El optimismo rampante mostrado por la Secretaría de Hacienda al dar a conocer los indicadores de empleo y crecimiento de la economía tiene tintes de esquizofrenia. A juicio del gobierno de Felipe Calderón, el país se ha convertido en una ínsula de prosperidad y estabilidad económica, de empleo creciente y dinamismo empresarial, de plena confianza para la inversión extranjera… En un contexto de violencia desbordada en todo el país, el objetivo es claro: utilizar a la economía como elemento de distracción para que la sociedad no se percate de la ruina nacional.
La Secretaría de Hacienda sorprendió hace dos semanas con dos datos “espectaculares”. Uno: la economía mexicana está embalada y marcha con tal vigor que este año crecerá 4.8% y no 4.5% como estimó hace mes y medio, y lejísimos del 3% que auguraba a principios de año.
Y dos: no hay nada que detenga ese brioso andar. La violencia por el crimen organizado “no está afectando la actividad económica nacional”.
Es decir, mientras las economías europeas viven en la incertidumbre, lidian con sus problemas de sobreendeudamiento y millones salen a las calles a protestar por drásticas medidas de ajuste que menguarán sus niveles de vida, o mientras en Estados Unidos se quiebran la cabeza por hallar la manera de estimular una economía que no levanta –tasas de interés en cero y precios que rayan en la deflación–, en México se vive prácticamente en el paraíso.
Tanto así que resulta cosa menor lo que a diario se ve y se oye en periódicos, radio, televisión e internet: ejecuciones, levantones, balaceras entre sicarios, militares y policías; asesinatos, y cuanto subproducto de la guerra contra el crimen organizado sea posible –o no– imaginar.
Vaya, ni las cerca de 30 mil muertes que ha ocasionado esa guerra en cuatro años ni el clima cotidiano de violencia le quitan al gobierno federal el ánimo festivo ni las ganas de transmitir la idea de que estamos, casi, en la gloria.
“No parece haber evidencia de que la inseguridad esté afectando la actividad económica de México”, tituló la Secretaría de Hacienda su Informe Semanal del domingo 17, un documento que todos los domingos envía a los medios y sube a su página web.
El informe reconoce que “la violencia ocasionada por el crimen efectivamente desincentiva la actividad empresarial y espanta los capitales en las regiones que más están siendo afectadas”.
Sin embargo, luego de reseñar el comportamiento positivo de algunos indicadores macroeconómicos, asegura: “También es evidente que el crimen y la delincuencia no están inhibiendo la recuperación económica a nivel nacional como se ha querido hacer creer”.
Prestidigitación financiera
El miércoles 20, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, no cabía en sí para dar muy “buenas noticias”. En conferencia, habló de que las magníficas cifras macroeconómicas del país muestran que “México se recupera activamente de la crisis global”, inclusive de “manera más vigorosa que lo previsto”.
Y detalló: “Nuestras tasas de interés se encuentran en mínimos históricos; el tipo de cambio, estable; el mercado de valores continúa creciendo; las reservas están al máximo; la producción industrial presenta incrementos notables; la inversión privada se recupera, y las exportaciones y el consumo interno van en aumento”.
Por si fuera poco, dijo, “el Fondo Monetario Internacional considera que nuestra recuperación económica es más vigorosa que lo previsto para este año”.
No sólo eso, sino que “los mercados internacionales y las instituciones de banca de desarrollo siguen confiando en la política económica instrumentada por la actual administración. Prueba de ello es que el gobierno federal colocó hoy (miércoles 20), de manera exitosa en el mercado japonés, un bono Samurai por 150 mil millones de yenes, equivalente aproximado a mil 800 millones de dólares”.
Hay tanta confianza en el país –abundó Cordero– que esa operación con el bono Samurai “tuvo una demanda de dos veces el monto emitido y la participación principal fue de inversionistas institucionales japoneses”.
Dos semanas antes, el martes 5, el gobierno federal había emitido en mercados europeos otro papel soberano, aún más singular: un bono global, por mil millones de dólares, con rendimiento de 6.1% y a un plazo inédito, para un país latinoamericano, de 100 años.
