21 mayo 2009
Ahora a los niños y las niñas de las escuelas les enseñan el miedo, la exclusión y la intolerancia. Por órdenes de la Secretaría de Educación y de la Secretaría de Salud, estudiantes del colegio Montessori, acostumbrados a repartir su almuerzo con sus compañeras, para saber que el pan y el agua se comparten con el prójimo, no pueden hacerlo más. Luego de años de enseñarles a cooperar, en una semana han aprendido a despreciar a sus iguales. En las escuelas públicas y privadas están prohibidas la colaboración, la compasión y la ayuda mutua. Ya no pueden prestarse lápices ni plumas ni plastilina ni crayolas, porque podrían contagiarse de una enfermedad mortal, según les dijeron los maestros.
A un niño que estornudó le dieron una paliza, a una niña que tosió le escupieron entre todos los niños. Ya no quieren jugar basquetbol porque alguien dijo que el sudor contagia la influenza. Otros, viendo que los futbolistas salvadoreños usarán tapabocas para jugar contra el Tri, inventaron insultos para decir salvadoreño; cultivando la xenofobia pagan con la misma moneda.
Las autoridades irresponsablemente propagaron el miedo y la paranoia en las escuelas. Algunos se resisten, la mayoría obedece. Los niños se miran como leprosos en el baño público, una maestra huele las manos de sus alumnas asegurando que usen la cubeta de cloro, a falta de agua corriente las desinfectan. Les han prohibido comer paletas, compartir bolsas de botanas fritas, darse abrazos, besos, hacer un “dame cinco” luego de un gol, hasta jugar pelota.
Lo que estamos presenciando es inaceptable. Se comparan las epidemias con las de hace 100 años, cuando la ciencia no había avanzado ni los medios alertaban ni la higiene era la norma. Despiertan los miedos del pasado, acarrean la ignorancia decimonónica, perpetúan el caos, alimentan la intolerancia, el odio, el miedo a estar cerca de la prójima y del prójimo. Que no digan que no les advertimos, algún día se dirá que la intolerancia se aprendió en la escuela, basada en la ignorancia de 2009.
¿Qué tal rebelarnos? Que nuestros niños y niñas obsequien un lápiz, la mitad de un emparedado, que se abracen. Que sepan que el peligro está en un virus que ha tocado solamente a una de cada 26 mil personas en México, que además la mayoría están vivas y bajo tratamiento. Que sepan que ser compasivo, ser amable jugar o compartir no son enfermedades mortales.
A un niño que estornudó le dieron una paliza, a una niña que tosió le escupieron entre todos los niños. Ya no quieren jugar basquetbol porque alguien dijo que el sudor contagia la influenza. Otros, viendo que los futbolistas salvadoreños usarán tapabocas para jugar contra el Tri, inventaron insultos para decir salvadoreño; cultivando la xenofobia pagan con la misma moneda.
Las autoridades irresponsablemente propagaron el miedo y la paranoia en las escuelas. Algunos se resisten, la mayoría obedece. Los niños se miran como leprosos en el baño público, una maestra huele las manos de sus alumnas asegurando que usen la cubeta de cloro, a falta de agua corriente las desinfectan. Les han prohibido comer paletas, compartir bolsas de botanas fritas, darse abrazos, besos, hacer un “dame cinco” luego de un gol, hasta jugar pelota.
Lo que estamos presenciando es inaceptable. Se comparan las epidemias con las de hace 100 años, cuando la ciencia no había avanzado ni los medios alertaban ni la higiene era la norma. Despiertan los miedos del pasado, acarrean la ignorancia decimonónica, perpetúan el caos, alimentan la intolerancia, el odio, el miedo a estar cerca de la prójima y del prójimo. Que no digan que no les advertimos, algún día se dirá que la intolerancia se aprendió en la escuela, basada en la ignorancia de 2009.
¿Qué tal rebelarnos? Que nuestros niños y niñas obsequien un lápiz, la mitad de un emparedado, que se abracen. Que sepan que el peligro está en un virus que ha tocado solamente a una de cada 26 mil personas en México, que además la mayoría están vivas y bajo tratamiento. Que sepan que ser compasivo, ser amable jugar o compartir no son enfermedades mortales.
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