09 marzo 2010
“Los derechos no se dan; se toman”.
José Martí.
I
Miles de millones de mujeres --y, lamentablemente, muy pocos varones-- habrían celebrado casi doquiera el Día Internacional de la Mujer, cuyo conjunto representa la mayoría del total de los habitantes de éste planeta. Pero es una mayoría oprimida.
La opresión de la mujer ofrece muchos rostros. Su opresión se manifiesta, además, de muchas maneras, formas y estilos y naturalezas, que van desde las muy complejas y sofisticadas hasta las burdas y elementales. Prevalecen los estereotipos.
El varón oprime a la mujer desde hace miles de años. Para imponer esa opresión y, sobre todo, mantenerla e incluso acentuarla, el varón ha utilizado una miríada de guisas y socaliñas y artilugios incluso como el de la simulación y los mimetismos.
Esa opresión es, sin duda, organizada, desde lo social y colectivo hasta lo individual, en las relaciones incluso de pareja y familiares. La opresión es tan antigua y tan establecida y arraigada que para muchas mujeres, es difícil tener conciencia de ella.
Pero la opresión está allí, omnipresente, aunque para millones de mujeres y varones sea soslayable. Como verismo objetivamente discernido, esa opresión es, esencialmente, económica, política, sin duda social, y muy verosímil en lo cultural.
II
Ángela Davis, intelectual afroestadunidense célebre por su activismo político progresista, díjole una vez a éste escribidor en entrevista para Excélsior en 1977 que para liberarse respecto del varón la mujer tendría que liberarse primero de sí misma.
En efecto. La señora Davis –poseedora de una sólida formación marxista y una sapiencia perspicaz y recursiva acerca de los intríngulis y matices de los materialismos histórico y dialéctico— dijo en esa ocasión:
“Es el hombre como especie quien sufre opresión. Unos cuantos miembros de la especie humana dominan a la mayoría para explotarlos de muchas maneras. Si la mujer se libera respecto del varón, en realidad no sería una liberación completa”.
--¿Quiere usted decir que la mujer liberará al hombre? –se le inquirió.
--¡Por supuesto! –respondió--. Tiene que liberar al humano (como especie) de sí mismo, sea varón o mujer. La mujer –la hembra de la especie— es también inherente a ésta. La liberación de la especie tiene que ser material; la de cada género, cultural.
Pero, monstruosamente, el humano varón -- concluía la pensadora-- se opone de hecho a ser liberado por su género opuesto y a la vez contraparte y complemento; esa oposición es indicadora de su propia opresión por otros género de la misma especie.
III
En ese contexto se inserta el sentido y significado de la celebración del Día Internacional de la Mujer. La llamada liberación femenina encuerpa vertientes de activismo político en gradación variopinta denominada epicenamente “feminismo”.
Mas entiéndase como querríase el concepto de liberación de la mujer y/o feminista, lo que emerge de ese entendimiento es que el proceso de liberación reivindicadora resulta del registro objetivo consciente de lo cual se quiere liberar, el de una opresión.
Esa opresión ocurre, fedatariamente, en los ámbitos de la economía, la vida política –no necesariamente democrática, como es el caso en México--, social y cultural. En casi todo el mundo, las instituciones del Estado devienen de la cosmovisión masculina.
Machista, pues. El andamiaje institucional del Estado –en México o doquiera-- no incorpora en su estructura y su filosofía los intereses del otro género, el femenino, de la especie humana. El poder se ejerce bajo premisas masculinas.
Y para sobrevivir, el género femenino de la especie asume –con éxito en no pocas veces-- esas premisas masculinas. Es la hembra de la especie la que se adapta a los intereses del macho, en detrimento indigno y agraviante de aquella.
¿Colofón? El Día Internacional de la Mujer es, en realidad, el Día Internacional de la Especie Humana renuente a su propia manumisión y desarrollo integral porque uno de sus géneros, el masculino, oprime al otro, el femenino. Ejemplo: la ley antiaborto.
ffponte@gmail.com
José Martí.
