Félix Sautié Mederos
Hace algunos días un amigo cercano, muy preocupado, me planteó que percibía en nuestra sociedad contemporánea, la existencia de un vacío existencial que nos embargaba por todas partes. También me dijo que, según sus observaciones, mientras que unos pocos lo detectaban, otros, más insensibles y enajenados, no alcanzaban percibirlo ni mucho menos comprenderlo. Yo pensé que ese es un asunto relativo a las circunstancias y posicionamientos de cada cual en la sociedad, que nunca debería relativizarse en absoluto porque hay esencias de vida que nos afectan a todos con independencia de que las aceptemos o no.
Debo confesarles que la llamada de atención de mi amigo me puso en alerta sobre un fenómeno que nos gangrena silenciosamente, al que deberíamos salirle al paso con voluntad y decisión, a pesar de que parece que a los poderosos de este mundo no les preocupan estas situaciones de vida. El vacío existencial del que habla mi amigo es un fenómeno que tiene causas importantes, como son la falta de movimiento en la sociedad, el no luchar con los problemas y dejarlos correr, el dedicarnos a resolver sólo nuestros problemas sin mirar para los prójimos que tenemos alrededor y, muy fundamentalmente, dejarnos inmovilizar por el miedo y la indecisión de vida.
Esas situaciones crean indiferencia y desarticulan la voluntad de luchar por un mundo que sea realmente mejor y posible. Yo no niego la existencia del fenómeno que me planteó mi amigo, incluso puedo decir que muchas veces me he llegado a sentir atrapado en este vacío, pero pienso que cuando se reconoce su existencia y somos capaces de expresarla e incluso, de identificar sus causas determinantes, es una señal de que vivimos y de que podemos hacerle frente.
Llenar la vida con motivaciones y voluntad de seguir adelante, por encima de todos los problemas y los hastíos que puedan inmovilizarnos, constituye una acción directamente proporcional con la lucha que tiene como centro de todo ese no darnos por vencidos que nos pone en movimiento y que nos saca de las situaciones que nos convierten en verdaderos robots que actúan sin pensar en lo que hacemos y en lo que nos rodea.
Otra realidad incide con mucha fuerza en este vacío existencial y es el envejecimiento de la sociedad en que nos encontramos insertados, así como la soledad que provoca la diáspora que nos afecta en nuestro medio. Es poco estimulante y triste el hecho de vernos solos, alejados de hijos, nietos, sobrinos y demás familiares que se han marchado durante nuestra vejez después de haber luchado toda una vida y quizás esto sea un componente muy reflejado en nosotros, estemos o no solos, porque hay problemas en la sociedad que pueden llegar a embargarnos más allá de nuestro contacto e implicación directa porque nos contagian en el ambiente.
Estas situaciones llegan a crear una tristeza colectiva que se hace contagiosa y que puede atraparnos dentro de un círculo vicioso del cual resulta muy difícil salir. Todo esto tiene mucho que ver con la posibilidad de participación e implicación en la sociedad, con el movimiento que nunca debería detenerse y con la responsabilidad con la vida que nos ha tocado, de forma tal que nos haga sentir parte activa y no pasiva en nuestro desenvolvimiento social.
Enfrentar la vida requiere de la voluntad y de la comprensión del momento histórico en que estamos presentes en este mundo que no deberíamos permitir que se nos vacíe espiritualmente. Así lo pienso y así lo escribo.
fsautie@yahoo.com
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