Jorge Lara Rivera
Las discrepancias en cuanto al origen del virus de la influenza humana, alias A/H1N1, menudean: “Antes” era un viajero exógeno que paseó por California y Texas desde Asia hasta que el 13 de abril vino a parar, sabrá Dios cómo, a Oaxaca y le arrebató la existencia a una mujer. “Ahora”, en cambio, el problema es oriundo del sólo bello Veracruz, o más exactamente de una comunidad de Perote, Orizaba, en el límite con Puebla, donde el 2 de abril un niño, sobreviviente por fortuna, fue víctima de la infección en un principio denominada “porcina” (difamatoriamente, lo sabemos ahora) y atribuida como consecuencia de posible contaminación causada por empresas relacionadas con los desechos de cerdos o su alimentación.
La muestra tomada al niño fue analizada y enviada a Canadá donde se confirmaría que se trató de Influenza por un virus mutado. El dato ha sido confirmado oficialmente, pero como un hecho aislado.
Además, la versión presenta el inconveniente de no poder admitirse sin afectar la imagen del desempeño del Poder Ejecutivo que ha empoderado como responsable de la operación de Salud al titular de esa Secretaría, que sostiene la conexión oaxaqueña con el maremagnum actual.
Cabe recordar que la idoneidad de José Ángel Córdova Villalobos en ese encargo ha sido puesta en tela de duda por el reconocido periodista y analista político Miguel Ángel Granados Chapa debido a carecer de la formación profesional nacional de élite (como predecesores de la talla de Guillermo Soberón, Jesús Kumate y Juan Ramón de la Fuente) o de relación y experiencia con los grandes hospitales de México (como el General de México y el de Nutrición), a no tener el prestigio de diplomas internacionales de universidades de renombre (aunque haya estudiado en Francia), ni triunfos investigativos que le aporten brillantez académica en áreas de medicina y cirugía.
Volviendo al punto, no obstante, cualquier viso de verdad en ambas vertientes pone a México en riesgo de ser señalado como origen y vector de este contagio, con riesgos de pandemia.
Tal vez por matar el tiempo o debido a la ociosidad que es madre de todos los vicios, y del arte y la filosofía, según los estudiosos de los griegos, por lo que podría celebrársele el próximo día 10; a la ansiedad creada por la emergencia y el inusual encierro en casa de las nuevas generaciones o la información basura cruzada en la Internet, factores que azuzan la imaginación hasta llevar al delirio es que hay conjeturas que hacen suponer que el reciente brote atípico del virus es cortesía de Al Qaeda, que había anunciado desde Afganistán, vía el número 2 de los talibanes, un atentado espectacular en Occidente hará poco más o menos un mes.
Una variante en esta línea, digna de una intriga novelesca de Graham Green, señala que se planeó asesinar a Barack Obama, pero previendo las dificultades planteadas por los dispositivos de seguridad destinados a su resguardo, se optó por contaminar a alguien que sin saberlo, a su vez, por su proximidad al visitante infectara al mandatario; lo cual explicaría el repentino deceso posterior del director del Museo Nacional de Antropología e Historia de México. ¿Una vacilada, verdad? Pero no menor que la fantasía de un articulista de la derecha más conservadora, quien asegura que la enfermedad no es una verdadera epidemia, sino una plaga imaginaria y producto de la psicosis provocada en la gente por medios informativos alarmistas.
Hay otras hipótesis igual de alucinadas a las precedentes, como la que pretende que el viejo villano del Complejo Militar Industrial estadounidense, o las farmacéuticas transnacionales esparcieron el virus por el Distrito Federal para experimentar sus efectos o forzar la demanda de sus productos, respectivamente, y que se les salió de control; o que es una estrategia del gobierno federal para ganar las elecciones por “default” o gratitud inducida (Síndrome de Estocolmo) creando pánico en la población, muy al modo de George W. Bush –lo cual si fuera así resultaría imperdonable.
