Quien haga la crónica del gobierno de Felipe Calderón, cuya gestión termina en menos de 11 meses, tendrá que decir que su publicitada guerra contra la delincuencia organizada resultó un fracaso, pues careció de estrategia, causó decenas de miles de muertes y dejó al país inmerso en una orgía de violencia. El juicio es implacable y proviene del exconsultor de la ONU Edgardo Buscaglia, quien asegura que hoy los grupos criminales se disputan como pirañas los pedacitos del Estado mexicano. E insiste: el problema del narcotráfico sólo se solucionará con un pacto histórico entre las diversas fuerzas del país.
Justo cuando la  administración del presidente Felipe Calderón se aproxima a su final  –sólo le quedan 11 meses– el balance de la lucha contra el narcotráfico  “es muy negativo”, pues él mismo se convirtió “en prisionero de su  propia guerra”. Hoy, no sólo no existe ningún viso de éxito en la lucha  contra la delincuencia organizada, sino que ésta galopa impune aun más  allá del territorio nacional.
Edgardo Buscaglia, experto en temas de  seguridad nacional y delincuencia organizada, sostiene que la mal  llamada guerra contra el narcotráfico se traduce en una guerra del  gobierno contra la sociedad y contra las propias instituciones del  Estado.
Para el investigador de la Universidad de Columbia, la gente  está muy agraviada y seguramente cobrará la factura en las elecciones  presidenciales de este 2012.
“En México –dice– ya hay condiciones  para que organismos internacionales actúen y declaren al país en clara  emergencia, por las serias violaciones al derecho humanitario; además,  en el futuro inmediato veo que Calderón entregará un país plagado de  muertos, descabezados y con instituciones fragmentadas por los propios  grupos criminales.”
–¿Fracasó Calderón con su estrategia de guerra?  –se le pregunta.
–¿Cuál estrategia? Nunca hubo una estrategia. Lo que  implementó el presidente fue una acción de fuerza con el Ejército. Creo  que el presidente debió leer historia antes de implementar sus  acciones. En Italia y en Colombia, por ejemplo, el ejército actuó  quirúrgicamente, pero acompañado de otras estrategias. En México,  Calderón y el Ejército fracasaron y jamás aprendieron de la experiencia  de otras naciones.
Desde un país de Asia en el cual se encuentra  comisionado, Buscaglia señala a Proceso que le extraña que algunas  voces, como la del exguerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, actual  asesor de Calderón en materia de seguridad, difundan con soltura  (revista Nexos, edición de enero) la idea de éxito en la lucha contra la  delincuencia organizada.
Hasta ahora, arguye el entrevistado, “no  existe ningún sentido científico” ni de política pública para aseverar  que la estrategia del presidente contra la delincuencia haya sido  exitosa.
Y se explaya: “El balance es muy negativo porque en los  países donde estamos evaluando la política de seguridad humana, como en  el caso de Malasia, lo que medimos es la forma en que suben y bajan los  indicadores de delincuencia organizada.
“En México la delincuencia  actúa con 22 tipologías delictivas y no hay vuelta de hoja: cuando  llueve, llueve; cuando hay sol, hay sol. Y si los indicadores siguen  aumentando, como en México, donde hay extorsión, piratería, tráfico de  armas, narcotráfico, contrabando, no hay manera de decir que la  estrategia del presidente Calderón ha tenido éxito.
“Los que  argumenten eso están en un error. Puedo entender que lo dicen porque  están bien pagados por la Secretaría de Seguridad Pública o por Los  Pinos.
“No dudo que haya buenas intenciones del presidente (Calderón)  y de su equipo, pero con buenas intenciones todos vamos al infierno. La  delincuencia organizada ha venido fragmentando al Estado cada vez más y  esos indicadores de fragmentación son muy altos: el crimen organizado  se alimenta de esos pedazos del Estado y así puede seguir hasta el  colapso mismo.”
Según el investigador de la Universidad de Columbia,  71.5% de los municipios del país están controlados por la delincuencia  organizada; hay alcaldes, síndicos y regidores que están alineados con  algún grupo criminal.
“Y no me refiero –dice– a autoridades de un  partido, pues en todos hay casos en que los ayuntamientos que gobiernan  sus representantes sirven a los intereses de la criminalidad.”
Y otro  elocuente indicador del fracaso del gobierno, insiste Buscaglia, es que  actualmente los líderes del narcotráfico mexicano, como Joaquín El  Chapo Guzmán, están clasificados por el Departamento del Tesoro de  Estados Unidos como los personajes más influyentes del narco en el  mundo.
“(Recientemente) El Chapo Guzmán fue considerado por la  Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro  como el narcotraficante más poderoso del planeta. Ante este dato tan  contundente, no hay vuelta que darle: Calderón es un fracasado y con su  ‘estrategia’ sólo logró elevar al Chapo Guzmán al rango de personaje  mundial en el mercado de las drogas.”
