martes, mayo 19, 2009

Aprendices de brujo en Irak

Juan José Morales
Escrutinio

No tengo lengua de profeta, pero un cuento de ciencia ficción que escribí hace unos 25 años —“El Proyecto Superman”, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana— acerca de una guerra librada por máquinas inteligentes, se ha convertido en realidad. Los soldados robot, dice un reportaje de Gavin Knigth en el diario británico The Guardian, ya se usan en Irak y Afganistán y Estados Unidos planea invertir 240 mil millones de dólares durante los próximos 20 años para perfeccionarlos.
En Irak —dice Knight— el ejército norteamericano tiene 12 mil robots de combate de los más variados tipos y tamaños, desde algunos diminutos hasta otros tan grandes como un camión carguero de 18 ruedas, y que lo mismo se desplazan por tierra que por el aire. Se ignora cuántos hay en Afganistán, pero se sabe que al menos una docena de dirigentes talibanes (y varios cientos de civiles inocentes) han sido muertos por ataques de aviones robot.
Esencialmente, esos soldados electrónicos —dotados de una enorme capacidad de fuego— están proyectados para buscar y matar. Un ejemplo es el que se conoce como SWORD (Espada), que se desplaza sobre orugas y puede emplear ametralladoras de grueso calibre, lanzagranadas o lanzacohetes. Su puntería es tal que —se dice— puede atinar a una manzana a cien metros de distancia.
El único defecto del SWORD es que no sabe distinguir entre una manzana, una pera o un tomate, ni tampoco entre un soldado enemigo, un niño, una mujer o un anciano. Sencillamente localiza, dispara y mata. Pero ese pequeño inconveniente no preocupa a los generales. Para ellos, estas máquinas resultan ideales por razones políticas: sus tropas no se exponen y así hay menos inconformidad y protestas en Estados Unidos por el número de soldados norteamericanos muertos. Además, ningún robot vuelve a casa con problemas sicológicos por haber asesinado niños o mujeres.
El SWORD es el prototipo de las máquinas de combate que el Pentágono está desarrollando para combatir en zonas urbanas y que actúan como manadas de lobos que se mueven por las calles y van de casa en casa para buscar, localizar, acosar, perseguir y exterminar posibles enemigos.
No están dirigidos a control remoto, sino que toman decisiones y actúan por sí mismos. Esa es su principal ventaja, y mientras más independientes sean, mejor. Pero también presenta serios riesgos. Por un lado, que funcionen desordenadamente. El reportaje de The Guardian menciona un incidente ocurrido en Sudáfrica durante una demostración, cuando por una falla en el programa de la computadora, uno de esos aparatos empezó a disparar en todas direcciones sin que nadie pudiera detenerlo. Cuando agotó sus municiones, había nueve soldados muertos y 14 gravemente heridos.
El otro peligro —el más grave— es que actúen por cuenta propia y se rebelen o comiencen a matar y destruir todo lo que esté a su alcance. Esta posibilidad no es desdeñable. De hecho, según el reportaje, los oficiales norteamericanos dicen que los robots usados en Irak presentan “peculiaridades” que pueden interpretarse como rasgos propios de personalidad. Y nadie sabe cómo reaccionarán los robots con un alto nivel de inteligencia artificial.
Quizá los afanes belicistas del Pentágono hagan realidad la vieja historia del aprendiz de brujo, que da vida a una escoba pero luego no puede controlar su creación.
(P.D. Si algún lector desea leer mi cuento El Proyecto Superman, con mucho gusto se lo enviaré por correo electrónico.)

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