05 noviembre 2009
Ahora resulta que nadie fue responsable del monstruoso engendro de la Ley de Ingresos: ni el gobierno calderonista porque no es exactamente lo que propuso; ni el PAN porque tuvo que aceptar la nueva propuesta; ni el PRI porque no fue lo que ellos hubieran querido.
Mentirosos, mentirosos: el gobierno quería tapar a como diera lugar el boquete de 370 mil millones de crisis, pero también de ineficiencia; tramposamente quiso disfrazarlo de un impuesto por la pobreza, de lo que ahora no se acuerda; el PAN ya no es un partido, es una extensión de Los Pinos; y sus legisladores —salvo tibias excepciones— son correveidiles del Presidente; los del PRI son cómplices de la Presidencia cuando les conviene y adversarios a modo también cuando les conviene. Así, pactaron tras bambalinas una Ley de Ingresos que le permitiera librar el trance al calderonismo y que a la vez le diera cuantiosos recursos al priísmo, particularmente a sus gobernadores, que han aprovechado como nadie los vacíos de poder ocasionados por la falta de un auténtico liderazgo nacional.
En este proceso en el que jamás hubo ni visiones ni argumentos de Estado todo fue la compraventa y el dando y dando. Por eso quedó un adefesio impresentable. Del debate sólo quedará el recuerdo de las actuaciones histriónicas y a veces histéricas de los actores de cuarta en que se han convertido diputados y senadores por igual. Si acaso, para el anecdotario de la picaresca política, los dimes, los diretes y las acusaciones de mariconería de una señora del PAN. Total, un lamentable Halloween tlahuica combinado con los bastardos de Quentin Tarantino.
Así que por qué habríamos de creerles cuando ahora, como sintetiza la de ocho de ayer en EL UNIVERSAL: “Llaman a debatir, ya, reforma fiscal”. ¿Tiene alguno de estos actorcetes patéticos un mínimo de credibilidad como para plantear una iniciativa confiable e incluyente?
Insisto: por qué habríamos de creerles si ahora que tuvieron la oportunidad no hicieron absolutamente nada. Y que no salgan con el cuento de que no había tiempo suficiente para algo tan profundo. Todos fuimos testigos del desperdicio miserable de semanas enteras de grillas baratas que pudieron haber dedicado a construir lo que ahora llaman una política fiscal de largo plazo.
Además vuelven a quedarse cortos y miopes. Porque este país no sólo está quebrado económicamente. La quiebra es también moral y social. Así que, con todo y su importancia, una reforma hacendaria sería insuficiente. Hay que arreglar la casa desde los cimientos: todo pasa por una auténtica reforma del Estado, una gran revolución educativa y la construcción de un nuevo modelo económico que le dé viabilidad a la nación en los años que vendrán.
México está ya tan colapsado en todos sentidos que necesita refundarse. Replantear su presente de cara al futuro. Nada más y nada menos. Lo más grave de todo es que no se ve quién pueda hacer esta convocatoria.
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