Por Fausto Fernández Ponte
17 junio 2009
“En México, el tiempo no está a favor. Los costos sociales, económicos y financieros se acumulan de modo permanente”.
León Bendesky.
I
En la LV Legislatura del Congreso de la Unión –de 1991 a 1994, en el siniestro presidencialado de Carlos Salinas--, la Cámara de Diputados elaboró un informe acerca del trabajo infantil en México que movió a espeluzno. Creciente era ya, desde entonces.
Y creciente continúa siéndolo, ahora exponencialmente, no sin dramatismos y espectacularidad. La explotación laboral de los niños en el mundo y, acusadamente en nuestro país, tiene equivalentes morales execrables. El espeluzno aumenta.
Hace apenas unos días, la Organización Internacional del Trabajo, que como todos los entes de naturaleza multilateral se nutre de las estadísticas que le aportan los gobiernos, difundió un censo de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2007, de México.
Esa Encuesta es levantada cada año por el Estado mexicano mediante la infraestructura del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) que, según el acervo hemerotérico, mereció difusión en su momento, hace dos años.
Más la compilación de los datos obtenidos en esa Encuesta produce resultados discernibles meses después que son compartidos con los organismos internacionales pertinentes, estuvieren (v. gr., la OIT) o no en el marco institucional de la Organización de las Naciones Unidas.
Los datos son confiables y, cotejados con los de 1994, ese aumento antójase no solamente cuantitativo, sino cualitativo; es decir, hoy el número de niños trabajando es mayor y el muy desfavorable contexto que los rodea es en sí mismo causal y vector.
Hasta 2007, el número de niños mexicanos de 5 a 17 años que, con arreglo al informe del Inegi difundido por la OIT, trabajaban era de tres millones 600 mil. Esa una fuerza colosal creadora de riqueza que otros, obviamente, se apropian y, a su vez, disfrutan; hay además quienes venden esa plusvalía a terceros.
Ese censo, sospecharíase, no habría incluido a cierto tipo de trabajo infantil del inframundo socioeconómico y sociocultural, delincuencial francamente, relativo a los aspectos más terribles de la explotación de niños, el del tráfico.
II
Un equivalente moral de esa laya es que la explotación infantil no es únicamente laboral, sino también de otras modalidades así mismo terribles: tráfico –compraventa— de niños y adolescentes robados con propósitos variopintos.
Uno de esos fines es el de abastecer de órganos para transplantes quirúrgicos de un humano a otro, ya que existe un amplio mercado no sólo en el ámbito mexicano, sino principalmente en el de Estados Unidos y Europa.
Otro de esos fines es el de la prostitución, práctica mediante la cual niños y niñas son enseñados a desempeñarse como agentes pasivos en actividades sexuales que pueden ser lo mismo homosexuales o heretosexuales pero definitivamente de pederastia y paidófilias.
Un tercer fin es el mero esfuerzo laboral propiamente, ora bajo la modalidad de esclavo en un sentido definitorio real, moral y ético; ora como semiesclavitud –sin salarios, pero con dispensa controladora de ciertos gajes mínimos--, u otros más.
Entre esos otros fines más incluiríanse aquellos vinculados directamente a la supervivencia de las familias en un contexto de crisis severísima que, en su turno, es la suma concatenada, dialéctica sin duda, de muchas y muchas crisis de todos tamaños concurrentes y/o simultáneas.
Y es que no son pocas las familias en la ciudad o en el campo o en los villorrios medianos y pequeños –comunidades, apenas, de unos pocos parientes nucleares, consanguíneos o no, y extendidos que sobreviven del esfuerzo laboral de los menores.
El tema de la explotación laboral infantil deviene en otro mayor, macrocósmico diríase: el del entorno laboral general. Éste es deprimente. A medio sexenio y en vísperas de elecciones ningún candidato ha formulado soluciones concretas.
Han habido, eso sí, alusiones e incluso enunciados propositivos pero generales y ambiguos, plagados todos ellos de anfibologías y sofismas que eluden las premisas de lo concreto: cambiar el modelo económico y político actual, antisocial, por otro, social.
III
Sí, por otro predominantemente orientado a servir a las mayorías, no a exaccionarlas –como ocurre hoy-- bajo las premisas falsas de una muy supuesta correlación filosófica y práctica entre los paradigmas de la democracia y los del mercado. En la vida real y en la experiencia histórica ambos son antagónicos.
Más volvamos al contraste entre desempleo adulto general y empleo infantil. Ese contraste es de altísima resolución, sobre un telón de fondo de densa y extensa desocupación y creciente trabajo infantil. Paradójico. Doloroso.
Esa paradoja dolorosa exhibe dramatismos estadísticos registrados por el propio Inegi: en mayo pasado, desaparecieron diariamente, en promedio, ¡tres mil 596 empleos! Y en lo que va de junio el promedio ya era al 16 de cuatro mil cien ¡al día!
El hecho vero de que el trabajo infantil ha crecido desde el sexenio salinista a la fecha nos revela muchas cosas, de las que sobresalen las siguientes: la realidad social es ominosa y ha alcanzado niveles de presión interna que se acercan al límite de implosión.
Sí, en ello coincidirían muchos, menos aquellos en los cenáculos del poder político panista, priísta, perredista, “verde”, “convergente” y demás paleros epigonales y de lubricado espinazo listo para la obsequiosidad corrupta.
¿A qué clase de implosión estamos efiriéndonos? A una implosión política de la ciudadanía. Más lo verdaderamente peligroso es que esa implosión –estallido desde dentro— sea simultánea a una explosión –ruptura por la presión exterior—. Ese estallido así combinado sería colosal.
En un escenario así, quizá el trabajo infantil trasmute a otra modalidad, la de sumarse a sus progenitores en transformar el entorno económico y político general y particular que garantice a la niñez un nuevo andamiaje de respeto a sus derechos humanos. Que una persona adulta siente hacia niños
ffponte@gmail.com
Glosario:
Epigonales: de epígono. Partiquinos, seguidores, partidarios, admiradores.
Inframundo: bajo el mundo. Bajos fondos. Mundo tenebroso.
Paidofilias: plural de paidofilia. Atracción erótica o sexual que una persona adulta siente por niños o adolescentes. Úsase incorrectamente como pedofilia.
Pederastia: abuso sexual cometido con niños.
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