Lo que en realidad hizo el secretario en la conferencia de prensa –convocada para anunciar un “máximo histórico” de empleos nuevos creados en lo que va del año– fue preparar el terreno para lo que un par de horas más tarde, después de las ocho de la noche, anunciaría oficialmente la Secretaría de Hacienda:
Que las cosas en la economía van tan bien que la dependencia había decidido revisar a la alza su estimación de crecimiento económico para este año: de 4.5% que había pronosticado el 8 de septiembre pasado, a 4.8%.
Y no es poca cosa. Significa un crecimiento 60% superior al 3% originalmente estimado –o 1.6 veces ese 3%– en el marco macroeconómico para 2010. Conforme fue recuperándose la economía estadunidense y, por tanto, fortaleciéndose la demanda externa, la economía mexicana fue mejorando.
Y, por lo mismo, los pronósticos variaron: desde ese 3% estimado en los Criterios Generales de Política Económica para 2010 –presentados ante el Congreso el 8 de septiembre de 2009– hasta el 4.8% del miércoles 20. Un verdadero vuelco si se considera que en 2009 la economía registró una caída de 6.5%, el peor desplome de su historia reciente, más que el 6.2% de 1995, que en su momento fue considerada la baja más dramática de por lo menos las últimas siete décadas.
De la última revisión (4.5%) a la más reciente (4.8%) sólo transcurrieron seis semanas. En ese lapso, los indicadores macroeconómicos acusaron una consistente desaceleración, pero el discurso oficial, por el contrario, se ha disparado en vertical ascendente.
De hecho, no se corresponden los argumentos con el monto de la subida en la estimación de crecimiento del PIB a 4.8%.
Cuando el 8 de septiembre último la Secretaría de Hacienda determinó revisar a la alza su estimación de crecimiento económico, de 4.1% a 4.5%, adujo la evolución “más favorable” de la actividad económica ya observada.
Señalaba, entre los principales puntos, que las exportaciones no petroleras habían crecido en el periodo enero-julio a una tasa anual de 33.8%; que en el primer semestre del año la producción industrial creció 6.6% anual, y la manufacturera 11.6%; y que, en particular, la producción automotriz creció un espectacular 76.8% entre enero y julio.
Además indicaba que en el segundo trimestre del año tanto la inversión como el consumo tuvieron “un mayor incremento secuencial” respecto del primero. Y la prueba era que en el periodo enero-julio las ventas al menudeo se expandieron 4.7% al año y el sector servicios creció 5.6% en el primer semestre.
Todo eso justificaba, decía Hacienda, aumentar cuatro décimas a la estimación de crecimiento del PIB para 2010 y dejarla en 4.5%. El Banco de México coincidió, días después, en que la economía crecerá este año “alrededor” de 5%, pero el próximo lo hará apenas entre 3.2% y 4.2%, dato que Hacienda prefirió omitir.
La “recuperación”
Para fundamentar su nueva estimación, Hacienda elimina indicadores donde no van bien las cosas, y de los que elige no presenta sus cifras acumuladas –que dan idea de la evolución de aquéllos–, sino datos mensuales y parciales, y que necesariamente resultan muy positivos si se les compara con el mismo mes de 2009, porque fueron justamente los peores meses de la crisis económica.
Así, para justificar la nueva estimación de tres décimas más, la secretaría detalla que las exportaciones no petroleras aumentaron 39.1%, pero sólo en agosto, y que la producción industrial se expandió 8.1% en el mismo mes, y compara ese registro con la estimación de 6%... realizada por analistas privados.
Con maña evidente, Hacienda da su nueva estimación del crecimiento del PIB dos días antes de que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) hiciera públicos los datos de la balanza comercial a septiembre, que muestra un crecimiento muy menor de las exportaciones.
Ofrece el dato de agosto, con un crecimiento de 39.1% de las exportaciones no petroleras, pero no el de septiembre, que trae un aumento de sólo 21.3%. Es decir, las exportaciones no petroleras en septiembre –dato que necesariamente debía conocer Hacienda– crecieron 17.8 décimas menos que en agosto, o lo que es lo mismo, aumentaron apenas un poco menos de la mitad en que lo hicieron durante agosto.
