La Patria dormida y sin sueños
1. Otra vez la polarización. La ardorosa discusión. Pensaría uno que hoy los mexicanos de verdad discutimos dos proyectos de país. Dos sueños para el porvenir de la Patria. Y lo podríamos pensar si fuéramos amnésicos. De hecho, muchos que discuten ahora, las voces altas e irritadas, lo hacen amnésicos.No recuerdan cuál fue la gran promesa de Felipe Calderón como candidato a la presidencia. Empleos para todos, ese fue el sueño que ofreció a los electores. Un sueño que además no flotaba en el vacío. Calderón candidato prometía "inversión pública... (que iría) a la infraestructura nacional, a la educación y a la salud, y (así) generaría millones de empleos." Una fórmula no sólo viable, sino probada. Así, invirtiendo en la infraestructura, la educación y la salud, otros presidentes habían generado empleos para los muchos. Alemán, López Mateos, Echeverría. Si sonaba como un plan antiguo, es que lo era, un plan francamente estatista pero viable.¿Dónde se dio carpetazo al plan? ¿En qué oficina de qué edificio público el recién electo presidente Calderón renegó de su promesa y presionado por quiénes? ¿Quién le dijo: No, no se puede, presidente; no, no se debe? Como nadie nos lo informó, a los electores nos queda sólo imaginarlo. Quizá, tal vez, es probable que fuera su flamante Secretario de Hacienda o el representante del Fondo Monetario Internacional, o más probablemente ambos, quienes le prohibieron el sueño porque -oh sorpresa- era un plan estatista. En cambio, el nuevo presidente nos sorprendió con un plan del que no había hablado ni pío en campaña. Sacó a las calles al Ejército para combatir al narcotráfico. Y un año después presentó al país un sueño nuevo, éste para cambiar nuestra política petrolera. Curioso: pocos repararon en que en un año Calderón había girado 180 grados. Su proyecto petrolero era diametralmente opuesto, en cuanto a ideología económica, a su proyecto de candidato para generar empleos. Un plan netamente liberal; o conservador; o neoliberal; todos términos sinónimos.
2.Empresarios afines al calderonismo lo narraban, y con emoción, en corto. Se abriría Pemex a la inversión extranjera y nacional. Es decir, se subcontratarán prácticamente todas sus funciones. Si el gobierno de Bush lo había hecho incluso con su propio ejército (¿y qué área del Estado es más estratégica que el ejército?), subcontratando incluso el reclutamiento, las funciones de inteligencia (espionaje, tortura, etcétera) y hasta los servicios de comida para la tropa, ¿por qué no podíamos en México hacerlo con nuestra mayor industria?Entrarían billones y billones de dólares al país. Habría, ahora sí, empleos para todos los mexicanos. ¿Se acabaría el petróleo? Tal vez, en quince años. ¿Y qué? Para entonces México sería ya un país desarrollado y tal vez el petróleo ya hubiese sido suplido por otros energéticos en el mercado mundial. El gobierno no se atrevió a publicitar un sueño tan grande y presentó a los ciudadanos por televisión una iniciativa mucho más tímida. Se trataba solo de subcontratar la exploración de petróleo y sólo en aguas profundas. Y también recortó la promesa que nos ofrecía. No habló de millones de nuevos empleos que se repartirían entre millones de personas específicas, sino del crecimiento del gasto público. Ya se sabe, recién se ha aprobado una reforma petrolera todavía más pequeña, y del signo ideológico contrario a la que propuso el presidente. Una reforma administrativa que deja a Pemex como empresa estatal cerrada a la gran inversión. Una reforma que -esa sí es una sorpresa- el presidente Calderón festeja como un triunfo suyo.
3. Mientras tanto está la historia de Andrés Manuel López Obrador. En su libro Un proyecto alternativo de nación del año 2004 AMLO dejó en tinta y sobre papel escrito: "Pero tampoco debíamos descartar que inversionistas nacionales... participen en la expansión y modernización del sector energético... siempre y cuando lo permitan las normas constitucionales." Una propuesta consonante con la de otros líderes de izquierda moderna. También ya sabido, ese mismo López Obrador es el que ahora, dos años más tarde, observa en la minirreforma petrolera algunos resquicios que permitirían la entrada de algún capital privado a Pemex y por ello exige se selle toda posibilidad de que suceda. Probablemente López Obrador tiene razón en su observación de los resquicios, ¿pero cómo explica el giro de sus ideas económicas? Esto es una comedia de engaños, por supuesto, y no tiene nada que ver con ideas o ideologías o sueños para la Patria. Una comedia donde los engañados somos los ciudadanos. Esta es la antiquísima y bárbara e irracional rebatinga del poder por el poder, donde los sueños del bien común son ocurrencias de campaña electoral o de campaña promocional de spots, y no más. Sueños para el bien común que los políticos no sostienen no por exceso de astucia, sino por falta de fortaleza y altura de miras.Y en tanto barullo, el país no prospera. El desempleo aumenta, la pobreza se ahonda. La Patria sigue dormida -y sin sueños. l
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