Octavio Rodríguez Araujo
En la conferencia de prensa conjunta que ofrecieron Felipe Calderón y Antonio Saca, presidente de El Salvador, el primero dijo: "No es lo relevante la orientación de un gobierno, si es de izquierda o si es de derecha, lo relevante, es que el pueblo pueda decidir quiénes son sus gobernantes".
Con esta declaración el impuesto presidente mexicano hizo gala de ignorancia y de superficialidad. De hecho, quedó a la zaga del mandatario salvadoreño, quien, siendo también de derecha, incluyó en sus respuestas a los periodistas un matiz importante. Antonio Saca dijo: "Sobre el tema de los gobiernos de izquierda o de derecha, yo creo que al final de cuentas lo más importante es que en América Latina se elijan gobiernos democráticos". Y el matiz que agregó, propio de un político informado, fue el siguiente: "Pero la democracia no sólo debe verse en el momento de su elección, sino también en el momento de ejercer el poder a lo largo del periodo presidencial".
Lo que señaló el salvadoreño, y que soslayó el mexicano, fue que entender la democracia como modo para acceder al poder es insuficiente, pues omite lo principal: el ejercicio del poder, la forma en que se ejerce el poder. Muchos candidatos que han llegado al poder democráticamente, lo han ejercido, como gobernantes, brutalmente en contra del pueblo que dicen representar. Esto lo sabe cualquier estudiante de ciencia política o de historia. Hay múltiples ejemplos en casi todos los países latinoamericanos, para no hablar de otras regiones.
El gobernante de El Salvador quizá no se percató de la sutil contradicción en su respuesta, es decir, que el ejercicio del poder no es una abstracción, sino que está orientado por la ideología del gobierno y, en el caso de nuestros países, por la del presidente en turno. Sin embargo, el gobernante mexicano, que evidentemente no entendió el matiz de su homólogo centroamericano, se montó en la declaración de éste afirmando para sí y para el mundo una ideología típica de la derecha más ignorante: que las ideologías no importan y que, por lo tanto, tampoco importa cómo y de qué forma se ejerza el poder.
La palabra "ideología" tiene muchos significados y se usa para muchas cosas. Pero hay aceptación generalizada de que quiere decir "conjunto de ideas y de valores concernientes al orden político que tienen la función de guiar los comportamientos políticos..." (M. Stoppino). La forma en que se ejerza el poder es un comportamiento político, por ejemplo en favor de unos y en contra de otros, de manera autoritaria o de manera democrática, ignorando al pueblo o tomándolo en cuenta. Y una ideología es la guía de ese comportamiento político. Una ideología de derecha es favorecedora de privilegios para quienes ya los tienen, una de izquierda orienta al gobernante a ayudar a quienes carecen de privilegios buscando horizontes igualitarios o que tiendan a disminuir las diferencias sociales y económicas entre ricos y pobres. Sí hay diferencia, como también existe entre un régimen autoritario y uno democrático: no es lo mismo gobernar con el apoyo de las "fuerzas armadas del orden" que con el pueblo y su participación activa en los asuntos que le competen. Esta diferencia también es tema de las ideologías, y una distinción clara entre izquierdas y derechas; esto es, entre los valores de unas y los de las otras.
Decir que lo importante "es que el pueblo pueda decidir quiénes son sus gobernantes" es una tontería, y más viniendo de un gobernante que le debe su cargo a una elección plagada de irregularidades y de muy dudosa transparencia (tanta que hubo negativa total, desde el poder, a que se contaran los votos para despejar las dudas existentes).
El ejercicio del poder, su forma, es mucho más importante que el acceso al poder. Pensemos en el gobierno de Fox, sólo como un ejemplo reciente. Su acceso al poder fue transparente, democrático en muchos sentidos. Sin embargo, al final del mandato el presidente se metió en la contienda electoral en favor del candidato de su partido, y sus subordinados, que no empleados, tanto en el IFE como en el tribunal electoral, manipularon las cosas de tal manera que lograron impedir, a toda costa, que pudiera ganar la oposición. En este caso, para no recurrir a más ejemplos, el ejercicio del poder no sólo no fue democrático, sino ilegal. ¿Y qué guió el comportamiento del gobernante Fox y de sus cómplices? Una ideología: la ideología derechista del neopanismo y de los poderes fácticos que vieron en la oposición de López Obrador un peligro para sus intereses y sus privilegios (que no para México, aunque así lo dijeran).
Ergo, las ideologías sí son importantes, pues guían la orientación de un gobierno, y la democracia no es ni puede ser, ni siquiera etimológicamente, la forma de acceso al poder. Calderón se ha equivocado una vez más.
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