Jorge Camil
Mientras en Ciudad Gótica Felipe Calderón sigue jugando a la guerra, exportando capos y acumulando dignidades militares (chaquetas de campaña, gorras de cinco estrellas y sables de mando a bordo de buques de guerra) allá, en el rancho grande, Vicente y Marta partieron al extranjero para iniciar según Reforma internacional de conferencias. ¿Vicente, el de las "lavadoras de dos patas", el de "ni los negros"; el de "nomás comes y te vas"; el de "José Luis Borgues (sic)" y el de "¿yo por qué?" enrolado en el "circuito internacional de conferencistas"? Como Clinton, quien recibe miles de dólares por conferencia, o Ronald Reagan, que en su tiempo cobró 2 millones de dólares por dos conferencias impartidas a empresarios y banqueros japoneses. Sólo que Clinton es graduado de Yale y Oxford y tiene mucho de qué hablar (además de Mónica Lewinsky, por supuesto), y Reagan tenía en su haber dos exitosos periodos como gobernador de California (la novena economía del mundo) y dos mandatos más en la Casa Blanca, donde salvó a la economía con la teoría conocida como reaganomics (salvándose también del desafuero por su participación en el escándalo de los 80 conocido como Irangate: la venta subrepticia de armas a Irán, enemigo jurado de Estados Unidos, para financiar a los contras nicaragüenses).
Aunque desconozco el monto de los emolumentos que recibirá Vicente, me atrevo a decir que son excesivos. ¿Cómo los devengará: hablando de la economía mexicana, manejada in absentia por el gobernador del Banco de México y el secretario de Hacienda, o del grave conflicto electoral provocado por sus flagrantes violaciones a la ley? ¿Se atreverá a discutir la debacle del desafuero, que fue el inicio de la maniobra para derrotar a la oposición representada por Andrés Manuel López Obrador? ¿Tocará acaso el tema de Oaxaca, que descuidó hasta convertirlo en un grave peligro para la gobernabilidad del país y una vergüenza nacional? Tal vez hable de la desastrosa relación con Estados Unidos, o de las aún peores relaciones con Cuba, Venezuela y Bolivia, con los que México ha llegado al punto de rompimiento por la falta de tacto del ex presidente, y por su carencia de perspectiva histórica.
Una cosa es segura: no hablará de las glorias de la civilización maya, ni del boom de la literatura latinoamericana; ni de los muralistas, ni mucho menos de nuestra interminable transición democrática, que sería como poner el dedo en la llaga. Así que conviene preguntarle, ¿conoce a fondo el artículo 9 de la Ley de Responsabilidades, que prohíbe a los funcionarios públicos, durante un año después de concluidas sus funciones, aprovechar su influencia para obtener ventajas en beneficio propio o de terceros? Esa disposición prohíbe además usar para beneficio propio o de terceros información o documentación a la que el funcionario haya tenido acceso por virtud de su cargo o comisión. Porque si no es para recibir información confidencial de primera mano me resisto a creer que presidentes de multinacionales y funcionarios extranjeros estén dispuesto a pagar 2 o 3 mil dólares el boleto (que es lo acostumbrado en estos menesteres) para tener el honor de estrechar la mano del ex presidente o escuchar a Martita hablar de Vamos México (institución, por otra parte, inmersa en el escándalo de las revelaciones del Financial Times).
Aunque hay motivos suficientes para concluir que la pareja presidencial extraña los reflectores (y el micrófono), y que Martita necesita lucir el enorme guardarropa de firma y sus alhajas, yo creo que el ex presidente mantiene vivo el viejo instinto cocacolero, y ha decidido sacar provecho de su inglés y sus valiosos conocimientos del sistema político mexicano para asesorar a multinacionales y cabildear en beneficio de futuras inversiones. "Y díganos, señor presidente (porque allá les siguen llamando "presidente" hasta la muerte), ¿qué posibilidades existen para un nuevo canal de televisión? ¿Cómo se le podría dar la vuelta a la privatización de Pemex y CFE?" Y de ahí al cabildeo, y a cobrar cientos de miles de dólares por consultas y gestiones frente a autoridades panistas del sexenio.
Resulta obvio que el flamante "conferencista" ha sido inoculado con los males que aquejan a nuestros ex presidentes: la soledad y la renuencia a dejar el poder, que es más o menos lo mismo. Por eso colocó a dos de sus ex secretarios de Estado como caballos de Troya en el gabinete de Espino. No se sorprenda, el Centro de Estudios, Biblioteca y Museo Vicente Fox Quesada en el Rancho San Cristóbal (el rancho grande), en San Francisco del Rincón, son cosas que hemos vivido en el pasado: ¿recuerda el Centro de Estudios Políticos y Sociales del Tercer Mundo de Luis Echeverría Alvarez, y la ambición por la secretaría general de Naciones Unidas de ese mismo ex presidente? ¿Y la Secretaría de la Organización Mundial del Comercio anhelada por Salinas de Gortari? Al menos, en el caso de Fox, el organismo internacional al que aspira es la modesta presidencia de los partidos democristianos.
In memoriam, Ryszard Kapuscinski
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