Decenas de miles de personas huyen de la violencia en Ciudad Juárez, Chihuahua, para establecerse en la ciudad vecina, El Paso, Texas. Unos llegan a casas de parientes, otros rentan viviendas y los acaudalados compran grandes residencias y mudan sus restaurantes, bares y antros. Se trata de un éxodo de mexicanos aterrorizados que acabaron por concentrarse en una vasta área que ya es conocida como El Juárez Nuevo.
EL PASO.- Aproximadamente 160 mil mexicanos que han huido de Ciudad Juárez a raíz de la “guerra contra el narco” que emprendió Felipe Calderón, se han establecido sobre todo en dos sectores de El Paso que ya son conocidos como El Juárez Nuevo.
En el oeste de esta zona, que comercial y culturalmente ya es dominada por mexicanos, viven encumbrados empresarios juarenses que, por miedo al secuestro y cansados de pagar “cuotas” al crimen organizado en Juárez, se refugiaron en El Paso, donde no sólo han hecho crecer el sector inmobiliario con la compra de grandes residencias, sino que en sus principales avenidas instalaron lujosos restaurantes, bares y antros.
En contraste, en el oriente se localizan aquellos que, perseguidos o atemorizados, salieron de Juárez arrastrando su pobreza y hoy sobreviven arrimados en viviendas de familiares o amigos.
Mientras tanto, en Ciudad Juárez, donde se calcula que han sido abandonadas unas 120 mil casas, han quedado también las tumbas de los familiares de los emigrantes que fueron abatidos a balazos por los narcos o por las fuerzas de seguridad luego de que, en 2008, el presidente Calderón dispuso que unos 7 mil militares y alrededor de 2 mil policías federales se trasladaran a esta zona fronteriza para librar la lucha contra el narcotráfico.
Se prevé que la mayoría de esas tumbas no serán visitadas ni el próximo Día de Muertos.
–¿Cómo evalúa el éxodo de juarenses que abandonaron su ciudad orillados por la violencia? –se consulta al regidor Steve Ortega, representante del Distrito 7 de El Paso.
–Siendo realistas, existen aspectos negativos, porque en algunas partes del mundo hay personas que piensan que El Paso es tan violento como Juárez, aunque en realidad es una de las ciudades más seguras de Estados Unidos.
“Pero también hay aspectos positivos: se han establecido restaurantes, bares y antros, junto con una gran diversidad de negocios; muchos están comprando departamentos o casas, mientras que otros están rentando. Y por la noche hay más gente, porque en Juárez los jóvenes ya no salen a divertirse: prefieren venir a El Paso.”
En efecto, aquí pueden verse ahora negocios y restaurantes como María Chuchena, Burritos Crisóstomo, Roma, Garufa, Trevi, Chihuas, Aroma y Chamucos, que se mudaron porque en Juárez eran obligados a pagar cuotas a los narcos, porque a los establecimientos entraban a ejecutar a clientes o porque los propietarios de los mismos eran amenazados o secuestrados.
E inclusive uno de ellos, el restaurante Aroma, propiedad de Oswaldo Kuckle, fue incendiado el 15 de junio de 2008 por un grupo de sicarios, al parecer del cártel de Juárez, dirigido por Vicente Carrillo. Ese hecho se atribuyó a que cinco días atrás corrió el rumor de que Joaquín El Chapo Guzmán Loera, dirigente del cártel de Sinaloa, había acudido a comer al lugar acompañado de 100 escoltas.
Después del incendio apareció una narcomanta en la que El Chapo advertía a Carrillo que ni quemando negocios le ganará la guerra en la frontera.
Actualmente, Aroma opera en la avenida Mesa de El Paso, al igual que Garufa y Tortas Mexicanas. Como antes estos restaurantes daban servicio en la avenida Tomás Fernández de Juárez, quienes ahora los visitan en la ciudad estadunidense dicen que esa vía es “la Tomás Fernández de El Juárez Nuevo”.
Aunque algunos propietarios de restaurantes paseños, como Arclouino’s y Desert Crossing, se han quejado ante el regidor Steve Ortega de que su clientela disminuyó por los nuevos restaurantes mexicanos, el regidor Beto O’Rourke, representante del Distrito 8, señala que en El Paso algunos consideran buena la invasión de juarenses porque están comprando casas, desarrollando negocios y, por lo tanto, contribuyendo al crecimiento de la economía local.
Según datos de O’Rourke, cada año los juarenses gastan en El Paso 1.4 millones de dólares; 60 mil mexicanos que habitan la ciudad ya son residentes de Estados Unidos, y se calcula que unos 30 mil empleos de maquiladoras establecidas aquí dependen de lo producido por las que operan en Juárez.