El acumulado enero-septiembre tampoco lo señala porque también es desfavorable: 32.8% anual contra 34.5% en enero-agosto.
También con dolo, Hacienda omite los datos de producción manufacturera y automotriz. Para la revisión de 4.1% a 4.5% del PIB festeja los incrementos extraordinarios de 11.6% enero-junio, en el primer caso, y de 76.8% enero-julio en el segundo.
Para la revisión a 4.8% de crecimiento del PIB no lo hace porque los datos, aunque en terreno positivo, señalan la tendencia declinante: 11.2% acumulado en enero-agosto en las manufacturas, y cada vez resultados más bajos en la industria automotriz.
Tan sólo en el segmento de la producción de automóviles la baja es notable. Datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, que es consultada por el Inegi para sus reportes mensuales sobre producción manufacturera, indican que en junio de este año se produjeron 206 mil 195 automóviles, 102% más que en igual mes de 2009, un poco más del doble.
En el acumulado enero-junio de 2010, la producción de autos fue 78.9% superior a la del mismo periodo del año previo. En tanto, en septiembre de este año se produjeron 197 mil 418 autos, que ya fue sólo 34.9% más que igual mes de 2009. Pero en el acumulado enero-septiembre la producción creció 67.4%, que son 11.5 décimas menos que en el periodo enero-junio.
Es decir, Hacienda usa las cifras que le convienen y las acomoda para que sean más llamativas.
Trabajo a la baja
El caso de manipulación más significativo es el de las cifras, el discurso y la información sobre el empleo y el desempleo. El gobierno ha llegado al extremo de convocar a conferencia de prensa cada mes, o antes si hay algún dato importante, para informar la última cifra de empleos formales nuevos.
Encabezan dichas conferencias los secretarios de Hacienda, de Trabajo y de Economía, así como el director del IMSS, o cuando menos dos de ellos, e invitan a los reporteros de sus respectivas “fuentes”, a veces hasta en domingo.
El dato importante es siempre el “máximo histórico” alcanzado en materia de creación de nuevos empleos formales en lo que va del año. Para la estimación de 4.5% del PIB el dato fue que se habían creado, entre enero y agosto, 634 mil nuevas plazas. Para el cálculo de 4.8% del PIB, se habían creado, entre enero y la primera quincena de octubre, 780 mil nuevos empleos, reales, “con nombre y apellido”, registrados en el IMSS.
El tema siempre es el número de nuevos puestos de trabajo, de cómo “ya se recuperaron” los empleos perdidos en la crisis y el total de afiliados al IMSS: “A la primera quincena de septiembre, 14 millones 661 mil 333 personas, cifra nunca antes vista”, dijo Cordero el miércoles 20.
Igual que con la información sobre exportaciones, “casualmente” Hacienda se adelantó a la fecha programada por el Inegi para dar su último dato sobre empleo y desempleo, que fue el viernes 22, y que reveló un aumento significativo en la tasa de desocupación: 5.7% de la Población Económicamente Activa (PEA), con lo que ya son poco más de 2.5 millones de personas sin trabajo.
Cuando en las conferencias de prensa algún periodista pregunta sobre el desempleo y de los problemas estructurales del empleo en el país, los funcionarios se escurren y optan por lo fácil: el comparativo internacional de tasas de desocupación.
Vamos muy bien, dicen siempre. Andamos en un promedio de 5% sobre la PEA. España trae casi 20% de su PEA. Estados Unidos 10%; Francia igual; Inglaterra 8%; Alemania 7%. Y así.
Los datos son ciertos, al menos de fuentes reconocidas, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.
Pero la simple tasa de desempleo nada dice sobre la realidad del empleo en México. En los cuadros, sólo con datos porcentuales, pues sí se ve bien México. Así usa las cifras el gobierno federal para darle una mejor cara a la economía.
O como decía Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Adolfo Hitler en la Alemania nazi: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que los distraigan”.
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