25 enero 2010
Camino por las calles de Tonalá, en Jalisco, uno de los centros artesanales más importantes del país y constato el paisaje desolado, la otra cara de la globalización. Cientos de tiendas cerradas y las que están abiertas tienen muy poca artesanía. Una revisión de las hermosas vajillas de Tonalá ofrece la explicación: algunas están hechas en China. Los artesanos están desapareciendo y su lugar ha sido ocupado por fábricas piratas asiáticas e intermediarios mexicanos enriquecidos. Sobreviven los talleres de hierro forjado y un par de pequeñas manufactureras de hermoso vidrio soplado que compite con el mejor del mundo.
Un mueblero mexicano que durante décadas entrenó extraordinarios ebanistas que diseñaban y tallaban muebles mexicanos de calidad mundial, explica que fue a una feria del mueble en China y descubrió todos sus diseños copiados, a precios bajísimos. Ahora importa las copias.
En 1991 China representaba el 1% del mercado global de importaciones. En enero de este año desplazó a Alemania como el primer exportador en el mundo. Fábricas legalmente constituidas copian a la perfección un Mercedes Benz, le llaman Geely, lo venden tres veces más barato. Lo mismo sucede con relojes Cartier, Rolex, Swatch, que ni siquiera se toman la molestia de rebautizar. Losetas de piso con materiales baratos, autopartes y refacciones de aviones “originales”, juguetes de marcas registradas, películas, DVD musicales, Ipods, computadoras, artesanías de barro oaxaqueño, cigarros, y seudotequila hecho de aguardiente. En 2004 incluso copiaron completamente un tren rápido diseñado por Siemens: un equipo de ingenieros chinos entró por la noche a la estación del Transrapid train of Shanghai y las cámaras de seguridad les captaron tomando medidas y copiando el diseño y la maquinaria del tren. Un año más tarde el gobierno chino anunció que estaba fabricando un tren rápido Maglev.
Dentro de China, entre 85 y 90% de productos que circulan en las calles son piratas, producto de robo intelectual total o parcial. Desde artesanías michoacanas hasta copia de arte y libros; películas como el laberinto del fauno con un doblaje que cambia totalmente el guión. El problema con mucha de la mercancía china no sólo es que se trate de artículos pirata, que emulan a los originales. Peor aún es el hecho de que entre 20 y 25% de ellos son falsos (medicamentos que pueden ser mortales, juguetes con pintura venenosa e imitación de frenos de Volkswagen que pueden causar accidentes).
Cada vez que compramos un producto pirata damos de comer a un vendedor, pero estamos destruyendo el futuro de familias honestas que trabajan en el marco de la ley. Cada vez que un artesano elige comprar copias de productos mexicanos hechas en China, asesta un golpe mortal a su propio país. No es un asunto de xenofobia, sino de la globalización del mercado ilícito. Ciertamente abrirnos al mundo es inevitable, necesario, pero debemos inventar una manera de hacerlo sin perder rasgos de la identidad y la sustentabilidad que nos convierten en lo que somos. Eso implica una responsabilidad del Estado, de la iniciativa privada y de cada persona consumidora. Si no lo hacemos, nuestro futuro “está en chino”.
Un mueblero mexicano que durante décadas entrenó extraordinarios ebanistas que diseñaban y tallaban muebles mexicanos de calidad mundial, explica que fue a una feria del mueble en China y descubrió todos sus diseños copiados, a precios bajísimos. Ahora importa las copias.
En 1991 China representaba el 1% del mercado global de importaciones. En enero de este año desplazó a Alemania como el primer exportador en el mundo. Fábricas legalmente constituidas copian a la perfección un Mercedes Benz, le llaman Geely, lo venden tres veces más barato. Lo mismo sucede con relojes Cartier, Rolex, Swatch, que ni siquiera se toman la molestia de rebautizar. Losetas de piso con materiales baratos, autopartes y refacciones de aviones “originales”, juguetes de marcas registradas, películas, DVD musicales, Ipods, computadoras, artesanías de barro oaxaqueño, cigarros, y seudotequila hecho de aguardiente. En 2004 incluso copiaron completamente un tren rápido diseñado por Siemens: un equipo de ingenieros chinos entró por la noche a la estación del Transrapid train of Shanghai y las cámaras de seguridad les captaron tomando medidas y copiando el diseño y la maquinaria del tren. Un año más tarde el gobierno chino anunció que estaba fabricando un tren rápido Maglev.
Dentro de China, entre 85 y 90% de productos que circulan en las calles son piratas, producto de robo intelectual total o parcial. Desde artesanías michoacanas hasta copia de arte y libros; películas como el laberinto del fauno con un doblaje que cambia totalmente el guión. El problema con mucha de la mercancía china no sólo es que se trate de artículos pirata, que emulan a los originales. Peor aún es el hecho de que entre 20 y 25% de ellos son falsos (medicamentos que pueden ser mortales, juguetes con pintura venenosa e imitación de frenos de Volkswagen que pueden causar accidentes).
Cada vez que compramos un producto pirata damos de comer a un vendedor, pero estamos destruyendo el futuro de familias honestas que trabajan en el marco de la ley. Cada vez que un artesano elige comprar copias de productos mexicanos hechas en China, asesta un golpe mortal a su propio país. No es un asunto de xenofobia, sino de la globalización del mercado ilícito. Ciertamente abrirnos al mundo es inevitable, necesario, pero debemos inventar una manera de hacerlo sin perder rasgos de la identidad y la sustentabilidad que nos convierten en lo que somos. Eso implica una responsabilidad del Estado, de la iniciativa privada y de cada persona consumidora. Si no lo hacemos, nuestro futuro “está en chino”.
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