Entre 1966 y 2010, el personal de la embajada de Estados Unidos en México elaboró y remitió al Departamento de Estado 2 mil 285 cables sobre este país: 1 mil 281 figuran como “no clasificados”; 660, bajo el rubro “sólo para uso oficial”; 295 son confidenciales; 23, confidenciales y sin acceso a extranjeros; 14 son secretos, y 12, secretos sin acceso a extranjeros.
El puñado de despachos sobre México que divulgan los diarios que eligió el fundador de Wikileaks muestran el interés estadunidense por conocer el “estilo de liderazgo del presidente Calderón”, centrarse en “blancos de alto valor” contra el narcotráfico y los ruegos de la clase dirigente mexicana por obtener ayuda de Washington para pacificar tres ciudades del país y mostrar el éxito del programa presidencial.
El 4 de diciembre de 2009, a las 22:08 horas, la embajada de Estados Unidos en México recibió el despacho 238295 clasificado como “Secreto/ Nofor” (no acceso para extranjeros) firmado por “Clinton”. El documento “Liderazgo mexicano en general” alude dos informes anteriores (314/061600-09 y 314/045987-09) que indicaban que Calderón y su administración “están actualmente bajo gran presión por la guerra contra las drogas, el colapso económico y la pérdida de su partido en las elecciones de medio término”.
El despacho actual instruía a su personal para conocer cómo afectan esas presiones la personalidad del presidente mexicano y su estilo de gobierno. “Cómo reacciona Calderón a los puntos de vista diferentes al suyo, si debate con quienes no concuerdan con él” o qué valores pondera más: la confianza, lealtad o respeto. También indaga sobre los planes del gabinete de seguridad y de economía y cómo ve a Estados Unidos cada uno de los integrantes del gabinete mexicano. “¿Qué tan fuerte es su relación de trabajo con nuestros oficiales?”, inquiere el punto B2. Además, busca saber cómo manejan el estrés estos miembros.
Esta instrucción del Departamento de Estado revela la “desconfianza del establishment estadunidense respecto del desempeño y capacidad institucional para mantener niveles óptimos de gobernabilidad, sostiene Argentino Mendoza, maestro en estudios México-Estados Unidos del Centro de Investigaciones para América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La prensa mexicana daba cuenta, ese mismo día, de un informe del Pew Center en el que se refería que Estados Unidos perdió el liderazgo mundial. La página electrónica de la Presidencia de la República destacó que el mandatario asistió al “tradicional desayuno” de fin de año, con el personal naval, así como su entrevista con directivos del Banco Santander y la inauguración de la presa El Gigante, en Ayala de Morelos.
En espera del momentumCarlos Pascual, embajador de Estados Unidos en México, dirigió al Departamento de Estado el cable confidencial 228419 el 5 de octubre de 2009, a las 20:26 horas. Trata sobre el “interés del gobierno de México por mejorar la seguridad en algunas ciudades clave”. Según el El País, el título de este despacho es “Cable que relata la ayuda que México necesita de EU”.
El documento subraya la insistencia de Gerónimo Gutiérrez Fernández, entonces subsecretario de Gobernación, y Jorge Tello Peón, coordinador de Seguridad Nacional, ante la delegación estadunidense para realizar urgentemente “esfuerzos conjuntos en dos o tres ciudades clave” con el fin de revertir la ola de violencia e inestabilidad que padecían. El apremio era porque, a partir de esa fecha, sólo les quedaban 18 meses para luchar contra los grupos del narcotráfico.
Ciudad Juárez y Tijuana, “y una tercera más” que podría ser Tijuana, fueron las propuestas del grupo de funcionarios mexicanos que ese día se reunió con la delegación estadunidense, que encabezó Bruce Swartz, Kenneth Blanco, Paul Rosen, Tony García y Keith Mines.
Según el informe del embajador Pascual, “ellos creen que el simbolismo de cambiar algunas de las ciudades más violentas sería muy poderoso; enviaría una señal para el resto del país de que la lucha contra el crimen organizado puede ganarse, y combatir el sentido de impotencia de muchos mexicanos”. Tello Peón sugirió que “formáramos una célula de planeación con algunos expertos de cada lado para poner en marcha programas para los próximos dos años”.
El cable fue enviado con copia a la Agencia Antidrogas estadunidense, al responsable del Comando Norte, al del Comando Sur, al Departamento de Seguridad de la Patria, al Departamento de Justicia, al Servicio de Marshals y a la Casa Blanca. Agrega que Gutiérrez advirtió que “tenemos 18 meses y si no se produce un éxito tangible que reconozca la población, habrá dificultades para sostener la confrontación en la próxima administración”.
El DBWG, clave en la estrategiaJohn D Feeley es el segundo hombre más importante de la embajada de Estados Unidos en México; llegó a este país en julio de 2009 y es especialista en análisis sobre el hemisferio occidental. El 29 de enero de 2010, envió el cable 246329, clasificado como “secreto”, en el que aporta notas sobre lo que será la sesión del 1 de febrero sobre el Grupo de Trabajo de Defensa Bilateral (DBWG, por sus siglas en inglés).
La respuesta de la SRE
La contraofensiva del gobierno mexicano llegó a media semana. Tras confirmar que las primeras planas de The Guardian, Der Spiegel, Le Monde, El País y The New York Times (que reproduce la información que le transmite el diario británico) ostentaban en sus primeras planas los cables de funcionarios de la embajada de Estados Unidos en México, actuó la diplomacia mexicana.
Admitir que se tuercen brazos“No es una filtración, sino una inundación”, describe Jorge Eduardo Navarrete, exembajador de México en Naciones Unidas, China, Alemania y Venezuela. Advierte que algunas personas pensarán dos veces lo que van a decir con un diplomático extranjero para que no aparezca en la prensa al día siguiente. Salvo esto, el efecto sobre la labor diplomática será que las cancillerías reforzarán sus sistemas de seguridad y ya no será tan sencillo para los hackers ingresar en estos recintos.
En el fondo, apunta, es que quedaron de relieve procedimientos que todo mundo sabe que existen, pero que se niegan cuando no hay evidencia irrefutable de su existencia. “Después de Wikileaks, será muy difícil negar que no se acude a presiones, que no se tuercen brazos o a medidas más allá de lo razonable en la búsqueda de determinados objetivos”, dice el también economista.
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