I
Miles de millones de mujeres --y, lamentablemente, muy pocos varones-- habrían celebrado casi doquiera el Día Internacional de la Mujer, cuyo conjunto representa la mayoría del total de los habitantes de éste planeta. Pero es una mayoría oprimida.
La opresión de la mujer ofrece muchos rostros. Su opresión se manifiesta, además, de muchas maneras, formas y estilos y naturalezas, que van desde las muy complejas y sofisticadas hasta las burdas y elementales. Prevalecen los estereotipos.
El varón oprime a la mujer desde hace miles de años. Para imponer esa opresión y, sobre todo, mantenerla e incluso acentuarla, el varón ha utilizado una miríada de guisas y socaliñas y artilugios incluso como el de la simulación y los mimetismos.
Esa opresión es, sin duda, organizada, desde lo social y colectivo hasta lo individual, en las relaciones incluso de pareja y familiares. La opresión es tan antigua y tan establecida y arraigada que para muchas mujeres, es difícil tener conciencia de ella.
Pero la opresión está allí, omnipresente, aunque para millones de mujeres y varones sea soslayable. Como verismo objetivamente discernido, esa opresión es, esencialmente, económica, política, sin duda social, y muy verosímil en lo cultural.
II
Ángela Davis, intelectual afroestadunidense célebre por su activismo político progresista, díjole una vez a éste escribidor en entrevista para Excélsior en 1977 que para liberarse respecto del varón la mujer tendría que liberarse primero de sí misma.
En efecto. La señora Davis –poseedora de una sólida formación marxista y una sapiencia perspicaz y recursiva acerca de los intríngulis y matices de los materialismos histórico y dialéctico— dijo en esa ocasión:
“Es el hombre como especie quien sufre opresión. Unos cuantos miembros de la especie humana dominan a la mayoría para explotarlos de muchas maneras. Si la mujer se libera respecto del varón, en realidad no sería una liberación completa”.
--¿Quiere usted decir que la mujer liberará al hombre? –se le inquirió.
--¡Por supuesto! –respondió--. Tiene que liberar al humano (como especie) de sí mismo, sea varón o mujer. La mujer –la hembra de la especie— es también inherente a ésta. La liberación de la especie tiene que ser material; la de cada género, cultural.
Pero, monstruosamente, el humano varón -- concluía la pensadora-- se opone de hecho a ser liberado por su género opuesto y a la vez contraparte y complemento; esa oposición es indicadora de su propia opresión por otros género de la misma especie.
III
En ese contexto se inserta el sentido y significado de la celebración del Día Internacional de la Mujer. La llamada liberación femenina encuerpa vertientes de activismo político en gradación variopinta denominada epicenamente “feminismo”.
Mas entiéndase como querríase el concepto de liberación de la mujer y/o feminista, lo que emerge de ese entendimiento es que el proceso de liberación reivindicadora resulta del registro objetivo consciente de lo cual se quiere liberar, el de una opresión.
Esa opresión ocurre, fedatariamente, en los ámbitos de la economía, la vida política –no necesariamente democrática, como es el caso en México--, social y cultural. En casi todo el mundo, las instituciones del Estado devienen de la cosmovisión masculina.
Machista, pues. El andamiaje institucional del Estado –en México o doquiera-- no incorpora en su estructura y su filosofía los intereses del otro género, el femenino, de la especie humana. El poder se ejerce bajo premisas masculinas.
Y para sobrevivir, el género femenino de la especie asume –con éxito en no pocas veces-- esas premisas masculinas. Es la hembra de la especie la que se adapta a los intereses del macho, en detrimento indigno y agraviante de aquella.
¿Colofón? El Día Internacional de la Mujer es, en realidad, el Día Internacional de la Especie Humana renuente a su propia manumisión y desarrollo integral porque uno de sus géneros, el masculino, oprime al otro, el femenino. Ejemplo: la ley antiaborto.
ffponte@gmail.com
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