Ello se debe, según el  entrevistado, a que el poder patrimonial de los grupos criminales  mexicanos, entre ellos el cártel de Sinaloa, se ha extendido a 53 países  y su presencia es cada vez más frecuente en Asia, África y Europa. Por  lo tanto, de ninguna manera puedo estar de acuerdo con la aseveración de  que las políticas (calderonistas), mal implementadas, han tenido algún  éxito.
“Esto no es una cuestión de interpretación subjetiva en donde,  como por ejemplo, a uno le gusta un movimiento artístico y a otras  personas no. Lo subjetivo acá no vale. Los 22 tipos de indicadores  delictivos siguen aumentando en México y en la región centroamericana,  que está tan negativamente afectada por México.
“Por lo tanto, no  sólo están aumentando los índices delictivos en México, es evidente que  estamos exportando inseguridad humana a países de la región. Y no veo  otra salida para el país más que el replanteamiento de la estrategia a  través de un acuerdo político más allá del gobierno en turno, que por  fortuna ya se acaba.”
La guerra es contra la sociedad
Periodistas,  académicos y analistas políticos sostienen que durante muchos años los  gobiernos sólo administraron el problema del crimen organizado, sin  atacar sus causas. ¿Usted cree que la violencia actual sea consecuencia  de esas fallas o existen otras causas, o cree que este señalamiento es  un mito más?, se le pregunta a Buscaglia.
–Ésta mal llamada guerra  contra el narcotráfico debería ser llamada guerra contra la sociedad y  contra el Estado mismo, porque la delincuencia organizada mexicana tiene  porciones del Estado y porciones de la sociedad civil trabajando para  ella.
“No se le puede llamar guerra a un programa de prevención y  combate a la delincuencia organizada porque es como si el Estado tuviese  una guerra contra sí mismo y contra la propia sociedad. Lo que sucede  en México es justamente lo que ocurrió en Rusia en los años noventa:
“En  México se comenzó una transición política desordenada desde hace dos  décadas hacia una democracia que nunca llegó a ser participativa, a lo  sumo fue electoralista, pues se avanzó hacia una competencia electoral  sin instituciones adecuadas.
“La pirámide de comando y control que  ejercía el PRI en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta permitía  gestionar a los grupos criminales desde abajo, y desde arriba  simplemente dejó de existir; además, de manera poco competente el  presidente Fox desarticuló a los órganos de inteligencia durante la  fallida gestión de Eduardo Medina Mora y de otros funcionarios que  pasaron por el Cisen.
“Los gobernadores comenzaron a volverse más  autónomos y dejaron de estar sujetos a los controles judiciales,  administrativos y a los controles políticos que se ejercían cuando el  PRI poseía una pirámide de comando y control autoritario. Por lo tanto,  una transición política hacia una democracia que nunca terminó de  consolidarse en México generó una fragmentación institucional.
“Como  consecuencia, hubo y hay falta de controles judiciales, administrativos y  políticos que permitieron a los grupos criminales que existían hacía  décadas –y que eran gestionados por el Estado a grado tal que les  repartía hasta territorios y mercados– que se toparan con un Estado  débil como producto de esa transición política desordenada.”
Buscaglia  sostiene que ahora México está peor, pues no existe un sistema judicial  que controle la situación; tampoco hay controles políticos. Por lo  tanto, la delincuencia organizada pasó de ser gestionada por el Estado  autoritario a ser la que gestiona a pequeños fragmentos del Estado que  están divididos como un rompecabezas.
Abunda: “En ese ámbito, lo que  encontramos es a grupos del crimen organizado que están compitiendo  entre sí para capturar a esos pedazos del rompecabezas. Así vemos que el  cártel de Sinaloa captura a una fiscalía; Los Zetas se apropian de una  corporación policiaca, y los uniformados comienzan a asesinarse y a  matar a funcionarios que trabajan para otros cárteles.
“Es claro que  México se está debatiendo en una orgía de violencia organizada creciente  que alimenta lo que estamos viendo: actos de terrorismo, actos de  paramilitarismo, y hasta que esta transición política fallida no se  dirima en un pacto histórico entre las fuerzas del país seguiremos  viendo que los grupos criminales continuarán capturando, como pirañas,  los pedacitos del Estado.”
Para el entrevistado, el fracaso de  Calderón tiene ya un alto costo social, económico y político, pues el  país se precipita al colapso por los caprichos de un mandatario ciego,  cuyas acciones han derivado en una guerra entre cárteles por esos trozos  del Estado, lo que potencia la violencia.
–Desde su punto de vista,  ¿había razones para utilizar al Ejército en esta lucha contra el crimen  organizado? ¿Fue atinada la decisión presidencial? –se le pregunta a  Buscaglia.
–Es la decisión más absurda del mundo. Insisto: al  presidente le faltó y le falta leer historia. Su ignorancia tiene un  alto costo para el país y para la sociedad. El Ejército es un insumo, un  ingrediente de la receta. Pero tiene que actuar acompañado de otros  ingredientes que hoy están ausentes.
