Desfiladero
Jaime Avilés
¿Para llamar la atención de EU hacia Calderón?
¿Guerrilla contra las empresas, o los ciudadanos?
A la clínica del odio se le agravan los enfermos
Uno de los analistas políticos más antiguos del consorcio que encabezan Emilio Azcárraga y Bernardo Gómez pidió desde su flamante columna periodística en un tabloide a colores que la Policía Federal Preventiva, palabras más palabras menos, disuelva ya, pero a balazos, el movimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), toda vez que, y ahora sí la cita es textual, "las bayonetas se mellan pronto".
¿En qué momento los consejeros de la derecha se volvieron fascistas frente al creciente y notable descontento de la población? ¿Son esas las recomendaciones que le susurrarán al oído al nuevo "príncipe"? Queda claro que diagnosticar el odio como enfermedad social no basta para remediar ni frenar su avance. Esta peligrosísima dolencia, convertida ya en epidemia, brotó en el país a partir de un virus inoculado por la derecha, un veneno que médicos charlatanes le recetaron a los pudientes como supuesto antídoto contra aquello que les infundía terror cerval: el proyecto alternativo y sobre todo, la persona misma de Andrés Manuel López Obrador.
Dicho de otro modo, el odio nació del miedo y sólo produjo más odio que engendrará más miedo y más odio, alimentando así una espiral infinita que seguirá girando hasta que, tal vez, el país reviente, para lo cual mucho no falta. La devastación de los últimos equilibrios políticos y sociales que quedaban en pie será calificada por los historiadores de mañana como el verdadero legado de Vicente Fox y de su "gobierno" (sic) "de, por y para empresarios".
En este contexto, la noche del jueves, Televisa omitió toda mención a la denuncia que Julieta Egurrola hizo el miércoles ante el demacrado Fox, para exigir la libertad de los presos políticos de Atenco, el castigo a los violadores de las mujeres ultrajadas en aquella acción brutal y la presentación inmediata de las 61 personas que han sido secuestradas y desaparecidas en Oaxaca por la PFP, el Ejército y los pistoleros de Ulises Ruiz Ortiz, gobernador que no gobierna pero con gran facilidad asesina y para el cual los intelectuales de Televisa exigen ya claro, no desde la pantalla y los micrófonos de Televisa que el chacal permanezca en su palacio aunque para eso el poder tenga que ametrallar hasta ahogar en un lago de sangre a sus opositores.
No cabe duda: cuando la televisión deja de ser un instrumento de represión sutil y amable que domina a millones de cerebros con futbol, melodramas y chismes las clases dominantes recurren a formas de control más directas. Por eso, en Oaxaca donde, carcomido por la demencia, Fox ya no tiene nada que ver, y su secretario de Gobernación sólo flota de muertito para llegar al primero de diciembre , la batalla del Estado mexicano contra un pueblo libre y digno parece en realidad el sangriento ensayo general de una nueva guerra sucia, de dimensiones nacionales, contra los amplios movimientos ciudadanos que repudian a Felipe Calderón en todo el país.
Por ello, nada más oportuno resultó a los preparativos de una posible cacería de brujas contra las bases de apoyo de López Obrador que la irrupción de cinco organizaciones político-militares en la convulsionada escena política del final del sexenio con los "bombazos" del pasado lunes, en tres puntos del Distrito Federal, y uno más en la propia capital oaxaqueña, que le cayeron de perlas a Calderón.
En primer lugar, para atraer la atención de la Casa Blanca hacia México en vísperas del primer encuentro de George WC Bush con el oscuro viajero del pelelicóptero. En segundo, le prestaron un espléndido servicio a la ultraderecha al anunciar que lanzarán ataques en contra de 40 empresas que se oponen a la democratización del país, lo que en el terreno de los hechos beneficia a los partidarios de la persecución contra el pueblo, pero también a los dueños de esas firmas, que desde julio resienten el boicot de millones de ciudadanos y que no han tenido rubor para quejarse públicamente de las pérdidas económicas que están sufriendo.
De lo anterior se desprende que si tales amenazas llegaran a convertirse en agresiones materiales contra fábricas, restaurantes o tiendas, todos los sectores del pueblo que participan activa y pacíficamente en el exitoso boicot serían criminalizados por las autoridades, una perspectiva que sólo fomentaría la desmovilización. Y por lo tanto, la simple idea constituye un grave error.
Sin poner en tela de juicio la existencia y las razones morales de grupos que creen en el camino de las armas como único recurso para combatir a un régimen que ya no sirve sino para empeorarlo todo, lo cierto es que los autores de las explosiones contra un banco extranjero, un edificio público y la sede de un partido que, por cierto, no es el del "gobierno" federal, tienen que demostrarle a la opinión pública su independencia de los publicistas de Calderón que fueron capaces de todo en materia de calumnias, mentiras, desvergüenzas y engaños con tal de robarse las elecciones del 2 de julio.
Ofrecer un programa de acción que, en principio, sólo ayudaría a los voraces y aventureros miembros del entorno calderónico está lejos de ser, para una guerrilla "revolucionaria", la mejor manera de probar su compromiso con el pueblo al que dicen querer apoyar en su lucha por la democracia, la justicia y la transformación del país.
Quieren el Auditorio
Como este espacio lo anticipó el sábado anterior, Calderón y Fox quieren que la entrega-recepción de la banda de tres colores sea en el Auditorio Nacional. Cuando se vaya al rancho (¿o a una mental house?), el de las botas y los vetos (legislativos en su contra) le dejará sobre el escritorio el decreto para devolverle a la Iglesia el Claustro de Sor Juana, el ex templo de Santa Teresa y los ex conventos de San Antonio Abad y Montserrat que, tratando de eludir a la justicia estadunidense que lo busca por encubrir a un pederasta, el cardenal Norberto Rivera ya creía haber recuperado en pago de tantos servicios que le prestó en el sexenio a la pareja presidencial.
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