Ricardo Andrade Jardí
La amenaza deja de ser un discurso distante y ya vuelve la burra al trigo, el aumento del IVA está a la vuelta de la esquina y la austeridad no pasa, ¡ni Dios lo permita!, por los salarios de los altos funcionarios del desgobierno, por los legisladores, jueces y demás cretinos, que son los que nos han llevado a la quiebra, o cuando menos la han permitido, los legisladores “machos” que se siente, abren el debate de los aumentos, y sus olvidos dogmatistas seguirán llenado la nota roja de los medios ¿informativos? Mientras los “representantes” antipopulares, se ocupan de ver cómo salvar, en medio del hambre de millones, su nivel de vida, las ejecuciones se multiplican y los muertos inundan las calles de nuestras ciudades, la violencia familiar engrosa la lista de la IMPUNIDAD y la corrupción política recorre todos los rincones del país.
Los funcionarios del desgobierno, esos que no tienen llenadera, los mismos que aseguraban que la crisis financiera global, en México, sólo era “un catarrito”, ahora vociferan históricamente que hay que tomar medidas más estrictas, que los ciudadanos pobres deben seguir pagando la crisis y las deudas de los ricos ciudadanos, “para darle un aliento al sistema”, “para evitar que se colapse”, pues de “lo contrario el mundo como lo conocemos hoy, ya no será más”... Y ahí surge la pregunta urgente ¿y para qué queremos que siga siendo cómo es hoy? Tal vez llegó el momento de dejar que el sistema se colapse y empecemos de nuevo. Pero esta vez, además, pudiera ser que lo podemos hacer bien. Cuando menos distinto. Lo cierto es que la amenaza de que todo será diferente si no salvamos lo que hay no debería ser tan alarmante para los millones de ciudadanos que ya no tenemos nada que perder; para los millones que cada día nos vemos obligados a dejar de consumir este cereal o aquella carne, o enfrentarnos al salarial dilema shakesperiano de: “frutas o verduras... esa es la cuestión”, pues en una quincena es imposible comprar los dos grupos alimenticios juntos, o los que han tenido que dejar de usar (no por conciencia ecológica) sus automóviles, pues ya no alcanza para gasolina, o los que ahora caminan veinte cuadras más, en climas inhóspitos, porque el 20ás en el pretendido “ajuste”, del pasaje público, desequilibra el presupuesto familiar, el salario ya no da, y frente a las amenazas de aumento al IVA, y a las tarifas de los servicios básicos como agua, luz y gas... No sería ya más prudente dejar que todo se derrumbe y de ahí empecemos a construir otra cosa, una alternativa de convivencia social, ambientalmente más responsable, socialmente justa y digna para todos. ¿Cuál puede ser nuestro interés de defender un sistema criminal que cada día nos amenaza con más y más violencia y del que los que más tienen que perder son justamente los que más nos agreden?
Parece que no hubiera razón ¿verdad? Pero como en todo la hay. La razón ha sido inoculada por décadas, mediante un bombardeo mediático alienante que ha matado la capacidad de lucha de los mexicanos. Sólo los alienados podrían defender su crisis, Televisa se ha encargado de que la mayoría lo sean.
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