“En Italia, en los años ochenta,  se recurrió al ejército en Sicilia; en Colombia también se le utilizó,  pero de manera quirúrgica, para controlar una región. Las tropas  entraban arropadas con todo un andamiaje de instituciones funcionales:  fiscalías, órganos de inteligencia, jueces. Esas instancias no funcionan  adecuadamente en México.
“Usar sólo el Ejército como ingrediente de  una estrategia es como pretender interpretar la Novena sinfonía de  Beethoven con un solo violín: no puede llegar a dar frutos una  estrategia donde se solidifica la represión a través de un ejército que  corre el riesgo de ser infiltrado por todo tipo de grupos criminales y  mientras los patrimonios del crimen organizado sigan intactos y se  expandan a otros países.
“Cuando reprimes a los grupos criminales sin  quitarles el dinero, lo que hacen es aumentar los niveles de corrupción  y de violencia para contrarrestar una posible reacción del Estado; a  eso se le llama ‘la paradoja de la represión’, pues genera más  represión, más violencia y más corrupción.”
Buscaglia afirma que esta  trampa surge cuando no se ataca el andamiaje patrimonial de esos  grupos, que va más allá del lavado de dinero que tanto se caricaturiza  en la prensa; ellos manejan cientos de empresas y activos físicos que  requieren una logística operativa diaria para transportarse y que en  México sigue intocada.
Mientras eso permanezca intocado, insiste, el  Ejército simplemente se halla en una situación de impotencia aplicando  más represión al crimen organizado, que se sigue expandiendo y sigue  corrompiendo a las instituciones del Estado.
En esto consiste la  política fallida del presidente Calderón, por más buenas intenciones que  tenga frente a este complejo problema.
Paz pactada
Exasesor  de la ONU en materia de crimen organizado, negociador de conflictos  entre países en crisis de seguridad, Edgardo Buscaglia afirma que el  hecho de que en algunas regiones del país haya bajado la violencia no es  indicador de éxito en la estrategia calderonista contra el crimen  organizado.
Y advierte: “¡Cuidado! Nos pueden decir que hay eficacia,  pero el fondo es ominoso y preocupante.
“México es una sociedad  enferma de violencia que, a diferencia de lo que afirman los voceros del  presidente, está más allá de los grupos criminales. La violencia se ha  transformado en un mecanismo de comunicación entre las organizaciones  delincuenciales.
“Diría incluso que no hay que tomar a los homicidios  y a la violencia organizada como un indicador de éxito o de fracaso de  una política pública de seguridad.”
Según Buscaglia, en México se  está dando el caso similar al de Rusia, donde se ha consolidado una  alianza nacional mafiosa alrededor del Estado; allá, dice, la violencia  organizada baja porque se consolida una alianza criminal. Y eso es  justamente lo que ha comenzado a suceder en algunas regiones de México  donde cárteles como el de Sinaloa tienen un fuerte control:
“Ese  cártel se está consolidando a través de alianzas criminales y locales,  como ha sucedido en Tijuana y Ciudad Juárez, donde la violencia ha  bajado drásticamente. La violencia es una tragedia social, una  enfermedad social, pero no un indicador de que la delincuencia  organizada esté expandiéndose o no. En una región pueden bajar la  violencia y los homicidios, pero de manera paralela se consolida un  grupo criminal y sus aliados.
“Este es uno de los grandes problemas  que no comprenden los círculos cercanos al presidente Calderón. Ellos  toman la violencia y los homicidios como un indicio mediático para medir  si estamos bien o mal, incluso suelen presentar sus estadísticas como  el medidor de éxito o fracaso del presidente.”
Y remata: “No se  olvide que hay un alto nivel de paramilitarismo en México. Se trata de  grupos pagados por los gobiernos o los empresarios para limpiar las  plazas. Y en los países donde se consolidan las alianzas criminales, la  violencia desciende de manera automática.
“Por lo tanto, en las  regiones donde estamos viendo descenso de la violencia es claro que se  está dando la consolidación de un grupo criminal y que tiene capacidad  de controlar regiones, territorios completos, pedazos del Estado. Esto  también es una mala noticia para la política de Calderón, pues tampoco  ha rendido frutos.”
–Entonces, ¿qué fue lo que Calderón combatió en  cinco años? Si hay más narco que hace cinco años y estos grupos están  mejor consolidados, ¿dónde está la lucha contra el crimen organizado?  –se le pregunta.
–No hay lucha ni estrategia ni nada. La guerra se  desató contra la sociedad y contra el propio Estado. Cuando han  transcurrido cinco años de batalla lo único que veo es a un presidente  prisionero de su propia guerra, acotado en su actuar y en medio de un  país que se precipita al colapso.
–¿Qué país entregará Calderón a su  sucesor en diciembre próximo?
–Un país agotado, una sociedad hastiada  de sangre y de desatinos políticos. El prisionero de Los Pinos  entregará un territorio plagado de cruces, luto, muertos, descabezados y  de nuevos ricos, porque la guerra también fue un gran negocio; no sólo  para el crimen organizado, también para los hombres del poder. 












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