09 febrero 2010
“No tiene caso que hablar con los políticos porque ni su corazón ni su palabra están derechos y echan mentiras de que sí cumplen, pero no”.
VI Declaración de la Selva Lacandona, Junio, 2005
I
Los mexicanos políticamente conscientes, situados en los estratos vanguardistas --o no-- de los pueblos de México, identifican en gradación variopinta los efectos y, quizá, también las causas de la terrible debacle que nos agobia. Ello antójase verismo.
Esa conciencia de la realidad tan opresiva parece despertarse más y más conforme transcurren los días, a resultas, precisamente, de sus manifestaciones: desempleo, inepcia y traiciones de los personeros del poder político y económico, pobreza, etc.
Esas manifestaciones también han contribuido –y continúan haciéndolo— a que la gente se inquiera a sí misma y entre sí con honda preocupación acerca de cómo salirle al paso a ésta situación tan amarga y, a la vez, lacerante, y proceder a revertirla.
En ello adviértese confusión debido, entre otros motivos, a (1) los intereses de cultura e idiosincrasia de clase social, (2) el uso eficiente de los medios de control social y (3) el desconocimiento –o, si acaso, pueril— de nuestra propia historia.
Esto último es axial y, por lo mismo, de importancia suma. Ello se confirma en el propósito del poder político del Estado mexicano de eliminar de la educación media superior la enseñanza de las humanidades, que incluye a la historia y otras disciplinas.
II
Algunas –si no es que todas— de esas disciplinas son, además de la historia, la filosofía, la lógica, la ética, la estética, etc., cuya centralidad y trascendencia reside en el atribuido secuencial de que permiten comprender la realidad e interpretarla.
Pero es obvio que el fin estratégico del sistema de educación pública elemental, media y superior como medio de control social es el de conformar un mexicano cuyos raigones identitarios sean cercenados de tal guisa que perdamos la memoria histórica.
Ello está conduciendo ya a la conformación de un nuevo tipo de mexicano que, al no registrar a cabalidad las causas y los efectos de su realidad social, económica, política y cultural y sólo ser entrenado para un mercado laboral dado, se torna conformista. Dócil.
Mas no sólo eso. Al ir perdiendo los mexicanos la memoria histórica –la colectiva-- su identidad se desdibuja hasta difuminarse, quedando vacía el alma nacional y lista para imbuirle una nueva identidad. Una identidad que deviene en indolente conformista.
¿Y cuál sería –es-- esa nueva identidad imbuida en el alma nacional? La suspicacia de los mexicanos pensantes y conscientes se remite a los vectores que conformaron la monstruosidad de la filosofía que conócese como la del Destino Manifiesto.
III
Esa filosofía inspira praxis –prácticas— de alcance trasnacional e incluso imperialista que se han traducido en la dominación del Estado estadunidense sobre el mexicano. La praxis táctica de dicha filosofía fue enunciada por Richard Lansing en 1924.
Lansing era, en esas fechas, secretario de Estado en el Poder Ejecutivo de Estados Unidos, durante el presidencialado de Woodrow Wilson, pero el enunciado no fue formulado como doctrina sino hasta después de la muerte de aquél, ocurrida en 1962.
La doctrina Lansing fue adoptada por el Estado estadunidense cuando Richard M. Nixon llegó al poder en 1969. Con el concurso de la Agencia Central de Inteligencia se creó un plan financiero privado para estudiantes mexicanos en universidades de EU.
Así estudiaron en Harvard, Yale, Stanford y otras instituciones Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y una miríada más de mexicanos (y el francés Jose-Marie Cordoba Montoya) que luego conformaron los gabinetes de esos ex mandatarios.
