Publicado originalmente este pasado domingo en la edición 1758 del semanario Proceso.
Para el historiador Lorenzo Meyer, las elecciones del 2010 constituyeron “un ritual sin contenido”, no existieron los ciudadanos ni las propuestas distintas, “la atmósfera fue de una lucha entre los poquitos que se disputaban la bolsa de recursos electorales” e irónico sentencia: “si esta es nuestra normalidad democrática, pobre normalidad, porque es una normalidad gris, sin entusiasmo”.
Este fenómeno es producto de nuestra historia, de la naturaleza de las élites políticas en México y de la confusión entre alternancia y transición a la democracia, resume el catedrático del Colegio de México. Meyer lo explica así en una extensa entrevista con Proceso:
“Es la naturaleza de la sociedad colonial. México fue el resultado de una colonización de explotación y no de una colonización de poblamiento, como fue el caso de Estados Unidos. Para explotar a una colonia como la Nueva España, los poquitos deben ser los capaces de tener el mando y todos los demás debían obedecer.
“Ni la Independencia ni la Revolución cambiaron eso. Lo que vivimos ahora son los ecos de la fundación original del país. ¿Por qué fue más conflictiva la elección del 2006 y no la del 2000? Porque en la elección de ese año, la élite del poder decidió que la alternancia no era ninguna amenaza para el statu quo.
“Fue un gatopardismo completo: vamos a movernos para quedarnos en el mismo sitio. Vamos a hacer que el status quo se revitalice sin cambio. Sólo se cambian las percepciones. El 2000 limpió la mancha de 1988, México se presentó, por fin, como un país con el rostro moderno, pero en el 2006 se abre la posibilidad de que la elección sea más de contenidos que de formas. Se ofreció la identificación entre el candidato presidencial y las clases más bajas”.
Meyer advierte que ni el proyecto de López Obrador ni el de la coalición que lo postuló para la presidencia de la República eran radicales ni planteaban una revolución, pero “la élite del poder no quiso”.
“Y ya se vio desde la Independencia, cuando Hidalgo quiso introducir a los pobres en los procesos políticos, esto es algo peligroso. Y la Revolución Mexicana introdujo a las clases peligrosas. No hay que hacer eso. Pero se supone que estábamos en el siglo XXI, que habíamos cruzado el Rubicón democrático”, rememora el historiador.
Con estos antecedentes, el profesor del Colegio de México señala que los comicios de este 2010 fueron “como retornar al 2000, pero ya se perdió la virginidad, ya se sabe a lo que conduce una alternancia vacía, ya no entusiasma a nadie”.
-¿Bajo esta panorama qué pasa con los partidos? –se le cuestiona.
-Son partidos de cuadros, de políticos alejados de la sociedad, que se pensaron para otra cosa. Ellos ya se blindaron frente a la sociedad. Nadie les va a quitar la enorme bolsa de dinero que obtienen, por eso, dejan que nosotros les digamos lo peor, pero no tienen ninguna vergüenza.
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Para el historiador Lorenzo Meyer, las elecciones del 2010 constituyeron “un ritual sin contenido”, no existieron los ciudadanos ni las propuestas distintas, “la atmósfera fue de una lucha entre los poquitos que se disputaban la bolsa de recursos electorales” e irónico sentencia: “si esta es nuestra normalidad democrática, pobre normalidad, porque es una normalidad gris, sin entusiasmo”.
Este fenómeno es producto de nuestra historia, de la naturaleza de las élites políticas en México y de la confusión entre alternancia y transición a la democracia, resume el catedrático del Colegio de México. Meyer lo explica así en una extensa entrevista con Proceso:
“Es la naturaleza de la sociedad colonial. México fue el resultado de una colonización de explotación y no de una colonización de poblamiento, como fue el caso de Estados Unidos. Para explotar a una colonia como la Nueva España, los poquitos deben ser los capaces de tener el mando y todos los demás debían obedecer.
“Ni la Independencia ni la Revolución cambiaron eso. Lo que vivimos ahora son los ecos de la fundación original del país. ¿Por qué fue más conflictiva la elección del 2006 y no la del 2000? Porque en la elección de ese año, la élite del poder decidió que la alternancia no era ninguna amenaza para el statu quo.
“Fue un gatopardismo completo: vamos a movernos para quedarnos en el mismo sitio. Vamos a hacer que el status quo se revitalice sin cambio. Sólo se cambian las percepciones. El 2000 limpió la mancha de 1988, México se presentó, por fin, como un país con el rostro moderno, pero en el 2006 se abre la posibilidad de que la elección sea más de contenidos que de formas. Se ofreció la identificación entre el candidato presidencial y las clases más bajas”.
Meyer advierte que ni el proyecto de López Obrador ni el de la coalición que lo postuló para la presidencia de la República eran radicales ni planteaban una revolución, pero “la élite del poder no quiso”.
“Y ya se vio desde la Independencia, cuando Hidalgo quiso introducir a los pobres en los procesos políticos, esto es algo peligroso. Y la Revolución Mexicana introdujo a las clases peligrosas. No hay que hacer eso. Pero se supone que estábamos en el siglo XXI, que habíamos cruzado el Rubicón democrático”, rememora el historiador.
Con estos antecedentes, el profesor del Colegio de México señala que los comicios de este 2010 fueron “como retornar al 2000, pero ya se perdió la virginidad, ya se sabe a lo que conduce una alternancia vacía, ya no entusiasma a nadie”.
-¿Bajo esta panorama qué pasa con los partidos? –se le cuestiona.
-Son partidos de cuadros, de políticos alejados de la sociedad, que se pensaron para otra cosa. Ellos ya se blindaron frente a la sociedad. Nadie les va a quitar la enorme bolsa de dinero que obtienen, por eso, dejan que nosotros les digamos lo peor, pero no tienen ninguna vergüenza.
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