martes, noviembre 27, 2012

Urge reforzar el saqueo de Latinoamérica para que España siga siendo una monarquía

Rafael de la Garza Talavera
Rebelión

La 22ª Cumbre Iberoamericana, celebrada en Cádiz el 16 y 17 de noviembre, confirma una vez más que las aspiraciones neocolonialistas de la monarquía española están hoy más fuertes que nunca. Con tintes rayanos en el dramatismo, el llamado de Juan Carlos para recibir ayuda de los países latinoamericanos, según la nota de El País “…sonó casi como una súplica”- Por su parte Mariano Rajoy no se quedó atrás al afirmar frente a los mandatarios asistentes “Si en el pasado América Latina fue una oportunidad para Europa, hoy Europa es una oportunidad para América Latina”. Ahora resulta que la crisis en España representa una ‘ventana de oportunidad’ para Latinoamérica, región que según el malogrado Rajoy registra un “pujante crecimiento”.

El pujante crecimiento al que se refiera Rajoy es bastante discutible, tomando en cuenta que Latinoamérica, si bien ha registrado tasas de crecimiento del PNB (particularmente Brasil), sigue siendo una región con altos índices de marginación así como un crecimiento sostenido… de la pobreza. La mentira más parece una burla, que con el afán de estimular la inversión pasa por alto que en las últimas dos décadas las inversiones de capitales españoles en Latinoamérica han crecido como nunca. Según el propio Rajoy “…la inversión acumulada de España en Latinoamérica supera 115.000 millones de euros, de los cuales 7.000 millones fueron colocados en 2011”

Lo que no dice es que las ganancias de los bancos españoles en México, como BBVA o Santander, son las más altas de todo el mundo. Pero no sólo los bancos gozan de la oportunidad de saquear los países al sur del Rio Bravo. Las empresas del sector energético también gozan de impunidad, bajos impuestos y enormes ganancias que no dejan más que pobreza y desastres ecológicos. Los negocios turbios de Repsol y otras compañías en la venta de energía eléctrica o en la prospección de yacimientos de petróleo y gas representan otra fuente de enormes ganancias para los capitales españoles. Habrá que agregar la embestida reciente de capitales españoles contra comunidades del sur de México, como San Dionisio del Mar , para obligarlas a rentarles sus tierras por una bicoca y colocar cientos de hélices gigantes que utilizan la energía eólica para generar electricidad. Con el apoyo de los gobiernos locales, estatal y federal, las compañías han demostrado su desprecio por la resistencia de las comunidades y han comprado voluntades a diestra y siniestra.

Un caso que demuestra que la casi súplica de los representantes de la burguesía española para atraer capitales latinoamericanos parece olvidar las ‘exitosas’ relaciones comerciales, por ejemplo entre España y México, es el caso del contrato que Pemex firmó este año con astilleros españoles para construir barcos-hoteles para el personal extranjero que trabaja en las plataformas petroleras del golfo de México. La demanda de ese tipo de embarcaciones ha crecido como consecuencia de la participación de empresas españolas en la extracción del crudo. Los empleados extranjeros ni siquiera pisan territorio mexicano, sino que trabajan un tiempo en las plataformas y luego los mandan a descansar a hoteles flotantes para evitar que tengan que realizar trámites migratorios para descansar en tierra mexicana.

En lugar de realizar inversiones en las empresas nacionales para que los astilleros mexicanos cuenten con la capacidad de construir semejante tipo de embarcaciones, Felipe Calderón ha decidido ‘apoyar’ a los astilleros españoles con jugosos contratos que serán un precioso tanque de oxígeno para empresas al borde de la quiebra. Bien por los trabajadores españoles pero no hay que olvidar que los verdaderos beneficiados serán esos que hoy piden el rescate a gritos para mantener sus bolsas repletas de dinero.

¿Y qué va a hacer el reino de España para compensar el esfuerzo solicitado? ¿Va a evitar la discriminación a los visitantes mexicanos que lleguen a España? ¿Va a pedir a los bancos que bajen sus comisiones leoninas por servicios a los usuarios mexicanos? ¿Obligará a las empresas del ramo energético que eviten depredar el ambiente y paguen precios justos por el gas, la electricidad y el petróleo? Claro que no. Incluso disfrazados de corderos, el rey y su lacayo Rajoy no olvidan mencionar lo perniciosa que resulta para sus patronos la política de expropiaciones de Bolivia o Argentina. Al mismo tiempo que solicita a los países latinoamericanos que aumenten su inversión en España demanda seguridad jurídica para los capitales españoles en la región.

Los gritos de auxilio no lograron conmover a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien no tuvo empacho en recordar a Rajoy que la experiencia latinoamericana para afrontar la crisis, hace veinte años, demostró que las políticas de austeridad –que aplica a rajatabla el presidente del gobierno español- empobrecieron aun más a la mayoría de los habitantes de Latinoamérica, como están haciendo con el pueblo español. Dichas políticas sólo sirvieron para aumentar la desigualdad y abrieron paso a la situación de violencia social que hoy se vive en México y en buena parte de la región.

Así las cosas, la Cumbre de Cádiz más parece un desencuentro anunciado –que confronta dos realidades cada vez más enfrentadas- que además recuerda otro, también en Cádiz pero a principios del silgo XIX, cuando diputados españoles y americanos se reunieron para formular la primera Constitución liberal de España. Entonces, la demanda de igualdad entre americanos y peninsulares se quedó en una promesa que hasta la fecha parece mantenerse en el limbo. Las acciones y discursos de los empleados de la burguesía española siguen viendo los países de Latinoamérica como sus colonias y a sus habitantes como sus vasallos. A pesar de que el presidente del gobierno español ha declarado sin rubor “… que América Latina es un ‘pilar fundamental’ del mundo occidental, y que para España ‘nunca ha sido periférica sino central’”, los latinoamericanos sabemos que tales declaraciones aparecen en un contexto caracterizado por el enorme temor que tienen los que apoyan la monarquía constitucional. Temen, y con razón, que está crisis mundial la entierre definitivamente abriéndo paso a una nueva república. No encuentro otra razón para que Juan Carlos y Mariano Rajoy se rasguen las vestiduras casi con lágrimas en los ojos.

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