Lansing enunció que “sin disparar un tiro ni gastar un dólar”, EU podría dominar a México educando a mexicanos “ambiciosos” (Salinas, Zedillo, et al) para que gobiernen al país y “harán lo que nosotros queramos”. Así está ocurriendo. Exactamente
ffponte@gmail.com
VI Declaración de la Selva Lacandona, Junio, 2005
I
Los mexicanos políticamente conscientes, situados en los estratos vanguardistas --o no-- de los pueblos de México, identifican en gradación variopinta los efectos y, quizá, también las causas de la terrible debacle que nos agobia. Ello antójase verismo.
Esa conciencia de la realidad tan opresiva parece despertarse más y más conforme transcurren los días, a resultas, precisamente, de sus manifestaciones: desempleo, inepcia y traiciones de los personeros del poder político y económico, pobreza, etc.
Esas manifestaciones también han contribuido –y continúan haciéndolo— a que la gente se inquiera a sí misma y entre sí con honda preocupación acerca de cómo salirle al paso a ésta situación tan amarga y, a la vez, lacerante, y proceder a revertirla.
En ello adviértese confusión debido, entre otros motivos, a (1) los intereses de cultura e idiosincrasia de clase social, (2) el uso eficiente de los medios de control social y (3) el desconocimiento –o, si acaso, pueril— de nuestra propia historia.
Esto último es axial y, por lo mismo, de importancia suma. Ello se confirma en el propósito del poder político del Estado mexicano de eliminar de la educación media superior la enseñanza de las humanidades, que incluye a la historia y otras disciplinas.
II
Algunas –si no es que todas— de esas disciplinas son, además de la historia, la filosofía, la lógica, la ética, la estética, etc., cuya centralidad y trascendencia reside en el atribuido secuencial de que permiten comprender la realidad e interpretarla.
Pero es obvio que el fin estratégico del sistema de educación pública elemental, media y superior como medio de control social es el de conformar un mexicano cuyos raigones identitarios sean cercenados de tal guisa que perdamos la memoria histórica.
Ello está conduciendo ya a la conformación de un nuevo tipo de mexicano que, al no registrar a cabalidad las causas y los efectos de su realidad social, económica, política y cultural y sólo ser entrenado para un mercado laboral dado, se torna conformista. Dócil.
Mas no sólo eso. Al ir perdiendo los mexicanos la memoria histórica –la colectiva-- su identidad se desdibuja hasta difuminarse, quedando vacía el alma nacional y lista para imbuirle una nueva identidad. Una identidad que deviene en indolente conformista.
¿Y cuál sería –es-- esa nueva identidad imbuida en el alma nacional? La suspicacia de los mexicanos pensantes y conscientes se remite a los vectores que conformaron la monstruosidad de la filosofía que conócese como la del Destino Manifiesto.
III
Esa filosofía inspira praxis –prácticas— de alcance trasnacional e incluso imperialista que se han traducido en la dominación del Estado estadunidense sobre el mexicano. La praxis táctica de dicha filosofía fue enunciada por Richard Lansing en 1924.
Lansing era, en esas fechas, secretario de Estado en el Poder Ejecutivo de Estados Unidos, durante el presidencialado de Woodrow Wilson, pero el enunciado no fue formulado como doctrina sino hasta después de la muerte de aquél, ocurrida en 1962.
La doctrina Lansing fue adoptada por el Estado estadunidense cuando Richard M. Nixon llegó al poder en 1969. Con el concurso de la Agencia Central de Inteligencia se creó un plan financiero privado para estudiantes mexicanos en universidades de EU.
Así estudiaron en Harvard, Yale, Stanford y otras instituciones Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y una miríada más de mexicanos (y el francés Jose-Marie Cordoba Montoya) que luego conformaron los gabinetes de esos ex mandatarios.
Lansing enunció que “sin disparar un tiro ni gastar un dólar”, EU podría dominar a México educando a mexicanos “ambiciosos” (Salinas, Zedillo, et al) para que gobiernen al país y “harán lo que nosotros queramos”. Así está ocurriendo. Exactamente
ffponte@gmail.com
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