Es innegable que el régimen tiene suerte, mala tal vez, pero suerte. Irónicamente la situación le alivia la presión de incertidumbre social suscitada por la Comisión Mediadora con el llamado Ejército Popular Revolucionario, al disolverse, y, de paso, distrae la atención sobre niveles alcanzados por la actividad violenta del Narco, además de contener el cada vez más exigente escrutinio nacional de la errática y muy limitada conducción de la economía en la coyuntura de la crisis financiera.
El avaro Agustín Carstens tiene ahora una coartada excelente para su mediocre desempeño y pretexto para un nuevo empréstito internacional con el Banco Mundial, mancuerna del Fondo Monetario Internacional, ambos “caritativas” instituciones capitalistas, ni más ni menos. Por su parte, el proletariado y los campesinos ni siquiera pudieron permitirse el desahogo de las manifestaciones de repudio contra las políticas económicas oficiales con motivo del desfile del Día del Trabajo, debido a la inconveniencia de las aglomeraciones.
Así y todo, el que la OMS hable de nivel 5 implica que el contagio hombre a hombre es sostenido, afecta a varios países y que es inminente el riesgo de una pandemia; por lo cual la nueva circunstancia sanitaria condiciona, en detrimento del país, el funcionamiento del aparato productivo volviendo más arduas las oportunidades de sortear la otra contingencia, la económica.
Diagnosticada la neumonía en casi 600 pacientes, sobrevinieron las muertes; de las cuales, sólo en 312 casos confirmados, estuvo presente el virus mutado. Pero el mal está hecho y es enorme: el IPC, principal indicador bursátil de nuestra economía, por ejemplo, cayó por sexta vez y los 400 millones de dólares que el Banco de México subastó el martes no pudo detener al pesito en su caída, el cual vio depreciado su valor ante el dólar –5% respecto a la víspera, para cerrar antes del feriado del 1 de mayo en 14 pesos por cada billete verde a la venta. Del turismo ni hablar: la comprensible alarma de Cuba, Argentina y Perú, pero igual de Israel, los Estados Unidos y toda la Comunidad Europea con Alemania y Francia a la cabeza, hacen que nuestra economía interna penda de un hilo.
No obstante, o justamente por eso, reina entre los factores de la producción nacional armonía, al menos por ahora, para que no se desplome nuestra forma de vida. Así, por lo pronto la propatronal Secretaría del Trabajo y Previsión Social, el Consejo Coordinador Empresarial y la Confederación de Trabajadores de México en rara sintonía expresan idéntica voluntad de compromiso para salir adelante; mientras, la Confederación Patronal de México se ha mostrado bien dispuesta y flexible para alcanzar acuerdos en horarios y asistencia, y consideraciones para a las mujeres grávidas en las difíciles circunstancias, a fin de que no decaiga el sistema productivo.
Pero nadie debe confiarse. Los funcionarios públicos de cualquier nivel tendrán que rendir cuentas de su conducción responsable en este predicamento, con las consecuencias legales de conductas omisas o ligeras. Independientemente de ellas, la sanción social del descrédito pende como “espada de Damocles” sobre sus decisiones. Marcelo de los Santos Fraga, gobernador panista de San Luis Potosí, cuyo estado ocupa un tétrico segundo puesto nacional en casos de infectados y de víctimas fatales, lo sabe ya, pues difícilmente conseguirá que se olvide el haber demorado la oportuna adopción de medidas cancelando antes el Festival.
Y es que la prudencia no debe desdeñarse. Hasta la necia Secretaría de Hacienda y Crédito Público lo entendió. Por fortuna, aunque el titular mismo de la de Salud haya advertido que ya hay casos sospechosos en las 32 partes de la Federación, Yucatán permanece limpio aún, mientras la vida cotidiana se ajusta a la nueva realidad y la Procuraduría Federal del Consumidor asume un inesperado y activo rol para evitar abusos.
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