Consultado acerca de la saturación de los servicios, como el Hospital General y las escuelas, O’Rourke comenta:
“Sólo sé que el hospital público ha gastado 1 millón de dólares en atender a los juarenses afectados por la violencia y que a todos debemos darles asilo y servicios públicos. En 2008, algunos pensaron que aquí se reproduciría la violencia e inclusive la policía compró más armas para enfrentar los problemas, pero no pasó nada.
No obstante, hoy día Texas se prepara para recibir a marines que el presidente Obama ordenó enviar con la misión de blindar la frontera contra los narcos mexicanos.
–¿Los juarenses están aquí legalmente?
–Desconozco cuántos migrantes entraron a consecuencia de la violencia, pero sólo en 2008 ingresaron 30 mil. Sé que se han detectado los siguientes tipos de juarenses: los que llegaron con papeles y dinero para establecerse legalmente, que abrieren negocios y compraron casas; los que se trajeron a la familia pero carecen de papeles y de dinero para adquirir una vivienda, y aquellos que, también sin recursos, dejaron en Juárez a parte de su familia porque no todos tienen visa.
Aulas portátiles
Quien tiene claro que los exiliados de la guerra contra el narco alcanzan las 160 mil personas es Juan Uribe, uno de los agentes de bienes raíces de mayor prestigio en esta ciudad.
“Hace tres años –dice–, muchos estadunidenses invertían su dinero en construir vivienda por todo el país. Sin embargo, en 2008, con la gran recesión, el exceso de inmuebles ocasionó la caída de los precios y se frenaron los créditos, bajaron los salarios y se acrecentó el desempleo. Ello obligó a un buen sector de la población a regresar sus casas al banco. Y mientras el problema se agudizaba en ciudades como Las Vegas, Phoenix o Michigan, en El Paso la actividad inmobiliaria estaba en auge gracias a que los juarenses, en su afán por huir de la violencia, compraban vivienda de manera desmedida.”
Desde 2008, en promedio, Juan Uribe registra una venta mensual de 20 casas y renta 54 locales comerciales a juarenses que abrieron pequeños negocios, como salones de belleza, fondas o restaurantes. Calcula que unos 30 restaurantes de “abolengo” en Juárez ya se instalaron en El Paso.
Datos de la Asociación de Bienes Raíces indican que desde 2008 se han realizado, mediante este organismo, 10 mil 318 operaciones de compraventa de casas nuevas y usadas. Además, se estima que 10 mil transacciones han sido efectuadas directamente y, en consecuencia, no están registradas por la asociación.
Asimismo, a partir del mismo año, se han rentado unas 20 mil viviendas a familias mexicanas, en tanto que un número no determinado de juarenses pobres llegaron a El Paso pidiendo albergue a algún pariente.
A quienes arriban en busca de casa sin haber tramitado su residencia, Juan Uribe les dice “que pueden comprar, pero eso no los hace residentes. Aun así, prefieren comprar antes que regresar a Juárez. Estoy hablando de grandes empresarios, de comerciantes medianos, de doctores, de chatarreros y de trabajadores de la maquila. Todos pueden comprar si garantizan que ganan tres veces los pagos mensuales que se establecen para cada vivienda”.
Comenta que en el estado de Texas hay unas 200 constructoras juarenses que “funcionan con una serie de irregularidades. Incluso han quedado mal y hacen trato con todo tipo de compradores. Yo atiendo a pura gente decente. Nada irregular ni nada en efectivo. Si son narcos, no hago trato con ellos. Aquí todas las operaciones pasan por la notaría, y en cuanto se detecta que hay dinero raro, se revisa su procedencia”.
–¿Entonces, algunos narcotraficantes han requerido de sus servicios?
–Hay quien llega y me dice: “Mire, señor, traigo una lanita en efectivo…”. A ellos ya no los recibo ni les contesto el teléfono.
Frente a la oficina de Juan Uribe, ubicada en el sector Oeste, en las calles Westwind y Belvidere, se encuentra la escuela primaria Polk, que refleja el impacto causado por la invasión de juarenses:
De 2008 a la fecha, para albergar a los niños refugiados, ese plantel ha instalado 12 salones portátiles en el área destinada a las canchas deportivas, y lo mismo sucede con la preparatoria Franklin, que redujo su estacionamiento para ampliar el número de aulas.
Y es que, dice Uribe, “sigue creciendo el número de inmigrantes juarenses. Y de los que estamos aquí, creo que no hay uno solo que no haya perdido a un ser querido, amigo o conocido en Juárez”.
“Una ciudad muerta”
Sofía, secretaria de una empresa juarense establecida en El Paso, narra:
“Toda la familia nos vinimos a vivir a El Paso. Dejamos casa y muebles. Desde entonces intento vender la vivienda de mi madre; ya me fui al precio más bajo y nadie la compra. Los domingos tengo que ir a darle vida: regar árboles, barrer y limpiar. Voy con una bolsita al cuello, el mínimo de dinero y una identificación.
