11 mayo 2010
Están en México, en Hermosillo. Y ayer vivieron el segundo día más doloroso de su existencia. El primero fue hace casi un año, aquel 5 de junio que no debió existir jamás. Cuando ocurrió lo inimaginable. El más horrendo de los crímenes en la historia de este país. Nunca una tragedia. Porque estas corresponden —temblores, inundaciones o huracanes— a caprichos terribles de la naturaleza o a fallas técnicas o humanas que provocan muertos y heridos.
Aquí hay un crimen colectivo de larga data. Que comenzó mucho antes del día del incendio y que todavía hoy no termina. Primero, muchos años de corrupción utilizando una obligación del estado como franquicia para favorecer a unos cuantos con la envoltura de la subrogación. Un esquema perverso en la habilitación de guarderías para los jodidos; es decir los trabajadores, ellos y ellas. Porque, entre menos gasten los dueños, mayores son sus ganancias.
El ejemplo prototípico de todo esto lo ha sido la guardería ABC donde siempre alardearon de influencias en las más altas esferas del poder; una de sus socias presume de ser prima de doña Margarita, la primera dama del país. Tal vez fue por eso que el presidente Calderón recibió —casi un año después— tan sólo a los padres menos incómodos. Y no a los que conforman el Movimiento 5 de Junio en memoria de aquel día del horror; aunque nadie sea capaz de imaginar el indecible sufrimiento de los 49 niños que murieron y de otros sesenta que sobreviven con graves secuelas. Hoy, los padres y madres de todos luchan contra otro crimen no menos cruel: el de la desmemoria. Evitar a toda costa que el desdén y el olvido conspiren con la impunidad y la injusticia.
Yo no creo en los roles esquemáticos del padre duro y rudo y la madre débil y tierna. A lo largo de estos meses he visto quebrarse a algunos padres varones de los niños de Hermosillo. En cambio, me ha conmovido la fortaleza de algunas madres por mantenerse en la lucha. Sin embargo, está claro que hay una relación primigenia entre madres e hijos desde el momento mismo de la concepción que se nutre de la sensibilidad irrepetible y mutua sobre todo en los primeros años de la vida, cuando hay que bañarlos, vestirlos y llevarlos a la escuela… o a la guardería.
En el momento de escribir estas líneas es 10 de mayo, día de las madres. Así que, además de mis querencias, no puedo menos que dedicarlas a quienes me estremecen con su sufrimiento, pero también me asombran con su fortaleza. Por eso las he acompañado siempre en su dolor infinito, pero también en su demanda permanente de justicia.
Aquí hay un crimen colectivo de larga data. Que comenzó mucho antes del día del incendio y que todavía hoy no termina. Primero, muchos años de corrupción utilizando una obligación del estado como franquicia para favorecer a unos cuantos con la envoltura de la subrogación. Un esquema perverso en la habilitación de guarderías para los jodidos; es decir los trabajadores, ellos y ellas. Porque, entre menos gasten los dueños, mayores son sus ganancias.
El ejemplo prototípico de todo esto lo ha sido la guardería ABC donde siempre alardearon de influencias en las más altas esferas del poder; una de sus socias presume de ser prima de doña Margarita, la primera dama del país. Tal vez fue por eso que el presidente Calderón recibió —casi un año después— tan sólo a los padres menos incómodos. Y no a los que conforman el Movimiento 5 de Junio en memoria de aquel día del horror; aunque nadie sea capaz de imaginar el indecible sufrimiento de los 49 niños que murieron y de otros sesenta que sobreviven con graves secuelas. Hoy, los padres y madres de todos luchan contra otro crimen no menos cruel: el de la desmemoria. Evitar a toda costa que el desdén y el olvido conspiren con la impunidad y la injusticia.
Yo no creo en los roles esquemáticos del padre duro y rudo y la madre débil y tierna. A lo largo de estos meses he visto quebrarse a algunos padres varones de los niños de Hermosillo. En cambio, me ha conmovido la fortaleza de algunas madres por mantenerse en la lucha. Sin embargo, está claro que hay una relación primigenia entre madres e hijos desde el momento mismo de la concepción que se nutre de la sensibilidad irrepetible y mutua sobre todo en los primeros años de la vida, cuando hay que bañarlos, vestirlos y llevarlos a la escuela… o a la guardería.
En el momento de escribir estas líneas es 10 de mayo, día de las madres. Así que, además de mis querencias, no puedo menos que dedicarlas a quienes me estremecen con su sufrimiento, pero también me asombran con su fortaleza. Por eso las he acompañado siempre en su dolor infinito, pero también en su demanda permanente de justicia.
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