11 mayo 2010
“La libertad en México es incompleta: siguen sin cumplirse las metas fijadas desde la Independencia”.
José Narro Robles.
I
El rector de la UNAM, el eminente doctor Narro, citado en el epígrafe de ésta entrega, se ha distinguido desde su elección no sólo por su gran responsabilidad y el encaramiento de la misma, sino también por sus diagnósticos acerca de nuestra realidad.
El encaramiento de su responsabilidad al frente de la Universidad Nacional Autónoma de México ha sido, si visto desde extramuros, valiente, aunque con predecibles falibilidades si visto desde intramuros.
Y sus diagnósticos de la realidad mexicana, más allá del ámbito académico y, en un sentido más amplio, educativo, son pedagogía política y, desde luego, social. Son, por añadidura, diagnósticos certeros.
Empero, el doctor Narro, no sin intencionalidad, se ha abstenido de añadir propuestas concretas de tratamiento específico a sus diagnósticos de México. Es probable que él tenga diseñados tratamientos para curar las enfermedades del país.
Pero también es probable que don José, fiel a su formación y convicciones, piense colegiadamente en cuanto a diseñar un tratamiento para atender patologías como las que diagnostica. En ello nos ofrece también un ejemplo a seguir. Consenso.
II
Esos ejemplos son, v. gr., los siguientes:
Uno, el de que todos los mexicanos actuemos y nos desempeños colegiadamente mexicanos.
Y dos, colegiadamente diseñar los remedios a nuestras enfermedades económicas, políticas, sociales e incluso las de la cultura, precisamente, de las patologías mexicanas y sus manifestaciones endémicas. La cultura, sábese, es producto social.
En su más reciente declaración –la del epígrafe-- el rector nos inspira interrogantes que ya se formulan no pocos mexicanos en la enorme diversidad de senderos y atajos de la vida nacional acerca del dilema nodal: ¿vivimos en libertad o bajo opresión?
Planteado de otro jaez: ¿Somos los mexicanos realmente libres o vivimos oprimidos, si no es que esclavizados, sometidos a un yugo que, cierto es, millones de mexicanos no registran pero cuyos efectos sienten incluso en carne viva.
La respuesta bien podría ser polisémica y, tal vez, epicena, aunque no faltarían, predeciblemente, aquellas sustentadas sobre bases documentales de casos de opresión o de libertad. Dicotomía obvia: lo que para algunos es libertad, para otros es opresión.
O esclavitud, existiendo ésta bajo guisas tan sofistas que aun los esclavos más sufrientes piensan que hay otros en condiciones peores y que, por lo tanto, comparativa y relativamente no están esclavizados.
III
Pero la esclavitud siempre ha tenido muchos rostros. Algunos son como los de las Gorgonas, monstruosos y repugnantes, pero otros nos ofrecen facies y visajes engañosos, bellos y atractivos. Esclavitud con rostro humano, diríase zumbonamente.
Pero mensuremos la libertad y su antípoda la opresión bajo otros prismas y paradigmas, los de de la sociología y, aunado a ésta, los de la historia, la filosofía, la economía e incluso la ciencia política y, así, discernir moralejas de la experiencia social.
Y lo fehaciente de ello es la pobreza y la ignorancia –temas recurrentes en el discurso del rector Narro— prevalecientes en México y, por encima de todo ello, sus causales, secuela de perversiones que Locke describió como depredadoras.
Y es que cierto confirmaríase que el depredador del hombre es el hombre mismo. La especie humana tiene su propio Némesis en sí misma. La opresión prevaleciente, documentada cotidianamente doquiera el planeta, es obra propia. Nuestra, pues.
La opresión del hombre por el hombre tiene, además de la pobreza y la ignorancia, otras expresiones que se nos identifican como inspiradas causativamente en una filosofía dada, e. g., la desestimación franca de la vida humana.
Los diagnósticos del doctor Narro y el tratamiento que colegiadamente aquellos demandan le plantea a la UNAM y, en general, a la institución de la universidad pública mexicana, el desafío de prescribir los medicamentos específicos para esos males.
ffponte@gmail.com
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