“Antes caminábamos en la madrugada por el parque Borunda o las principales avenidas. Los antros eran pan comido para los jóvenes. Ahora Juárez es una ciudad muerta. Es una zona de guerra”, lamenta.
Estas expresiones se acentúan del lado oriente, donde viven los juarenses más pobres. Son las colonias San Ysidro, Socorro y San Elizario, colindantes con la zona por donde las organizaciones de narcotraficantes pasan la droga a Estados Unidos.
Isela es una joven señora que el año pasado llegó a El Paso y que, junto con sus dos hijos, se refugió en casa de su mamá, una mexicana con ciudadanía estadunidense. Isela y sus hijos huyeron de la “muerte” en Juárez; cruzaron el Puente Internacional Paso del Norte con visa de turista, y no piensan regresar. El esposo de Isela no puede ingresar porque no tiene papeles. Él se quedó a trabajar en Juárez y ahora es quien manda dinero para la manutención de su esposa e hijos.
Un ama de casa juarense, hoy ciudadana estadunidense, que vive en San Elizario, comenta: “Antes íbamos a Juárez a las consultas médicas, o los domingos a comprar mandado porque allá es más barato. Ahora sólo hablamos por teléfono a nuestras familias para ver cómo están, y siempre que nos comunicamos me dicen que acaban de matar a alguien”.
Muy cerca de ella radica José Rodríguez, don Pepe, quien en la zona es conocido por su lucha en defensa de los migrantes. Su casa queda a dos cuadras de la línea fronteriza: “Por aquí era frecuente el paso de la droga. Los indocumentados la metían por necesidad y nunca nos molestaban; sólo oíamos ladrar a los perros; por eso nos oponíamos a que se levantara el muro fronterizo, pero a partir de que empezó la guerra contra el narco, gracias a la malla nos sentimos más seguros”.
Otro caso es el de Rosario, una joven de 27 años que, a pesar de no poseer una gran fortuna, fue secuestrada en octubre del año pasado. Su papá acababa de morir y le dejó lo poco que tenía ahorrado. Para liberarla, sus raptores la llevaron al banco a retirar el dinero. En cuanto recuperó su libertad, huyó a El Paso. Aquí vive sola y en la pobreza. Además es ilegal.
Hacia el este, los pequeños negocios mexicanos no sólo sobrepasan numéricamente a los establecimientos paseños, sino que los desplazan. Todos venden comida mexicana. Son un éxito.
Por ejemplo, sobre la calle Socorro, en Plaza Flores, se encuentra un Burger King rodeado por restaurantes como La Choza del Nopal, Tortas y Menudos, Burritos Cázares, un local de tamales y otro de piñatas.
Las casas son de adobe o piedra, con enrejados, puertas y ventanas de madera. Lucen barrotes de madera tallada. En el patio delantero de algunas viviendas se alcanzan a ver hornos de barro para pan.
Siguiendo la ruta sobre Socorro, al cruzar avenida Las Américas, se encuentra un restaurante de comida mexicana y elotes; después, pasando Salamanca, están El Gran Mesón, una carnicería y la Casa de la Pesca; a un lado, la pastelería Gamboa, un taller de alineación y Tacos Don Cuco –de tripitas, buche y barbacoa–, que también expende frijoles de la olla.
Es El Juárez Nuevo.
De acuerdo con un estudio de El Colegio de la Frontera Norte, en Ciudad Juárez existen 116 mil viviendas vacías, 25% del fondo habitacional de la ciudad. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se han perdido 200 mil empleos. La Cámara Nacional de Comercio (Canaco) asegura que han cerrado 8 mil 300 negocios de todos los giros. La Asociación de Maquiladoras señala que cerca de mil millones de dólares no se invirtieron aquí debido a la violencia. El Departamento de Bomberos ha establecido que, de 2008 a la fecha, 35 bares y 80 negocios han sido incendiados de manera “intencional”.
En la zona conocida como el Pronaf funcionaban restaurantes, bares y antros que fueron quemados por el narco. Los más de 6 mil ejecutados han dejado desolación y miedo en la ciudad más violenta del mundo. Las calles están solas, las viviendas sin luz.
En contraste, a la avenida Mesa y a la zona centro de El Paso (entre las calles San Francisco y Anthony) llegan cientos de jóvenes juarenses y paseños en busca de diversión a bares y antros como Manhattan, La Cantina, Lepre Chaun, Plum, La Barrita, Estrago y Nova Luna.
El Manhattan es el único con música en vivo. Tocan aquí grupos juarenses. Esta noche, viernes a las 20:00 horas, ameniza la Sonora Escándalo.
La vida en El Juárez Nuevo, apenas comienza.
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