Dr. Eugenio R. Balari
Pobreza e inseguridad, dos hermanas gemelas muy peligrosas
Si en los últimos años la mirada de la opinión pública mundial se posó en la violencia desatada en las guerras de Irak y Afganistán, con sus cuantiosas y lamentables víctimas entre muertos y heridos; los mexicanos debemos reconocer, con gran inquietud, que de forma algo similar (aunque no se trate de una guerra de ocupación militar), ello también comienza a ocurrir con México.
Todo hace indicar que desde el origen de los gobiernos panistas, pero sobretodo en el actual, en México la violencia y la inseguridad se han exacerbado hasta niveles inimaginables.
Delicada y peligrosa situación política es la que se produce en un país cuando las autoridades son débiles, se encuentran comprometidas, o sencillamente pierden el control de la situación que garantiza la tranquilidad ciudadana y el orden que debe de reinar en la sociedad.
Para garantizar las normas y los principios de la convivencia normal y civilizada, en correspondencia con los valores morales y la ética predominante en una sociedad, los gobiernos, como máximos veladores del orden social, deben ejercer su autoridad a través de los instrumentos creados y existentes para ello.
Cuando los gobiernos resultan incapaces de contener el crimen y la corrupción y éstos se generalizan porque las organizaciones e individuos que se esconden detrás de las mismas son tan fuertes o más que las instituciones del propio gobierno, las autoridades son débiles, incapaces e inseguras para preservar la paz y los intereses de la ciudadanía.
Entonces podemos afirmar, que la situación anda verdaderamente mal.
La cuestión, a mi juicio, no se trata sólo de botar el sofá combatiendo a los factores que efectúan impunemente sus fechorías, (narcotráfico, secuestros, asesinatos, corrupción, pandillerismo, etc.) aunque ello es necesario e imprescindible; sino fundamentalmente, de acudir a las causas más complejas y profundas que posibilitan que esta situación se produzca y se haya exacerbado de tal manera que se escapa de control.
Es alarmante la cantidad de hechos de violencia que ocurren a diario en nuestro país, las cifras de muertos y heridos pueden ser perfectamente comparables con las de Irak.
¿Entonces, será que se trata de una guerra interna entre las organizaciones criminales en las que se involucran como cómplices muchas de las autoridades en sus diferentes niveles?
Siendo así el asunto, la cuestión es aún más preocupante ciudadana y políticamente, porque las probabilidades de éxito contra el crimen organizado se reducen significativamente, a no ser que se produzca un cambio radical en el gobierno federal y dondequiera que las autoridades no posean una postura moral idónea y una posición absolutamente incorruptible.
Me identifico, además, con los planteamientos que viene alertando y haciendo sistemáticamente Andrés Manuel López Obrador cuando sostiene que la solución de fondo contra la inseguridad y otros males es combatir la pobreza y el desempleo, además, reforzando los valores éticos y morales de toda la ciudadanía.
Delicada situación la de México en estos momentos, marcada por su extrema polarización política, el auge de la criminalidad, el narcotráfico y la debilidad e incompetencia de las autoridades federales.
Como si todo ello fuera poco, se vienen a sumar ahora los históricos y actuales problemas económicos, (energéticos, alimentarios, de inflación y recesión), caracterizados domésticamente, además, por los enormes desequilibrios en la redistribución de la riqueza que son, sin lugar a dudas, la causa fundamental del crecimiento de la ignorancia y el aumento de la pobreza en el país.
La existencia de tanto impacto y erosión entre la ciudadanía como resultado de tan disímiles factores económicos, políticos y sociales y sus posibles y dramáticas consecuencias, pueden en cualquier momento transformar radicalmente el rumbo perverso de los actuales acontecimientos nacionales.
La pobreza y la inseguridad son dos hermanas gemelas muy peligrosas.
No es un pronóstico, ni un llamado a que ello ocurra, es sólo una modesta reflexión, que la lógica más elemental justifica.
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