Ricardo Andrade Jardí
Y para estar a tono con la época del año, FeCal inicia su desfile de Carnaval, con todo un fantástico despliegue militar, para ir a Ciudad Juárez, a hacer, como que hace, adentrando a la agredida y legendaria ciudad fronteriza, bajo un estado de sitio, virtual, pues nomás salga el usurpador de Ciudad Juárez, las ejecuciones volverán a cobrar su cuota y las mujeres asesinadas seguirán siendo sólo una cifra en aumento del día a día de la violencia en la que se adentra al país y haríamos bien en preguntarnos ¿para qué? o mejor aún él porqué del afán fecalista de que la violencia siga.
Que nadie se engañe, no hay una guerra real contra el crimen organizado. No hay una guerra contra la organización criminal del narcotráfico. No al menos con lo que implica de fondo, algo más que tanques militares en las calles y balas percutidas.
El enemigo es la IMPUNIDAD. Y una guerra real contra la delincuencia organizada, debería ser, en principio, una guerra frontal contra la IMPUNIDAD y la corrupción a la que por la IMPUNIDAD se protege y cobija.
El crimen organizado se forma, precisamente, en el interior de instituciones públicas y privadas y su estructura financiera es una gran lavandería de millonarios recursos que, necesariamente, en México, pasan por el empresariado FOBAPROA y los banqueros rescatados: todos libres y sin ningún tipo de investigación sobre la evasión de impuestos o el lavado de dinero.
No existe, pues, tal guerra. No nos engañemos más. La parafernálica publicidad del desgobierno federal en relación a “su guerra contra el crimen organizado”, no es más que otra de las mentiras de la tecnocracia administrativa, que ha sido impuesta para administrar los intereses corruptos de una oligarquía que lo mismo vende jugos “naturales” sin fruta, que comida sin valor nutricional en escuelas públicas, la que lo mismo blanquea millones de dólares provenientes de la venta “ilegal” de estupefacientes, ilegal, por otro lado, nomás para los consumidores menores, que son los que se juegan todo por su adicción, en busca de alcanzar una promovida y ofertada forma de vida, en realidad inalcanzable, mientras capos y empresarios comparten la mesa con jefes de estado y jerarquías religiosas, para reformar, a su imagen y semejanza, el Estado, no de las cosas, sino de sus intereses, con el incondicional respaldo de los altos mandos del Ejército, convertido ya en puro vocero del federal desgobierno, que a su vez tiene un ejército paralelo (eln Estado Mayor Presidencial) que hace las veces de comparsa en el Carnaval de demagogia y estupidez de la que hace gala el usurpador cada vez que la realidad lo supera, es decir: siempre. Y se habrá preguntado Fecal ¿qué va pasar en Ciudad Juárez cuando él deje de jugar al Carnaval? Un juego relativamente simple cuando se hace cultural el uso de las puertas traseras y se vive detrás de una armadura paramilitar, la que al parecer no le permite ver más allá de su nariz (lo cual no es mucho) y la que no le permite, menos aún, sentir la realidad como la viven los que no cuentan con comparsas que hagan las veces de parapeto militar que los proteja...
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