Luis Hernández Navarro
Una vez que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se ha transformado en partido político que busca su registro legal, enfrentará grandes retos para sobrevivir como lo que pretende ser: un partido-movimiento. Señalo solamente cinco que son relevantes: la contradicción entre partido y movimiento, y entre dirección nacional y afiliados en los estados; la falta de financiamiento; la carencia de cuadros profesionales, la doble militancia y la coyuntura electoral de 2013.
Antes de su conversión en partido político, Morena fue, fundamentalmente, un movimiento electoral. Su papel en la lucha por la defensa del petróleo y en la denuncia del gobierno de Felipe Calderón fue muy relevante, pero su participación en otras causas sociales y políticas ha sido inexistente. El grueso de su energía y sus esfuerzos giró en torno a la construcción de la candidatura y la campaña de Andrés Manuel López Obrador.
Transformarse ahora en un partido que promueve, organiza y da cobertura a luchas sociales es una tarea compleja. Su objetivo central a partir de ahora será conseguir el registro. A ello tendrá que dedicar la mayoría de sus recursos. En esas circunstancias, funcionar como un partido-movimiento será muy complejo. Ciertamente, en el pasado congreso se modificaron los estatutos para no privilegiar unilateralmente la organización a partir de los distritos electorales y permitir la organización de comités de base por fábrica, escuela, barrio, ejido y comunidad en lucha, pero eso es insuficiente.
Morena tiene gran influencia entre la izquierda intelectual y muchos de sus militantes son destacados dirigentes ciudadanos y sociales. Sin embargo, la mayoría de sus afiliados provienen de distintas tribus del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que han sido desplazadas o relegadas de la conducción de ese partido, pero que conservan sus prácticas. ¿Podrá convivir creativamente una cabeza de jacobinos con un cuerpo que mantiene vivos el clientelismo y la política corporativa? ¿Podrán combinar su quehacer electoral con su participación en las luchas sociales?
El nuevo partido tiene un grave problema de financiamiento. Al separarse de la órbita del PRD, del Partido del Trabajo (PT) y de Movimiento Ciudadano (MC), Morena ha dejado de recibir los recursos que estas fuerzas le acercaban indirectamente. No hay ahora ningún incentivo de esos partidos para seguir apoyando económicamente a un adversario que a corto plazo los va a debilitar.
Para resolver esta limitación, el naciente partido acordó que sus militantes que no estén desempleados o que perciban un salario superior al mínimo legal paguen una cuota de, cuando menos, 55 pesos mensuales. Quienes tengan un puesto de representación popular deberán dar una parte de su dieta. Se trata de una posición que camina contra la corriente de la cultura política arraigada en la base militante. De una iniciativa que requiere de, por lo menos, un millón de afiliados que coticen a la organización política.
Un partido con registro legal está obligado a participar en las elecciones. Hacerlo requiere de mucho dinero. Hasta que Morena no obtenga el registro no tendrá derecho a obtener fondos públicos. Cuando acceda a ellos serán insuficientes para ganar comicios. ¿Qué hará para financiarse?
Los partidos de izquierda electoral en México son hoy grandes agendas de colocación de empleo en una sociedad en crisis. El financiamiento al que legalmente tienen derecho, los recursos provenientes de los puestos de representación popular a los que acceden en las legislaturas y las posiciones de gobierno que ganan son una fuente millonaria de recursos. Con ellos se sostienen ejércitos de profesionales de la política y la representación y se otorga trabajo a sus seguidores y allegados.
Los tiempos han cambiado drásticamente. Durante muchos años, los militantes de izquierda pagaban cuotas a sus organizaciones como símbolo de su compromiso. El número de cuadros que contaban con salario para dedicarse de tiempo completo a la militancia era muy limitado. Hoy, las cosas son al revés. Los partidos sostienen a una enorme cantidad de dirigentes, activistas, asesores y familiares de ellos. Con frecuencia, quienes se ven favorecidos con un empleo dan una parte de sus ingresos a la tendencia que les consiguió el cargo de representación, la chamba, no al partido del que forman parte.
Este esquema de funcionamiento ha permitido que los partidos tengan una vida estable y desahogada. Sin embargo, ha provocado efectos dañinos en el compromiso político. La burocracia de los partidos les proporciona estabilidad, pero los vuelve conservadores. Con frecuencia, en lugar de poner por delante los principios, el programa de lucha o la vocación militante, los dirigentes privilegian la obtención de canonjías y la conservación del empleo. En lugar de buscar transformar la realidad en favor de los sectores menos favorecidos, apuntalan el orden de cosas existente.
Morena acordó en su pasado congreso tratar de romper con esta lógica. Sus dirigentes no tendrán un salario. Su militancia no será remunerada. ¿Cómo garantizará una continuidad de las tareas de dirección? ¿Qué hará para que sus líderes no abandonen el partido para ganarse la vida? ¿Cuánto puede sostenerse una situación así?
Una muy importante cantidad de militantes de Morena provienen de otros partidos y organizaciones políticas. Hasta el 14 de agosto del año que viene podrán mantener la doble militancia. Después tendrán que definir dónde se quedan. Muchos de esos activistas viven de las redes de empleo articuladas alrededor de los otros partidos de izquierda. ¿Dejarán sus trabajos para meterse en Morena?
El próximo año se efectuarán elecciones en 14 estados, algunos, como Oaxaca, claves para el lopezobradorismo. Sin embargo, en las mismas fechas, Morena estará organizándose para obtener su registro. ¿Participará en los comicios a pesar de no contar con registro propio? ¿Se aliará con los otros partidos de izquierda?
Estos son algunos de los retos que el nuevo partido enfrentará. De las respuestas que ofrezca dependerá su futuro.
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