La fiesta estaba en todo su esplendor, la música chida, los morros y las morras en traje de luces, el baile y el sudor se unian al gozo compartido.
Los padres felices; sus hijos en casa de gente honorable podían expresar el placer de todo eso sin los costos, pero sobre todo sin los riesgos, de algun antro infame.
A pesar de las evidentes apreturas económicas los jóvenes estudiantes habían decidido hacer a un lado la pobreza, la violencia, la supina guerra al narco con la que los usurpadores pretendían aborregar a los aborregables y organizaron una chida bola.
Adrían bailaba feliz con Brenda. Cuánto tiempo se tardó para que le hiciera caso...
-Ha de haber sido por mi medalla, buey. Pensó, mientras giraba y giraban felices a la música estridente.
Hacia menos de un mes que el mismo gober le había dado un reconocimiento por sus méritos académicos y a algunas chavas eso les encanta.
-Qué chido que fue Brenda. Se dijo.
Poco les duró el gusto de sus 17 años de vida. La sonrisa que adornaba sus juveniles rostros fue cortada por ráfagas de cuernos de chivo recién importados del genocida gabacho.
18 inocentes muertos después, con muros y pisos bañados de un rojo mortal, nos preguntamos si los mexicanos hemos perdido nuestra capacidad de asombro y aún peor, si hemos perdido el ánimo humanista y combativo para estar al lado de las mejores causas.
Arq. Eduardo Bistráin
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