Angel Guerra Cabrera
Rafael Correa, nuevo presidente de Ecuador, ha definido con precisión meridiana el trazo del sismógrafo social en América Latina. No vivimos una época de cambios dijo en su toma de posesión , sino un cambio de época.
Que compren espejuelos políticos los que no acaban de percatarse a la vista de líderes como Hugo Chávez, Evo Morales y Correa, de los pueblos que encabezan, que la pesadilla neoliberal toca a su fin. Que del río Bravo a la Patagonia un terremoto social está naciendo de las entrañas más profundas de la historia protagonizado por los olvidados de siempre. En estos días lo hemos visto en Ecuador, ayer en Nicaragua, pero no quedará un país en la región, cada uno con sus modos, colores y sabores, que no inicie en esta época el camino hacia la ruptura de las cadenas de la dominación y la integración de América Latina en una "nación de repúblicas hermanas" o "nuestra América", como afirmó el flamante mandatario ecuatoriano citando a Simón Bolívar y a José Martí.
Correa, al que se unieron luego Chávez y Morales para dirigirse a la multitud, recibió el bastón de mando de los sabios y las bienandanzas de los sacerdotes en una ceremonia indígena que lleva en sí la carga simbólica del socialismo indoamericano reivindicado por José Carlos Mariátegui. Su asunción de la presidencia de Ecuador marca un hito en lo que es ya una clara tendencia en nuestra América. Los movimientos populares están barriendo con los gobiernos neoliberales. Incluso cuando su triunfo no es inmediato, anuncia que lo conseguirán en el futuro.
Llevan nuevos líderes al frente de sus países que con cada vez más frecuencia responden a los anhelos de una nueva política en la que el soberano, el constituyente, es el pueblo como arquitecto de su futuro colectivo. No se trata de un proceso homogéneo ni exento de retrocesos. Transita por inteligentes políticas de alianzas entre gobiernos más o menos radicales, pero su marcha hacia la liberación definitiva de América Latina es incontenible. Y mucho más. Está ligado a los estallidos en los suburbios de las grandes ciudades europeas, a las nuevas luchas sociales de los desposeídos en todos los continentes y a la resistencia a las guerras imperialistas.
Cuando Chávez dice "¡socialismo o muerte!" sintetiza el dilema inminente de la humanidad: o sucumbir atada a un modo de producción que no sólo la explota y enajena, sino que la ha llevado al borde del extermino, o sobrevivir optando por un nuevo orden social donde imperen la justicia, la equidad y la restauración de la naturaleza. De la Pacha Mama adorada por los pueblos originarios, en palabras de Correa. Es también Chávez, quien hablando del partido unido exaltó, eco chiapaneco, el comunalismo propio de los pueblos indígenas ajeno al individualismo capitalista, del que debe aprender el socialismo venezolano.
Porque en la historia de América Latina y el Caribe están las claves que forjarán ese socialismo venezolano, ecuatoriano, boliviano, latinoamericano. En esos usos comunitarios ancestrales de los pueblos indios, en el recuerdo de sus rebeliones y las de sus hermanos esclavos de origen africano, de las heroicas luchas obreras y campesinas, en la acción y el pensamiento de nuestros próceres de todas las épocas.
América Latina y el Caribe abrirán los brazos a las ideas, modernas o de los antiguos, que fundamentaron el socialismo en Europa y las moldearán con sus profundas raíces. Marx y Engels están más vivos que nunca en el mundo actual, sobre todo en nuestra región. Muchas cosas han cambiado, pero permanecen la centralidad de la pugna capital-trabajo e imperialismo-pueblos oprimidos con mayor relieve que cuando se escribieron El Capital o los estudios de Lenin sobre la "fase superior del capitalismo".
Correa no ha perdido un minuto desde que asumió. Ya emitió el decreto convocando a la Asamblea Constituyente, dobló la ayuda gubernamental a los más necesitados y signó con Venezuela acuerdos energéticos muy beneficiosos para la patria de Eloy Alfaro. En un momento Cuba se quedó sola enarbolando la bandera de la justicia y la dignidad, lo que hizo exclamar a Morales ante los indígenas reunidos en la investidura popular de su homólogo ecuatoriano: "¡La lucha del pueblo cubano y de Fidel contra el imperialismo no ha sido en vano!"
¡Alerta, que camina la espada de Bolívar en América Latina!, coreaban a Rafael Correa al final de su discurso inaugural, cuando blandió la réplica del arma obsequiada por Hugo Chávez.
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