martes, mayo 19, 2009
Detrás de la Noticia. Mejor el poeta
Por Ricardo Rocha
19 mayo 2009
Sí, ya sé que debiera estar hablando del desastre que es la economía y la negrura que anticipa. O de los escatológicas revelaciones sobre la podredumbre de la política y lo bajo de los altos personajes. De cómo unos cuantos se han apoderado del país para medrar, para enriquecerse, para abusar del poder y de los más débiles. Peor aún, para aliarse con los criminales y hacer correr la sangre.
Tal vez debiera hablar de esas cosas. Sólo que hoy, si me perdonan, yo escojo al poeta. Aquel que de verdad ha tenido que ver con mi vida. El que se me ha quedado para siempre. Cuya obra se metió en mis entrañas para no irse nunca. Con el que aprendí a decir algunas de las cosas más lindas que pueden expresarse a una mujer: “Si te quiero es porque sos/ mi amor, mi cómplice y todo./ Y en la calle codo a codo/ somos muchos más que dos”.
O bien aquello con lo que uno podría darse para siempre: “Compañera/ usted sabe/ que puede contar conmigo,/ no hasta dos ni hasta diez/ sino contar conmigo”.
Era un predestinado: Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti nació hace 88 años, fue contador, cajero, taquígrafo y vendedor de refacciones para automóviles. Hasta que descubrió sus tres vocaciones: la literatura, la izquierda y Luz, su compañera de toda la vida a la que ahora se ha ido a encontrar.
En las letras, Benedetti —siempre uruguayo pero cada vez más universal— exploró por igual el cuento que el ensayo, la novela y el teatro pero, sobre todo, nos estremeció con su poesía. Y fue el único poeta intruso en el círculo estrecho de los grandes novelistas del boom latinoamericano al lado de García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa y Fuentes. Por eso su voz se hizo miles de libros en idiomas insospechados y la alegría de recepciones multitudinarias en cualquier lugar del mundo.
En el terreno de las ideas, Mario forzó a sangre y tinta una congruencia que mantuvo hasta el último aliento.
Hombre de izquierda purísima, expresó sus convicciones no sólo en revistas y diarios sino en la militancia con los Tupamaros; lo que le valió la persecución, el exilio y una condena a muerte de la dictadura militar que lo persiguió hasta el regreso a su patria, que ahora lo ve partir en paz. Porque los buenos no deberían sufrir tanto.
Por eso hoy prefiero mirar a este perseguidor de la utopía que para darnos valor supo decirnos: “No te salves/ no te quedes inmóvil/ al borde del camino/ no congeles el júbilo/ no quieras con desgana/ no te salves ahora/ ni nunca/ no te salves”.
Menos mal que los políticos se van. Y los escritores se quedan.
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