Por Cuauhtémoc Amezcua Dromundo
Agradezco a la Comisión Coordinadora Nacional del Diálogo me haya encomendado la honrosa tarea de participar como ponente en esta Mesa Redonda. A los organizadores de este evento el enorme mérito de su esfuerzo, que sin duda será fructífero. Saludo a los compañeros participantes en esta mesa: me siento honrado de compartir con ustedes, luchadores destacados al servicio de las causas justas de nuestro pueblo. Saludo a todos los asistentes con estimación.
El sistema capitalista mundial está en crisis.
Una crisis severa a la que los propios voceros y teóricos del neoliberalismo, le diagnostican cada día mayor profundidad y consecuencias más serias. Una dura crisis que está en el centro de la atención de todos en el planeta, sin excepción.
Nos toca abordar el impacto de esa crisis en México, desde la óptica política. Lo haré considerando la lucha de clases y las actividades del Diálogo Nacional. Dados sus compromisos con el sistema capitalista mundial y apremiada por la crisis, la burguesía proimperialista gobernante se aplicará con más esmero a facilitar a sus amos una explotación más intensa de los trabajadores y un saqueo mayor del país, profundizando las recetas neoliberales. Así lo está planteando Felipe Calderón, en Suiza.
Y lo había anunciado ya Agustín Carstens, ex funcionario del Fondo Monetario Internacional, hoy secretario de Hacienda. Más "reformas estructurales", para abaratar la fuerza de trabajo de los mexicanos en beneficio de los empresarios locales y extranjeros. "Reforma laboral" que "flexibilice", es decir, que cancele más derechos de los trabajadores y permita una mayor explotación de éstos por parte de los patrones.
Más entregas al capital, sobre todo extranjero, de lo que queda de nuestro patrimonio, por medio de las privatizaciones. En resumen, la "ley del embudo" cada vez más pronunciada, que todo lo entrega a los que nada les falta, y condena a la miseria a la clase social explotada. Sin embargo, por nuestra parte, los trabajadores y el pueblo de México no somos dejados.
En el caso del Diálogo Nacional, desde 2004 venimos luchando, cuando por primera vez 164 organizaciones sociales, obreras, campesinas, indígenas, estudiantiles, de colonos, defensoras de los derechos humanos, de jóvenes, trabajadores de la cultura, sindicales y políticas, con la hospitalidad del Sindicato Mexicano de Electricistas, nos reunimos con la idea de construir un Proyecto de Nación Alternativo al Neoliberalismo, con libertad, justicia y democracia.
El Segundo Diálogo Nacional, de Querétaro, en 2005, reunió a 225 organizaciones, acumuló experiencia y elevó su combatividad. Además, aprobó su Programa Mínimo no Negociable, un documento programático de rico y valioso contenido, que plantea lo esencial para construir un país independiente y soberano, libre de las ataduras a que lo sujetó el imperialismo.
Desde entonces el trayecto ha sido exitoso; como todo frente amplio, que reúne a componentes diversos por sus intereses concretos, experiencias previas, formaciones ideológicas, concepciones de estrategia y táctica y tradiciones de lucha, el Diálogo Nacional no ha estado exento de tensiones internas; pero todas han sido superadas hasta hoy.
Hemos crecido a más de 600 organizaciones. Entre otros logros, hemos creado una instancia que da seguimiento a los acuerdos y coordina las actividades. Así hemos llegado ya al VII Diálogo Nacional, convocado para el 7 y 8 de febrero.
Respecto al Foro Social Mundial, que data de 2001, tenemos coincidencias: combatimos al neoliberalismo; estamos convencidos de que otro mundo es posible, uno equitativo y justo. Aportamos una experiencia que nos ha sido valiosa: al participar de manera conjunta y en pie de igualdad, organizaciones sociales y políticas que compartimos ideales y aspiraciones, aprovechamos una amplia gama de experiencias y todos enriquecemos nuestras luchas.
El Diálogo Nacional no partió de cero. Hubo otros esfuerzos previos de articulación frentista contra el neoliberalismo depredador.
Muy notable fue el caso del Frente Nacional de Resistencia contra la Privatización de la Industria Eléctrica que, en 1999, infligió una gran derrota, la primera de esa magnitud, a un gobierno neoliberal, el de Ernesto Zedillo, que quiso modificar la Constitución, su artículo 27, para que participara el capital privado en esa industria cardinal para el desarrollo independiente de México.
Luego vinieron la Promotora de Unidad Nacional en Contra el Neoliberalismo, el Frente Sindical Campesino Indígena Social y Popular, y finalmente, el Diálogo Nacional, que recoge las experiencias de sus antecesores.
Al momento de estallar la crisis actual, en México sumamos más de 26 años de gobiernos neoliberales, serviles del capital internacional, y de profundización de la dependencia de México respecto del imperialismo. Parte de la obra de estos gobiernos ha sido el TLCAN que ya cumplió 15 años.
Obra de Salinas de Gortari, el TLCAN es una pieza mayor del proceso de incorporación de México, como subsistema subordinado, al mercado capitalista de Estados Unidos y Canadá.
El balance de estos 26 años es de grave retroceso en las conquistas que la clase obrera y el pueblo de México habían alcanzado como fruto de sus luchas; de menoscabo de la independencia económica y política de México y, por tanto, de su soberanía; pérdida en la autodeterminación de nuestro pueblo; reducción de la capacidad de compra de los salarios e ingresos de la mayoría de los mexicanos; incremento del saqueo de los recursos de nuestro país por parte del imperialismo; monstruoso incremento de las fortunas de un puñado de explotadores del pueblo que, como resultado de la privatización de empresas públicas, en poco tiempo pasaron a ser parte del capitalismo internacional sin patria; escamoteo de los derechos de los trabajadores de nuestro país; incremento de la explotación del trabajo asalariado; empobrecimiento despiadado de la población rural y ruina del campo mexicano, entre muchos daños más.
El gobierno de Calderón, quinto de la misma clase social, la burguesía subordinada al imperialismo –luego de Miguel de la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox-, aumenta otro ingrediente más al descontento popular: la forma en la que llegó a la Presidencia, dejando a la vista de todos el carácter esencialmente antidemocrático y fraudulento del actual sistema electoral y de partidos que fue implantado en México como parte del proceso de expansión e intromisión imperialista al que se ha llamado "globalización neoliberal".
A ese sistema electoral y de partidos, diseñado para legitimar la dictadura de una clase social nefasta, una burguesía entreguista, irónicamente lo llamaron "transición a la democracia".
Por supuesto, la lucha de clases se ha agudizado por los graves daños causados a la clase obrera y al pueblo por más de un cuarto de siglo de neoliberalismo.
Y por supuesto se agudizará más, como resultado de la embestida salvaje de la crisis contra una economía dependiente y, por ello, muy vulnerable; y más todavía, como resultado de las políticas que al calor de la crisis aplicará la burguesía gobernante.
Esto es parte de lo que tendrá que examinar sin duda el VII Diálogo Nacional, y responder de la manera más eficaz posible. La clase trabajadora, por su parte, ha venido recogiendo experiencias de lucha valiosas en los últimos años, a lo que mucho ha contribuido el Diálogo Nacional. Por mi parte, sustento que está en condiciones de seguir aportando a la construcción de la gran fuerza social que sea capaz de derrotar a la clase social dominante y cambiar la correlación de fuerzas con el fin de que México pueda tomar el camino de su liberación y hacia la construcción de formas superiores de organización social, hacia una sociedad sin propiedad privada de los medios de producción y cambio, una sociedad socialista.
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