Luis Linares Zapata
El (des)gobierno del señor Calderón sangra a raudales por diversos lados, vitales algunos de ellos para la buena marcha de una administración. Para ocultarlos o, al menos, desviar la debida atención sobre ellos, desata, a través de su partido, una agresiva campaña difusiva que a pocos beneficia. Los daños colaterales de esta irresponsable forma de sacar raja electoral son mayúsculos. Pero el PAN, a través de su acólito iracundo, insiste, con fingido coraje, en contrariar al PRI y su abultada carga de pasado. En el proceso los panistas reciben el manipulado auxilio de influyentes medios de comunicación. El motivo seleccionado por el cuarto de guerra blanquiazul es la lucha contra el crimen organizado en su vertiente del narcotráfico. Confiados en éxitos pasados, extienden su campaña a otros terrenos de gran sensibilidad y peligro para un priísmo que se ha negado a cambiar y padece grave parálisis junto a profundas divisiones internas.
Tienen, el PAN y su (des)gobierno, la pretensión de circunscribir la disputa por las simpatías del futuro votante al único terreno donde el señor Calderón recibe interesados elogios y reconocimientos en cascada desde los centros de poder mundial. A la ya trágica crisis económica, según sus estrategas de bolsillo, tratarán de relegarla a planos secundarios, taparla con la alfombra de injustos males venidos de fuera. La crisis social derivada (desempleo y nulas oportunidades de mejoría) no hay necesidad de considerarla como prioridad, menos aún diseñar programas urgentes para, al menos, paliarla. El ninguneo (piensa el oficialismo completo) dejará a los desamparados en ese oscuro rincón donde se refugian en silencio y parálisis. La miseria y marginación crecientes se podrán observar pasadas las elecciones. Mientras eso sucede, los haberes públicos disminuyen con violencia, pero la burocracia crece y, en su cúspide, continúa bien cebada con los pingües pero intocables salarios de vergüenza pública.
El señor Calderón ha sido, sin embargo, eficaz en otros aspectos de su administración: puso en movimiento un generoso, desbocado subsidio financiero a sus patrocinadores y jefes reales. Para ellos consiguió el apoyo de las agencias internacionales (FMI) y del gobierno estadunidense. Con el Tesoro de Estados Unidos ha conseguido 30 mil millones de dólares (swaps), complementados con otros 47 mil millones en una línea de crédito que estarán ahí por si acaso se requiere. Con ello, el endeudamiento del país se eleva a más del doble del actual. No es tarea inútil recordar aquí aquella historia pasada de calumnias que desataron él y su equipo de ayudantes contra el gobierno de la ciudad de México (2006), acusándolo de endeudarse en demasía. Las cifras no les cuadraban pero, quitados de la pena, siguieron con su griterío para dejar sembrada la duda.
Hace poco todavía afirmaron, el señor Calderón y su inefable señor Carstens, que no usarían esos dineros, que sólo eran el blindaje necesario para reforzar la confianza y calmar la especulación contra el peso. Pero no resistieron las urgencias de sus patrocinadores ni la voracidad de los privilegiados de siempre. Los primeros 4 mil millones de dólares serán puestos a la disposición de aquellos barones de los negocios que los requieran para salvar sus endeudadas empresas. Son esos 4 miles de millones el ensayo que el señor Calderón hará para medir lo que ya nombran como la profundidad del mercado. A partir de ello se inyectarán cantidades adicionales y se sabrá hasta dónde será preciso continuar con los subsidios, ahora medidos en miles de millones de dólares. Nadie sabrá quiénes serán los finalmente beneficiados ni con cuánto se les sostendrá. Un denso manto les será extendido por el sistema bancario, que actuará como intermediario. Ellos negociarán plazos, intereses y demás condiciones (si se las ponen). Los nuevos deudores seguirán, qué duda cabe, al mando de sus empresas, con su influencia y buen nombre intactos. Seguirán también disfrutando de beneficios varios como el uso de sus lujosísimos aviones o helicópteros particulares y otras minucias como clubes o casas de descanso. Todo ello cargado al costo de sus productos o servicios. Onerosas facturas que Calderón todavía se siente obligado a pagar por los favores de campaña recibidos y por la necia decisión de seguir actuando bajo el depredador modelo neoliberal.
La sociedad mexicana poco sabe de las tribulaciones de los barones de los grandes negocios. El de Cemex (LZ), por ejemplo, maneja un conglomerado que ha crecido por el mundo con dinero prestado, apalancamiento le llaman. Goza de favores indebidos aquí en México. El principal es el desmedido precio que se permite al cemento y la tajante prohibición para importar ese indispensable producto. En tiempos normales, dichas ventajas (indebidas y hasta ilegales) le permitieron generar enormes utilidades que solidificaron su valor accionario de mercado. Tal capitalización la empleó el señor Zambrano como garantía de préstamos posteriores. Pero la crisis tomó a Cemex con fantásticos compromisos de pagos y sus ingresos (efectivo) disminuyeron de manera drástica por la parálisis del consumo. Ahora no puede responder a las consecuencias de su expansión desmedida y busca renegociar su deuda con los acreedores ante la negativa de desprenderse de activos, por lo demás, devaluados. No ha podido convencerlos, y por eso necesita que los contribuyentes nacionales le echen una mano repleta de dólares, o euros, forzados por el señor Calderón. Así, el señor Zambrano, su benefactor, seguirá siendo un empresario de éxito.
El caso de Vitro es todavía peor. La familia que posee la mayoría accionaria ha administrado muy mal la empresa. Ha usado y desusado sus recursos y está, prácticamente, quebrada. En este caso, como Barack Obama hizo con la General Motors, hay necesidad de disolver el capital de los accionistas a favor del contribuyente y despedir a todo el directorio de Vitro. Basta de tropelías y abusos. Pero el señor Calderón no hará tal cosa. Será benévolo con esos y otros empresarios adicionales y los salvará del naufragio. El pueblo pagará las cuentas de este tiradero que se quiere ocultar con un intrincado laberinto de arreglos bancarios y esa perversa campaña desatada por el PAN.
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