Gilberto Balam Pereira
Mientras el pueblo se enajena a la epidemia
Calmado el terrorismo oficial con motivo de la epidemia, nos damos tiempo para reflexionar y comentar la peor secuela que nos ha dejado el mal, la pérdida de la libertad constitucional que ha causado a la población el régimen fecalista.
Pero antes de avanzar en mi redacción, quiero aclararle a AMLO que los epidemiólogos progresistas no estamos en contra de la realización de mítines en momentos culminantes de una epidemia de influenza. Estamos en contra de que asistan a las concentraciones enfermos con riesgo de transmitir su virus a los asistentes a estos eventos. Al cabo que con dejar de asistir estos delicados enfermos, no se va a perder la revolución. Ya hablábamos no hace mucho de que debemos evitar incurrir en la “demagogia de izquierda”. Mentira que los “tapabocas” son para los oradores de mítines democráticos. Más seriedad en las interpretaciones, por favor. Bueno…
Decíamos que la secuela más grave de la cacareada epidemia ha sido la usurpación de la libertad de los mexicanos a manos de los legisladores que apoyaron por esos días la reforma fecalista a la Ley de Seguridad Nacional que ponen al pueblo de México a un paso de la dictadura perfecta, a un paso del golpe de Estado. El ilegítimo presidente y el Parlamento, una vez más, han sumado sus fuerzas para consolidar un monolitismo presidencia-legisladores en contra del pueblo, No mienta don Erick Villanueva cuando dice que “la democracia ahora disfruta de un pleno bilateralismo Ejecutivo-Legislativo.
La reforma fecalista ha acordado, con el aval de los legisladores, constituir el Consejo de Seguridad Nacional con sólo integrantes incondicionales del ilegítimo presidente. Con esta aprobación, el Ejército adquiere facultades para intervenir en una amplia gama de sectores de la sociedad, lo que significa la suspensión de garantías básicas como la libertad de expresión, de asociación y de libre tránsito y la intervención indiscriminada de las comunicaciones privadas con el pretexto de la seguridad y la paz nacionales.
Por su parte, el artículo 29 de la Constitución permite tales medidas exclusivamente en casos de excepción, de modo que el Ejecutivo no tome a la ligera la suspensión de nuestros derechos. Además necesita la autorización explícita de los legisladores para asumir tales prohibiciones.
Por ahora ya existe de hecho ese estado de excepción en Ciudad Juárez sin que los legisladores den alguna explicación de esta dictadura a la población.
El artículo 16 señala que nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones si no se dispone de un mandamiento por escrito que funde y motive la causa legal del procedimiento.
Por tanto, el ilegítimo está obligado a regresar al Ejército a sus cuarteles. Los legisladores siguen callando ante esta arbitrariedad del Ejecutivo.
Fecal ha buscado una iniciativa para regularizar dichas prácticas con la anuencia de los legislativos. Se trata también de legalizar la práctica anticonstitucional de encargar la seguridad pública a las fuerzas armadas.
El artículo 129 indica que en tiempo de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar. Lamentablemente el artículo 89 abre la puerta para una eventual participación militar como auxilio a las autoridades civiles, por ejemplo en los casos de desastres, reforestación y resguardo de las instalaciones de Pemex.
El artículo 129 indica claramente que queda prohibido que el Ejército supla o tome el lugar de las autoridades civiles y menos que las sustituya como está ocurriendo en Ciudad Juárez y a todo lo largo del país.
Fecal dice falazmente que su reforma está fundamentada en una jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia, que “el Ejército puede acudir en auxilio de las autoridades civiles”, pero el Ejecutivo está incurriendo en términos de SUSTITUCION de las autoridades civiles, lo que nos pone en un verdadero golpe de estado.
Esta medida gubernamental es desproporcionada e incurre en la misma situación de George W. Bush, quien desató una guerra exagerada con el pretexto de combatir el terrorismo. La reforma fecalista se da en términos semejantes de represión, lo que la convierte en una auténtica dictadura con la aprobación del Poder Legislativo, aprobación que se da mientras la población se postraba ante la epidemia reciente.
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