Rómulo Pardo Silva
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Las convulsiones de la corteza terrestre no se pueden evitar, pero hay herramientas para limitar sus consecuencias. Si se usan o no depende del sistema político y económico elegido o impuesto.
Observando en un país la racionalidad, la moral, la solidaridad como guías diarias de comportamiento; las organizaciones permanentes de participación ciudadana; la calidad de la educación nacional y de los medios de comunicación; la inversión en prevención, se puede saber el grado de seguridad de todos frente a las violencias de la naturaleza.
El caso chileno. La tragedia del 27 de febrero se dio después de la experiencia de siglos de terremotos y maremotos mortales y destructivos.
Las casas de adobe son mortales en los sismos. Había que hacerlas nuevas con otros materiales o reforzarlas.
En las costas los maremotos barren y matan a los habitantes de las viviendas cercanas y bajas en relación al océano. Había que reubicarlas sobre los veinte metros del nivel del mar.
La falta de energía eléctrica interrumpe el suministro de agua y combustible. Las empresas de agua y los servicentros debían tener grupos electrógenos para bombear los líquidos.
Edificios, viviendas, puentes, carreteras colapsan. Se debía tener un control sobre el cumplimiento efectivo de las normas antisísmicas de ingeniería.
El alimento falta por días en las zonas siniestradas. Debía haber acopio de los más básicos a lo largo del país para evitar depender de dificultosos envíos distantes.
El lumpen sale a saquear y cometer delitos. A las pocas horas se debe colocar fuerzas militares.
Las antenas se derrumban cortando las comunicaciones vitales. Se deben levantar asegurando su estabilidad durante sismos.
Los habitantes locales y turistas en las playas se desorientan sobre qué hacer durante y después del sismo. Debe haber un sistema de educación permanente, ponerse señaléticas, repartirse instructivos, etc.
Los sismólogos saben con anticipación dónde se ha acumulado energía suficiente para una ruptura en las placas. Se debe seguir sus indicaciones y dotarles de los instrumentos que demanden.
La distribución de alimentos y ayuda se hace muy difícil y lenta. Debe haber organizaciones de vecinos, con líderes propios, que se conozcan a lo largo del tiempo para servir de complemento a la acción de las autoridades.
Mucha gente no puede comprender la situación bruscamente creada y toma malas decisiones, se paraliza o cae en la histeria. La educación de calidad para todos fundamentada en la ciencia, el concepto de la realidad en cambio permanente, la resolución de problemas, el trabajo colectivo, permite una adecuación más rápida, segura, solidaria y eficiente de los afectados.
Se sabe lo que hay que hacer, qué se debe priorizar, en qué hay que invertir. Las pérdidas de vidas y materiales dependen de haberlo hecho o no.
Si se opta por el lucro, la consideración de la explotación de otros como normal, la competencia egoísta, la segmentación social, la difusión de subcultura por los medios, el estímulo a la compra de bienes secundarios como autos, televisores plasma, viajes al extranjero, bienes suntuosos, la facilitación sistémica de la delincuencia, no se puede esperar como resultado sino la repetición de las grandes catástrofes que azotan mayoritariamente a los pobres.
La elección de un modelo empresarial o social con sus pros y contras depende de la gente y las fuerzas que la dirigen.
Hay alternativa para una mayor seguridad, pero tiene el costo de la racionalidad contraria al consumismo del sistema.
Contacto romulo.pardo@gmail.com
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