De Panzazo y la agenda político-empresarial de Mexicanos Primero no se pueden entenderse sin el dueño de Cinépolis, Alejandro Ramírez Magaña, panista de hueso colorado e itamita fanático, quien en mancuerna con Josefina Vázquez Mota planea acelerar la penetración privada en el sector público a partir de la aniquilación del sindicalismo magisterial. Una jugada que pasa por Los Pinos en el próximos sexenio.
La tercera pata. Alejandro Ramírez Magaña:
La red empresarial de Organización Ramírez, hoy conocida como Cinépolis, es ya un pulpo que maneja su propia agenda política después de librar su peor y más delicado momento: El sospechoso suicidio del fundador y abuelo de nuestro junior, Enrique Ramírez Miguel, escabroso asunto que cuenta una excelente, amén de valiente, crónica que publicó Día Siete:
¿Qué sucedió el 6 de junio de 1996 en la residencia de la familia Ramírez Villalón, en Morelia? La verdad jurídica estableció que el señor Enrique Ramírez Miguel habría ejercido por voluntad propia su derecho a morir. Si alguien hubiera escrito un guión en el que una persona se privó de la vida de cinco disparos, seguramente ningún productor hubiera comprado la idea.
El caso conmocionó a la sociedad michoacana y a buena parte del país. Sin duda, la imputación penal de la que fueron objeto la esposa y un hijo del empresario marcaron a la familia para siempre. Pero los Ramírez sacaron la casta. Lograron la absolución por parte del sistema judicial y con los años se convirtieron en una de los clanes más poderosos y altruistas del país, de tal forma que son referencia más allá de la industria de la exhibición de películas. Ahora, no solo mantienen una estrecha cercanía con el poder político actual, sino con un sector intelectual ligado a la cinematografía.
En 2005, la revista Expansión ubicó a Cinépolis en la posición 184 entre las 500 empresas más importantes de México. Sus ingresos ascendían a 4 mil 751 millones de pesos anuales (más de la mitad de los de TV Azteca, por ejemplo). En comparación, su principal competidor, Cinemex, reportaba mil 600 millones de pesos.
El mercado anual de la industria de exhibición es mayor a los seis mil millones de pesos. Cinépolis acapara 51.5 por ciento del pastel y el resto se lo dividen Cinemex, Cinemark, Grupo Multimedios y varias cadenas regionales. En 2006, la compañía cerró con 1,455 salas y unos 85 millones de espectadores, dando empleo a más de 11 mil personas.
Quizá Alejandro Ramírez Magaña estaba predestinado no solo para heredar el imperio familiar que fundó su abuelo y que su padre consolidó en los años noventa. Su guión de vida ya estaba escrito. La siguiente escena es una de las más contadas entre los ejecutivos de la corporación. En 1996, cuando él estaba en Nueva York, a punto de firmar un contrato de trabajo en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, recibió un mensaje: “Alex, te necesitamos. Un abrazo. Firma: Tu abuelito”.
Así que sus inicios en la rama caritativa del capitalismo mexicano, tienen un primer y nada excelso punto de partida, tal y como cuenta el libro Los amos de México: ”La imagen de la familia Ramírez fue muy afectada, así que se dedicaron a limpiarla haciendo obras públicas en beneficio a la educación en Michoacán”. Y por eso su odio jarocho contra el PRI cuyo gobernador en Michoacán, sin realmente inculpar a nadie, permitió ventilar las intimidades del clan.
Desde entonces, la cruzada antipopulista de Alejandro Ramírez Magaña se ha convertido en una obsesión de limpieza social, en especial de su expediente familiar, y de doctrina neoliberal en estado puro. Para ser más preciso, ARM es uno de los pocos juniors de la burguesía mexicana con astucia y talento de tecnocráta asisentcialista. Fue representante de México ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, estudió un doctorado asesorado por el Premio Nobel de Economía 1998 Amartya Sen, partidario de la caridad empresarial, y se empapó toda la doctrina del Banco Mundial sobre los programas para erradicar la pobreza.
Programas que no contradicen la filosofía ultraliberal sino que la complementan. Para la escuela de lo Ramírez, y el resto de la alta burguesía formados en el ITAM, no deben existir servicios públicos, universales y gratuitos, ni tampoco monopolios públicos que evitan, por cierto, el control privado de la renta energética, aquífera o telefónica. Lo único que se acepta son ayudas condicionadas, vía padrón, para salir de la pobreza estructural que sirven a su vez como semillero electoral, instrumento de control social y negocio público-privado.
Eso fue lo que hizo Alejandro Ramírez Magaña y su jefa JVM en Sedesol: armar la red de Oportunidades a escala nacional para que el PAN tuviera la fuerza que nunca tuvo entre los pobres. Que no salen de pobres pero votan por los azules.
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