Joaquín Ortega Arenas
(II)
Hace ya poco más de cien años, John Kennet Turner, periodista norteamericano nacido en el estado de Oregón, viajó a México y realizó una minuciosa investigación sobre la situación política, social y económica del país que cumplía cien años de independencia de la Corona española. Esa investigación construye un retrato del régimen porfirista. Encontró el investigador: una democracia controlada, huelgas reprimidas, prensa amordazada, militarización y el contubernio del gobierno con el gobierno estadounidense. Publicó el resultado obtenido por entregas en el rotativo “American Magazine”. Pronto sufrió la censura del gobierno en el país del Norte y se vio en la necesidad de publicar sus análisis en el libro que intituló “México Bárbaro “ aparecido a principios de 1910, que sólo fue traducido al español y publicado en México hasta 1955. Por considerarlo de sumo interés y aunque parezca mentira, de actualidad en 2009, trascribiremos la traducción del capítulo IX del libro original, que denominó “La destrucción de los partidos de oposición”, que dice:
“....Hombres y mujeres de nuestro continente sufren a diario muerte, prisión o exilio por luchar en favor de los derechos políticos que hemos considerado como nuestros desde el nacimiento de los Estados Unidos: el derecho a la libertad de palabra y de prensa; el derecho de reunión; el derecho de votar para decidir quiénes deben ocupar los puestos políticos y gobernar a la nación; el derecho de tener seguridad para personas y propiedades. Por estos derechos han muerto cientos de hombres y mujeres en los últimos 12 meses, y decenas de millares durante los últimos 30 años, en un país dividido del nuestro solamente por un río de escaso caudal y una línea geográfica imaginaria.
En México se viven hoy acontecimientos que transportan la imaginación a los días de la Revolución Francesa y a los tiempos en que nacía el gobierno Constitucional, ese gigante destinado a concluir la transformación de la Edad Media en Edad Moderna. En aquellos días, los hombres daban sus vidas por la República; en la actualidad, los hombres hacen lo mismo en México. Los órganos de represión de la maquinaria gubernamental de Díaz, los cuales se han descrito en el capítulo anterior —el ejército, los rurales, la policía ordinaria, la policía secreta y la acordada—, se dedican tal vez sólo en un 20% a la persecución de los delincuentes comunes y en el 80% restante a la supresión de los movimientos democráticos populares. La mortal precisión de esta maquinaria represiva de Díaz quizás no tenga igual en el mundo, ni siquiera en Rusia.
Estimo, mi querido lector, que la comparación que pretendo con nuestra vida actual, no necesite explicación alguna, De los medios de represión que menciona el autor, hoy sólo subsisten “...-el ejército,... la policía ordinaria, la policía secreta...” Han desaparecido “... los rurales y la acordada,...” pero con la modernización legal de la ex democracia mexicana, se han formado la A.F.I., la F.P.F. Se ha modificado la Ley Orgánica de la Policía Judicial Federal y se ha establecido la “denuncia anónima”, el arraigo administrativo, el cateo sin orden judicial, la confiscación de los bienes que se presuma son propiedad o han sido ocupados por delincuentes y, lo que resulta peor, en dos años y siete meses de gobierno, sin haberse cumplido ninguna de las promesas y lemas de la campaña presidencial (la creación de empleos, la anulación del impuesto sobre tenencia y uso de automóviles, el establecimiento de guarderías para beneficiar a las mujeres trabajadoras, el mejoramiento de la economía popular, etc.), se ha inventado una lucha imaginaria contra la delincuencia organizada” y para ello se ha convertido al ejército en policía investigadora, en la que se le ha dotado de facultades omnímodas, todas extra-constitucionales, para cuyo efecto, de hecho, se han suprimido todas las garantías individuales, consignadas desde la Constitución de 1857. En esa lucha imaginaria, han fallecido ya más de DIEZ MIL QUINIENTAS PERSONAS, de las cuales DIEZ MIL CUATROCIENTAS han sido “levantadas o ejecutadas” en forma inexplicable. (En la Batalla de Waterloo, no falleció ni la sexta parte de esa suma). La población, toda ella, somos presas constantes de terror, expuestos como estamos a ser víctimas de la feroz e implacable “lucha en contra de la delincuencia organizada”. Se acabó la privacidad de los ciudadanos, ya que es ”legal” hasta el espionaje telefónico y doméstico, que se ha extendido, “ por” acuerdo de la P.G.R., “ hasta a los aparatos telefónicos celulares. Recordando a John Kennet Turner podemos repetir: “La mortal precisión de esta maquinaria represiva de Díaz quizás no tenga igual en el mundo, ni siquiera en Rusia”.
Sin embargo, seguimos como guía y ejemplo de países subdesarrollados. ¿Qué hubieran dado la Alemania nazi, por “legalizar sus S.S. y la extinta U.R.S.S. su temible G.P.U.? Un chascarrillo vox populi que escuché en el Metro, señalaba que el partido en el poder debía cambiar sus siglas por ¡pam, pam, pam!
Han proliferado los endeudamientos con el exterior, hasta rebasar el BILLÓN DE DÓLARES y, de hecho, hemos “enajenado “ públicamente y sin pudor alguno, el petróleo, la generación y uso de la electricidad, Punta Colonet, la Barra del río Balsas, la isla de la Palma, la Isla Bermeja y ¿el voto democrático,? Ja ja ja....
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