermanos en pos de ilusorios paraísos e inútil apropiación y acumulación de bienes? ¿Abrir un mayor abismo de temores y sus fantasmales imaginaciones entre seres humanos?
Si comprendemos que la generosidad, la solidaridad, la alegría de compartir los frutos de nuestro trabajo y creatividad, son el único modo de corregir la dirección conductual del egoísmo y el triste y aburrido mundo que intentando seguridad y continuidad hemos así construido. Si reconocemos que nadie más que tú y yo, nosotros, podemos decidirlo, iniciarlo y hacerlo aquí y ahora, entonces la dirección de salida de este callejón ya está a la vista.
Nosotros construimos nuestras propias cárceles, nosotros convertimos nuestra libertad en esclavitud. Solo nosotros podemos reconocerlo y permitir que esos falsos muros que el temor cual cemento sostiene unidos, comiencen a desmoronarse. Nos dicen que unidos somos invencibles. Cierto. Pero ahora estamos unidos en el temor y somos sus esclavos.
No es la unidad entonces el problema, sino su dirección expresada en hechos, en conductas. La unidad guiada por la generosidad y la alegría de la creatividad y el compartir libremente es lo que necesitamos. Todos hemos sentido de un modo u otro el poder de la creación. Una particular emoción convertida en pintura, un poema, un escrito, una canción, un recipiente de cerámica, una comida, un nuevo ingenio al servicio de la humanidad.
Imaginemos ahora la enorme alegría de compartirlo libremente, de regalarlo por amor. Y quedémonos con las manos abiertas para que la misma generosa alegría de compartir sea el camino de regreso de la creatividad multiplicada de los demás.
¿No es la creatividad, la generosa fertilidad de la naturaleza la que provee y sostiene todas y cada una de nuestras necesidades? ¿No es la misma naturaleza la que nos guía y protege a través del proceso de gestación y parto, desde una única célula hasta el de alumbramiento de un nuevo ser?
¿Quién sino el temor cerró entonces esas generosas puertas, convirtiéndose en el innecesario administrador de lo que nadie le dio? ¿Quién sino el temor convirtió el mundo en una lucha sin fin, no dejando otra alternativa que vivir encerrados, encarcelados en nuestras casas?
Si comprendemos este proceso observándolo atentamente en nuestra dinámica mental y sus resultantes conductas, (y por cierto no hay otro lugar donde observar mecanismos sicológicos), entonces quedará claro por qué la revolución bolivariana, apoyada totalmente por la cubana, se abre camino hacia una revolución continental y mundial.
En primer lugar porque hay una condición mental colectiva que sufre las mismas circunstancias. Esa es la contracara sicológica de la globalidad económica posibilitada por la revolución de las tecnologías de producción, transporte y comunicación. Sin ese trasfondo colectivo la chispa no podría convertirse en llama e incendiar nuestro planeta.
Quiero decir que nuestra conciencia como nuestro cuerpo tiene umbrales de tolerancia, más allá de los cuales se disparan o desencadenan respuestas estructurales que incluyen al ecosistema orgánico, que a menudo olvidamos incluye nuestro cuerpo. En otras palabras no somos un chicle que se puede masticar a placer, nuestra flexibilidad también tiene límites.
Las circunstancias límites que experimentamos y de las cuales comenzamos a caer en conciencia, no solo intelectualmente, sino emocional, moral y corporalmente, desbordan los modelos existentes y sus ritmos de respuestas, que corren siempre detrás de los hechos y se conforman con dar explicaciones que no cambian nada.
Ahora ante la íntima presión de las exigencias en ciernes, comenzaremos a presenciar respuestas cada vez más veloces y globales. Como dijimos podemos estar unidos en la dirección del temor y el egoísmo o en la de la alegría y la solidaridad. Si algo caracteriza al proceso bolivariano más allá de los errores, carencias y limitaciones inherentes a todo intento y aprendizaje, es el acento en la ética poniendo por prioridad al ser humano y el pago de la enorme deuda social.
Y del mismo modo trasciende sus fronteras proyectándose en las relaciones internacionales. Cansados de propuestas y cumbres sin ningún resultado, se comenzó a establecer relaciones bilaterales de intercambio donde la prioridad era el equilibrio de asimetrías y el desarrollo, el beneficio mutuo, conjunto.
Pero una vez más, esto solo fue posible porque de repente, “causalmente” comenzaron a brotar los líderes populares en toda América. Si observamos con atención, notaremos que en este punto nos enfrentamos a las limitaciones, al abismo que el temor impuso.
¿Cómo ir más allá de los intereses de cada nación de crecer a costa de las demás, de hacer “buenos negocios”, más allá del sueño de ser la más grande de todas que es necesariamente la cuna de todo imperialismo? El único modo es trascendiendo, yendo más allá del temor y sus fantasmales sueños de grandeza, en los hechos. ¿Y qué es lo que va más allá del temor? La alegría de vivir que no es sino generosidad, la solidaridad.
Así es como en los hechos la revolución bolivariana apoyada por la cubana se van abriendo camino. (La encuesta Gallup del 26 de abril, sitúa a Venezuela con un 80% de posibilidades de estudio para los jóvenes, por encima del 56% de América Latina, 74% de Europa, 75% de Asia, y solo por debajo del 90% de Cuba. En lo que a alimentación respecta es la cuarta entre 134 países).
Más allá de ideologías extienden generosamente las manos, para compartir aquello de lo que buenamente disponen. Y los seres humanos se sienten tratados y se recuerdan como seres humanos, Y la alegría va restando lugar al temor, va convirtiéndose en fuerza y valor para enfrentarlo y resistir sus presiones, va desplazando a la duda, a la desconfianza.
Y entonces por las manos que la generosidad abrió comienzan a volver multiplicadas la alegría y la generosidad, y se va restableciendo la dinámica natural que el temor interrumpió y fue contrayendo hasta convertirnos en esclavos de nuestra propia libertad. Así es como se restablece la perdida reciprocidad de la vida, del ecosistema, que nunca pidió nada a cambio de traernos a ser en el mundo, cobijarnos y brindarnos todo lo necesario.
Y cuando esa práctica inicial se va convirtiendo en certeza de hechos, en reacción comprobada a nuestro accionar, entonces sabemos que no importan cuales sean las circunstancias, son las direcciones de acción elegidas y comprobadas las que nos liberan o aprisionan. No importa que ganemos o perdamos mil batallas, lo único decisivo es la dirección sostenida de nuestras acciones generosas o egoístas. Eso establece los frutos que hemos de cosechar. Ese es el único futuro posible, la única posibilidad de cambio real y sin retroceso posible.
¿Dónde se despedaza un continente? ¿Vemos acaso separaciones naturales que digan que hasta aquí es un país y más allá comienza o termina otro? Entonces, si es evidente que en la mente humana es donde surgen las divisiones, también allí han de terminar por el camino de volver a experimentar la profunda y satisfactoria alegría de compartir y sintonizarse nuevamente con la generosidad que la vida es. Un solo continente en el corazón, en la mirada y en los hechos.

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