Barómetro Internacional
Desde Brasil
Bruno Peron Loureiro
La opinión propia es una de las manifestaciones de ciudadanía. La primera actitud digna de cualquier ciudadano es concordar o discordar, sin miedo a la limitación del sentido común o a aquella atmósfera que le rodea cuando se destaca de lo que hace y piensa la mayoría. Aún mejor que esta etapa rudimentaria de ciudadanía, es tener la capacidad para justificar su decisión, su elección o su opinión.
Así, el conocimiento es una forma de poder universal que cualquiera puede usufructuar, a menos que grupos o individuos pretenciosos quieran acapararlo para sí, creyendo que saben mucho cuando en realidad no saben nada: masones, “iluminati”, escuelas poliglotas de elite, patentadores de medicamentos que salvan vidas, o guardianes del sótano del Vaticano.
Muchas tradiciones ya se perdieron con ancianos que no las compartieron, o con la imposición de modos de vida “superiores” o “conquistadores”, o con saberes que se redujeron a cenizas, como en el incendio de la Biblioteca de Alejandría antes del nacimiento de Cristo.
Lo que ocurre es una división de intereses y placeres entre aquellos que conocen de A y los que saben de B, y que se entienden poco. Los resultados de un experimento de post-graduación en biología solo interesan a los especializados en el asunto.
Esta tendencia de segregación del conocimiento no deja de implicar un avance científico para la humanidad o para toda una nación, aunque parte de ella se detenga en la creencia de que el humor político que ve en la televisión lo transforma en un ciudadano más culto y más informado.
A despecho de la dificultad de evitar los procesos doctrinarios, algunos de los cuales nos vuelven convictos y obstinados en seguir ideas que parezcan ser convincentes y verdaderas, es importante la apertura a otras cosmovisiones. Ellas pueden sorprendernos.
El “circus tupinicanus” se estancó porque la capacidad creativa y constructiva ha sido cobrada por una grey política en vez de por el poder que emana de los ciudadanos, que desconocen su fuerza. Gran parte de ellos se olvidará de los candidatos por los cuales votaron en las elecciones, por lo tanto no tendrán a quien reclamar sus promesas electorales, y acabaran tachando a la clase política de incompetente.
Mientras que científicos foráneos recogen semillas brasileras para hacer investigaciones en sus instituciones educativas, se plantan copiosamente “semillitas” en el Brasil, para que la pobre e hinchada generación siguiente disfrute en algún apocalíptico momento de la “generosidad” de un gobierno decrépito.
El sueño del pleno empleo está cada vez más distante. El presidente estadounidense Barak Obama anunció la reducción de impuestos a la clase media y a las empresas pequeñas y medianas de su país a fin de incentivar el crecimiento económico y reducir el desempleo.
Mientras supuestamente la crisis financiera mundial pasó desapercibida en los países latinoamericanos, dónde las empresas automovilísticas se lucraron estratosféricamente, y se flexibilizaron las leyes de trabajo para justificar los despidos masivos (previstos y deseados por el gran capital desde mucho antes del estallido de la crisis), el país de Rambo reconoció disimuladamente su fracaso en Irak. Se banalizaron además las bajas civiles en ese país.
Aunque Ahmadinejad no es tonto como para aceptar la bestialidad norteamericana, el apetito de destrucción de este país tolera la desgracia petrolera que fluyó en el Golfo de México.
Un ciudadano de verdad no ejerce cabalmente la prerrogativa ciudadana frente a las urnas, si se comporta como un espectador pasivo de programas televisivos que intentan condicionar la escena política a partir, por ejemplo, de fórmulas humorísticas despreciativas.
El certamen de los medios de comunicación se tropieza –o se aprovecha– de la división de intereses y objetos de deleite que se manifiesta entre los distintos patrones educativos en Brasil. Unos están muy bien educados y preparados para vivir en condiciones dignas, mientras que otros son incapaces de tirar la basura en las papeleras y mucho menos de reciclar.
Las empresas que controlan los medios informativos en Brasil presionan a favor de la libertad total para sus contenidos y en contra de lo que llaman “censura”. Es bueno el afán de libertad de expresión, pero es lamentable el nivel de información, y está muy distante un nivel educativo satisfactorio. Es la degradación del Brasil.
El panorama en consecuencia es el de un disfraz de medio-ciudadanos donde cada uno finge que tiene derechos y deberes mientras se ignoran las leyes y se lamenta la unilateralidad del pago de impuestos, que no dan retorno al pueblo a la altura del nivel de recaudación.
Mientras tanto, el Ministerio de Inmigración francés propone la intensificación de las deportaciones de extranjeros que practican el “robo y la mendicidad”, señalando en especial a lo gitanos que se trasladan sobre todo de Bulgaria y Rumania para residir en Francia. El problema migratorio francés se da al mismo tiempo que el aumento del control de africanos saharianos en España, y a la polémica en el Estado de Arizona sobre la ley que amplía la posibilidad de deportación de inmigrantes ilegales.
El reconocimiento como ciudadano, en cualquier país del mundo depende del uso e intercambio que se hace del conocimiento, la capacidad y el deseo de cambio y de la opinión autónoma sobre los diversos asuntos en la agenda mundial.
¿Cuál es el primer paso –sin disfraces– que dará Ud. a fin de ejercer su ciudadanía por entero, o mostrar que ya lo está haciendo?
http://www.brunoperon.com.br
Traducción: Miguel Guaglianone
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