Luis Linares Zapata
Contra todos los deseos de interesados críticos que le aconsejaban a Felipe Calderón olvidar los favores electorales recibidos, éste tuvo que retribuirlos con largueza inigualable. No pudo sustraerse al reclamo de posiciones que le hacían sus codiciosos y convenencieros aliados. En particular aquellos desmesurados en sus ambiciones que, por sus consecuencias hasta generacionales, le hizo la terrible maestra de los votos trashumantes. Fue necesario, imperioso, ineludible, abrir la caja de los haberes públicos para cumplir, con puntualidad mafiosa, los compromisos adquiridos. Había que darles, también, la formalidad precisa asegurando suficientes superbotones del mando burocrático. Sólo así dejaría satisfecha a su aliada, la lidereza del Sindicato de Trabajadores de la Educación (SNTE), ese reducto del añejo corporativismo de la peor calaña.
Las decenas de miles de profesores que se enseñorearon de otras tantas urnas por violar exigieron, a su debido tiempo, puntualidad en el reconocimiento a su labor: hacer un presidente de la medianía a su alcance. No había para dónde hacerse en Los Pinos. Aquellos que le sugirieron a Calderón separarse de Elba Esther bordaron la nada, ese inasible espacio de las consejas imbéciles. Si el panista no respondiera con cargos repletos de recursos a sus apoyadores electorales ¿con quiénes gobernaría después? Esta es la pregunta incontestable y que desdeñan hacerse. No, Calderón ha demostrado ser sujeto confiable a la palabra y el beneficio acordado. Sólo que el pago a la maestra ha sido desmedido, arguyen algunos críticos blandos, estupefactos ante el abismo que se niegan a explorar a cabalidad. No se atreven a concluir el razonamiento iniciado al cuestionar el pago en especie que se hizo. Deciden, mejor, detenerse a examinar la capacidad de inducción de la lidereza y nunca insinuar siquiera que pudo, ella y sus mentores entrenados para tal oficio, trampear de manera directa y brutal las urnas del 2 de julio.
Los actuales críticos de la derecha, puristas al extremo, sólo hacen las cuentas superficiales, aquellas que no descarapelan la legitimidad de Calderón o las que pondrían en entredicho la legalidad de los comicios. Antes la humillación de la inteligencia ajena, al fin y al cabo que siempre se podrá acusar de irredentos a los difusores del fraude inexistente. Se asombran, eso sí, de la capacidad del voto diferenciado de los maestros, pero aducen de inmediato su solidaridad gremial o la capacidad inductiva de la maestra.
Otros, con menos cinismo, alegan que eso no fue una operación gratuita, gentil, verificable por la evidencia del voto magisterial solidario con el gremio y obsequioso con los intereses de sus dirigentes, sino una labor conseguida a trasmano. Es decir, debida a la influencia de algunos gobernadores norteños del PRI que le aportaron, por propia conveniencia y de manera graciosa, su concurso al candidato de la continuidad. Desechan, además, las revelaciones, bien documentadas, que ligan a ciertos consejeros del IFE (e IE de los estados) con el conocimiento preciso que tuvieron los operadores de Gordillo para engrosar o trasmutar aquellas casillas que no tendrían vigilancia opositora. O, más aún, las facilidades que, en diversas formas y con distintos medios (algunos ciertamente irrenunciables) esos mismos gobernadores (Sonora, Baja California, Tamaulipas, Puebla, entre otros) interpusieron para facilitar la operación de sustitución de votos durante la tarde del 2 de julio. Indicios, huellas inequívocas del fraude abundan. Y sólo dándoles esa puntual respuesta puede hallarse la cruda explicación ante tan descomunal serie de favores extendidos para calmar los arrestos de la maestra que avasallan la soberbia.
La dirección del ISSSTE no es poca cosa, aunque ya desde el mandato pasado se le hubiere otorgado a los pupilos de Gordillo. Esa institución es una mina de oro para los que la regentean. Tienen delante de sí la oportunidad de agrandar sus beneficios con la reforma a las pensiones. Cualquier banco o aseguradora les podrá rellenar los bolsillos de sus más rasposas ambiciones. Miles de créditos personales serán canalizados a los profesores que accedan a una módica cuota para los otorgantes, todos ellos casualmente miembros del SNTE. Otros tantos créditos para vivienda serán usados con similares propósitos de cooptación y negocios colaterales.
Similar destino le espera a la Lotería Nacional, negocio que seguirá la ruta de un bastión inexpugnable ya heredado por línea directa. Pero la donación de la subsecretaría de enseñanza básica de la SEP no tiene parangón ni nombre. Ahí radica, si se le emplea de manera debida, toda la fortaleza del sindicato y su continuidad futura. La secretaria Vázquez Mota podrá dedicarse a lo que sabe hacer: atolondrar a sus oyentes con los rollos interminables y adormecedores que recita a la menor provocación. Y la niñez de México seguirá sumida en la mediocridad de una enseñanza sujeta a las connivencias de un magisterio mediatizado e incapaz de renovarse, de cumplir a cabalidad con su misión. Pero el favor de haber logrado la permanencia del grupo gobernante bien vale tal sacrificio. Y, aunque las encuestas de opinión sigan apuntalando la mejoría de imagen de Calderón, la realidad seguirá ahí.
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