martes, diciembre 20, 2011

La decadencia del PRI… y su posible regreso

La decadencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue un proceso muy largo. Inició desde su fundación, tiempo después de terminar la Revolución Mexicana, en 1929, cuando nació formalmente con el nombre de Partido Nacional Revolucionario. El presente trabajo sólo se referirá al devenir histórico del PRI desde 1970, cuando asumió la Presidencia de la República Luis Echeverría Álvarez. Entonces la economía de México se encontraba en pleno crecimiento. Venía de un largo periodo de estabilidad, baja inflación y desarrollo económico dinámico. Desarrollo Estabilizador es el nombre usado por historiadores económicos para caracterizar a la época de 1940 a 1976. Algunos historiadores sugieren que dicho periodo culminó en 1982. En esta etapa, México y buena parte de los países de América Latina crecieron a un ritmo acelerado, alrededor del 6 por ciento anual, y registraron bajas tasas de inflación, lo que permitió construir infraestructura y el florecimiento de las llamadas clases medias.

En este periodo, que coincide con el de la segunda postguerra, el mundo desarrollado estaba envuelto en la reconstrucción de Europa a través del llamado Plan Marshall, de modo que los países de América Latina tenían una participación importante en el proceso de exportación de mercancías, materias primas principalmente.
Una de las principales características del periodo del Desarrollo Estabilizador fue la intensa participación del Estado en la economía. En teoría se le llama periodo keynesiano, que debe su nombre al gran economista John Maynard Keynes, diseñador de las políticas económicas que permitieron al mundo entero salir de la gran crisis de 1929, conocida como el Crack del 29.
La adopción de políticas keynesianas permitió a los países en general, y a México de manera específica, crecer rápidamente y generar empleos. Construyó un Estado benefactor. Es importante señalar que esto ocurrió en prácticamente todo el mundo capitalista (el bloque socialista siguió políticas económicas muy distintas, pues ahí no existía la propiedad privada).
Todo lo anterior es importante para entender la decadencia del PRI y, sobre todo, entender por qué no perdió antes de 2000. La respuesta es precisamente que el Estado permitió satisfacer las demandas de bienestar que la población tenía. Había empleo bien remunerado, bajas tasas de desempleo y, en general, la población sentía que cada vez vivía mejor. El costo de no tener una verdadera democracia era poco, comparado con el nivel de satisfacción material que la población disfrutaba; y, salvo algunos eventos coyunturales como el movimiento estudiantil de 1968, las cosas marchaban razonablemente bien.
Sin embargo, en 1970, todo empezó a cambiar y se profundizó un proceso de decadencia que duró 30 años.
Luis Echevarría decidió que ya no iba a manejarse la economía desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Hizo una declaración muy torpe: “Desde ahora, la economía se maneja desde Los Pinos”. Esto dio al traste con un largo periodo de estabilidad marcado, entre otras cosas, por la permanencia de sólo un secretario de Hacienda que había durado en el cargo 12 años: Antonio Ortiz Mena.
México inicia entonces una etapa oscura que se conoce en la historia económica como la Economía Presidencial, caracterizada por un fuerte endeudamiento público; una devaluación del peso que pasó del famoso 12.50 pesos por dólar a más de 23, y el nombramiento en la Secretaría de Hacienda de personas no aptas para dirigir la Economía, la última de las cuales fue precisamente José López Portillo, abogado y amigo de infancia de Luis Echeverría, y quien sería el siguiente presidente de México.
El sexenio de Echeverría acabó mal, pero el de López Portillo hizo palidecer a cualquier otro anterior o posterior por el cúmulo de errores que cometió. Lo que debió de ser una palanca de crecimiento, se convirtió para México en su viacrucis: el descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo.
En una declaración absurda, López Portillo dijo que “México se prepara para administrar la abundancia”. Al tener petróleo como garantía, el país se introdujo en un nuevo y mayor proceso de endeudamiento. Pensando que el petróleo nos permitiría pagar los créditos con los dólares producidos por su exportación, México apostó todo a una sola carta. No obstante, a la larga, los precios del petróleo bajaron y las tasas de interés internacionales subieron, con lo cual, teníamos menos recursos para pagar deudas más grandes. Sucedió lo que dice un proverbio turco: “Quien bebe a cuenta, se emborracha el doble”.

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